jueves, 23 de abril de 2020

WHATSAPP.


Durante estos largos días de confinamiento, tanto en los hospitales como en las casas, el Whatsapp se ha convertido en la herramienta imprescindible para comunicarnos. Los grupos familiares y los grupos de amigos eran el destino ideal para contactar con todos ellos y poder trasmitirnos las noticias.
Yo he visto cómo las enfermeras del hospital preparaban una videoconferencia con la familia de un enfermo que no podía hacerlo por si solo. Durante todo este tiempo, está siendo el vínculo de unión entre todos nosotros. 
El Whatsapp tiene una ventaja sobre el teléfono, que cuando alguien te lo envía , espera a que tú lo quieras o lo puedas leer, y después contestar.
También vale para recibir los vídeos en los que puedes ver lo que están creciendo tus nietos, incluso las fotos que te mandan los amigos  de cuando éramos todos más jóvenes, y las que te mandan tus hijos para que veas lo que van a comer ese día.
Sin embargo; casi siempre hay algún “pero” por ahí; sin embargo digo, se está abusando un poco de su uso. Porque no solo se mandan mensajes; es que por Whatsapp recibes de todo, y eso te llega a agobiar. Y claro está, todo ello, reenviado. Desde esos paisajes idílicos con canciones empalagosas, hasta los más duros panfletos políticos, que se inventa no se quien y muchas veces no son más que “fake news”, aunque eso si, muy bien editadas.
Y no paras de recibir “reenviados” de toda clase, la mayoría de las veces que tienen poco o nulo interés para ti; sin embargo estás obligado a contestar si no quieres quedar como un maleducado, y esas respuestas de los receptores, suelen dar vergüenza ajena leerlos. Y otra más; los que siempre tienen que decir la última palabra, aunque sea con un emoticono.
Así que yo he pensado que voy a mandar un mensaje a todos mis contactos diciéndoles que me pueden mandar todos los Whatsapp que quieran, sobre todo dándome ánimos y contándome lo bien que están ellos, pero, por favor, que se abstengan de enviarme “reenviados”, de ninguna clase, ni siquiera el de Luciano Pavarotti cantando el “O sole mío” que si lo quiero escuchar, ya lo buscaré yo en internet.
Y luego está lo de los emoticonos, que yo, y mira que lo he intentado, me confieso incapaz de saber que significa cada uno y no sé muy bien si lo que me quieren decir es que están muriéndose de risa por lo que les he contado o que, directamente, están riéndose de mi. Por eso yo nunca los uso, y cuando quiero decir a alguien que le quiero, se lo digo y paso de corazoncitos.
Oye, pero de verdad, que he agradecido mucho los mensajes de ánimo y buenos deseos que he recibido en estos días.

miércoles, 22 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 4.



Cuento número 4.- María Eduvigis no tiene quien le llame.

María Eduvigis no llegó a la tecnología; en realidad, no llegó a muchas cosas. Apenas si llegó a la escuela y solo pudo aprender a mal leer y, con mucha dificultad a entender algunas pocas cosas de las que leía..
Y tampoco llegó a los pañales desechables y tuvo que lavar a mano toda la ropa de sus siete hijos. Lógicamente tampoco llegó al trabajo que no fuese el penoso de sacar a toda su prole adelante, mientras su marido se tenía que multiplicar en varios pluriempleos para traer algo de comer a casa.
Luego llegaron mejores tiempos; dos de sus hijos entraron a trabajar en la Seat, la mayor entró en El Corte Inglés y las dos pequeñas hicieron magisterio.El Francisco y el Afovinio ayudaban al padre y, ya digo, el hogar iba progresando y hasta pudieron comprar un pisito por San Blas que colmaba sobradamente todas las expectativas de María Eduvigis.
Los hijos se fueron casando y Riquelme, su marido y ella se quedaron solos en aquel piso de cerca de  la Cruz de los Caídos, del que ella decía que era ya demasiado grande para ellos dos solos. 
Y llegó el CORONAViRUS a esa edad impropia en la que ya no se está para esos ajetreos, y a Riquelme se lo llevaron a las urgencias del Hospital.
Sus hijos la siguen visitando dentro de las restricciones, y tiene cubiertas todas sus necesidades básicas; pero desde hace ya veintitantos días no ha podido hablar con su Riquelme, que también sufre en soledad este aislamiento que no llega a entender del todo.
María Eduvigis está sola en casa y no tiene quien le pueda comunicar con su Riquelme del que nunca en su vida, se había separado más de una semana.

martes, 21 de abril de 2020

CUANDO TE CAMBIAN LOS PARÁMETROS.


Estábamos todos tan bien. Aunque como es normal, unos mejor que otros, pero bien. Eso si, preocupados por la situación de Cataluña y envueltos en las elecciones; con las bolsas fluctuando, pero sin grandes sobresaltos. Los partidos de fútbol del fin de semana, el aperitivo los domingos en el bar de la plaza; alguna salida a cenar en un restaurante con los amigos, llevar a los niños al cole; vamos una vida plácida y monótona, y haciendo planes ya para las vacaciones de Semana Santa, que con un poco de suerte hasta parecía que iba a hacer buen tiempo.
Pero de pronto, las televisiones empiezan a decir que en China ha aparecido un virus con nombre de corona... pero China está muy lejos y ya se sabe que los chinos comen cosas muy raras y les habrá pasado por eso.
Pero resulta que no. Que China no debe estar tan lejos porque el virus llega a Italia y en pocos días, a todo el mundo.
Y, de pronto: alarma, confinamiento, tiendas cerradas, no se puede ir a trabajar... Vamos, todo paralizado, y todos en casa. Sin el fútbol del fin de semana, ni siquiera por televisión, sin ni siquiera ciclismo, que parece que al ser al aire libre y los espectadores alejados... sin motos, ni siquiera billar que ahora llaman snooker, o algo así.
Bueno, y ni siquiera la misa de los domingos: ¡Con la Iglesia hemos topado, Sancho! Pues nada, ni los curas protestan.
¿Con cuanto menos se monta una protesta o una huelga general? ¿Qué digo una protesta? ¡Una revolución!
Por mucho menos, el mundo entero estaría con las armas en la mano y ningún gobierno del mundo habría sido capaz de contener a sus ciudadanos. Por mucho menos que esto, estábamos todos dando tiros.
En cambio, la gente en los balcones de su casa, aplaudiendo a las ocho de la tarde, la gran labor de los sanitarios, que realmente se lo merecen por su heroica lucha, aún a costa de su propia salud.
Y lo más grave que ha pasado es que los políticos están aprovechando la coyuntura para tirarse los trastos a la cabeza, que alguna rentabilidad política conseguirán, aunque estén dando gracias al Dios de cada uno, por haberles librado de este embolado, en el que hagas lo que hagas, seguro que te equivocas, porque está ocurriendo algo inaudito, impensable, insólito, indescriptible, y totalmente desconocido; por utilizar algún adjetivo que no empiece con i.
Las estadísticas están dándonos datos, desgraciadamente en la información todos son números y parece que cuando hablan de infectados, de altas, incluso de fallecidos, son sólo eso, números; números anónimos, inanimados, que no tienen sentimientos. Y eso no es verdad. Detrás de cada uno de esos números hay una persona, una vida, posiblemente una tragedia, y en todos, dolor y en la mayoría esperanza.
Un bichito desconocido ha sido capaz de cambiar los parámetros en la Vida de todo el mundo. Difícilmente todo vuelva a la normalidad o, a partir de ahora, nos tengamos que acostumbrar a una nueva normalidad, en la que muchos de los valores, muchas de las costumbres, muchas cosas que parecían imprescindibles antes, serán diferentes; y este cambio, no lo ha hecho una revolución, ni una nueva doctrina religiosa o social, ni una dictadura militar, ni una nueva concepción política; lo ha hecho un virus desconocido que parece ser trasmitió algún animal a un humano en un lugar recóndito de esa nación tan grande que es China.
Y los ingleses ya no hablan del “Brexit”, Donald Trump, se ha tenido que guardar muchas de sus propuestas; solo algunos nostálgicos siguen hablando de la independencia de Cataluña; y algunos políticos aún piensan que de esto pueden sacar “tajada”. ¡Allá ellos!
Lo que es seguro es que después de esto, muchas cosas van a cambiar, sobre todo, estoy seguro que esto va a cambiar nuestras vidas y ya nada volverá a ser lo mismo.

lunes, 20 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 3



Cuento número 3.- Las venas de Genaro no daban para mucho más.

(Otro cuento basado en hechos reales, cuyo protagonista tampoco soy yo; y no lo voy a repetir más)

Genaro, de joven era muy miedoso para eso de la sangre; no digo más que cuando fue a la mili y le hicieron su primer análisis, se desmayó y fue el hazme reír de todo el regimiento, cuyas bromas no cesaron hasta que terminó el campamento.
Luego de más mayor no cambio nada y se mareaba cuando acompañaba a su hijo a los análisis. Una mañana hasta llegó a perder el equilibrio ante los asombrados ojos de su vástago que no entendía lo de tener un padre tan miedica.
Pues nada, que nuestro bueno de Genaro se infectó del maldito Coronavirus y terminó en las urgencias del Hospital.
Aquello era un caos y las enfermeras no daban abasto para atender a tanto paciente.
A Genaro le tocaron dos jovencitas, estudiantes de enfermería que habían sido reclutadas hacía dos días, para intentar paliar las carencias del servicio.
Una de ellas, detrás de su mascarilla, sudaba la gota gorda buscando la vena de Genaro, que parecía jugar al escondite.
Parecía misión imposible, era imposible encontrar una vena mínimamente viable para colocar la vía. 
Ante la desesperación de la muchacha, Genaro, en un acto de insólita valentía, le dijo que no se preocupase, extendió su brazo y aguantó estoicamente los pinchazos indiscriminados de la joven aprendiz, que, por fin, pudo conseguir su cometido. 
Ahora Genaro piensa que desde ese día sus venas, asustadisimas, se han escondido más si cabe y ya no dan para mucho más.

domingo, 19 de abril de 2020

“DEJAD A LOS MUERTOS QUE ENTIERREN A SUS MUERTOS”


El cuento de ayer, me da pie para hacer estas reflexiones:

Domingo 8 de marzo de 2020; en las principales ciudades de España se celebraban grandes manifestaciones para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Esa misma mañana, en el Palacio “Vistalegre” de Madrid el Partido VOX celebraba un mitin multitudinario.
El 14 de marzo; es decir, 6 días después, el Gobierno de España declaraba el “Estado de Alarma” en toda la Nación y decretaba el confinamiento general y la paralización de prácticamente todas las actividades comerciales.
Entre tanto, salen las noticias de que la Ministra de Igualdad, Irene Montero, y Ortega Smith, el número 2 de VOX, que habían asistido a los dos eventos, daban positivo en “Coronavirus”.
Esto ya es historia y todos conocemos estos datos. No recuerdo haber leído a nadie que antes del día 8 de marzo aconsejase la suspensión de estos actos, y de haberlo hecho el gobierno, entonces; ¿Os podéis figurar la que habrían armado las Asociaciones de mujeres y los militantes de VOX?
Pues el día 16 de abril, 39 días después, en un canal de televisión se seguía repitiendo que el no prohibir esos actos había sido el gran error del Gobierno.
Pero claro, a continuación salió el tema favorito: ¡Nos están ocultando el número de muertos!
¿Cuántos han ocultado? ¿Diez mil, un 30%, veinte mil? : Números.
Pero los muertos, sea cual sea su cifra, los declarados y los posiblemente ocultados, todos, no son números; son personas. Y detrás de todos y cada uno de esos números hay dolor, historias de desgarro y tragedias de familias que se han tenido que enfrentar a éstas situaciones en un estado de precariedad, de carencias y de soledad.
Pero parece que lo importante es saber si el Gobierno está ocultando el número real de muertos. ¿Para qué? ¿Es que no sigue siendo una tragedia si han muerto dieciocho mil o veinte mil?
¿Que se podrían haber evitado muchas de estas muertes? Posiblemente... o no. Y podría haber habido más.
Entonces he recordado el versículo 21 del capítulo 8 del evangelio de San Mateo, que da título a este artículo, en el que Jesus recomienda “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”
Los demás vamos a ocuparnos, primero de que no haya más muertos y, después, de ayudar a los enfermos para que se curen; y vamos a ocuparnos de los niños que llevan ya más de un mes encerrados en sus casas; y de los jóvenes que pueden perder todo un curso, y de los que se han quedado sin trabajo, y de los autónomos y de los que más van a sufrir las consecuencias de esta crisis.
Dejemos de contar muertos para ocuparnos de los vivos. Obliguemos a nuestros políticos a ponerse de acuerdo en unos pactos de la Moncloa o de donde sean, pero que busquen soluciones viables para los que más lo necesitan. Que, de una vez por todas, demuestren que están allí para representarnos y servirnos. Que empiecen a trabajar de una vez y que no se preocupen, que los muertos, sean cuantos sean, ya se encargarán de enterrar a sus muertos.

sábado, 18 de abril de 2020

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 2



Cuento número 2.- Los muertos de las camas de al lado.
(Un cuento macabro de humor negro, basado en hechos reales, que realmente, aunque el protagonista se llama como yo; no me ocurrió a mi)

Lo que os voy a contar, ocurrió en verdad; yo no me lo he inventado.
Debía ser a eso de las doce de la mañana cuando me llevaron a la habitación. Yo venía de la sala 1 de prehospitalizacion de las urgencias del hospital. Como suele ocurrir en estos casos llegaba totalmente desubicado y en la habitación había otras dos camas, a ambos lados de la que me colocaron. El de la derecha, entre toses, me hizo una mueca que podría ser hasta un saludo de bienvenida; la enfermera le llamó Abilio y le acercó una botella de agua lo que pareció aplacarle la tos.
Esteban parece ser que se llamaba el de la izquierda que en ese momento hablaba por teléfono e insistía a su interlocutor que se encontraba muy bien, aunque le delataba una tos profunda que parecía arrancarle el alma. También me hizo una mueca en forma de saludo y siguió con su perorata por teléfono.
Cuando las enfermeras me acomodaron en la cama, quedé entre mis dos nuevos compañeros, que no parecían demasiado comunicativos, lo que en ese momento, sin duda, agradecí.
Nos trajeron la comida; nadie habló y mis dos compañeros cada vez daban más muestras del deterioro al que se iban acercando.
Después de la cena todo quedó más o menos en una calma que cada vez se veía  más agredida por los ronquidos mezclados de las toses de mi compañero al que llamaban Esteban, que de nuevo hablaba por teléfono asegurando que se encontraba muy bien. 
Y yo me quede dormido, bueno en la duermevela a la que te lleva un día en que tu cuerpo está dolorido y tu alma no ha descansado desde que hacía ya dos días había salido de casa, 
Por eso lo oí; serian esto de lan cinco de la mañana; se encendieron las luces de la habitación; dos enfermeros con unos monos blancos, con un casco también blanco en la cabeza, traían un saco negro de plástico.
-No pasa nada, Manuel; tú sigue durmiendo
Enseguida me percaté; la tos había cesado y todo había quedado en un siniestro silencio que parecía oprimirme el corazón que no sabía si latir más fuerte o acompasarse a mi respirar asistido por un oxígeno que apenas llegaba a mis pulmones. 
No me moví, ni lógicamente me podía dormir. Allí estaba yo acurrucado en la cama sin atreverme a mirar a mi izquierda donde mi recientísimo vecino Esteban había dejado de penar.
Cuando las primeras luces del alba entraron por la ventana y me atreví a mirar de reojo, el saco de plástico negro estaba totalmente cerrado y tapado con una sábana que le cubría por completo.
Hasta eso de las ocho de la mañana, el pobre Esteban permaneció ahí, a mi lado, transmitiéndome, seguro que sin quererlo, un miedo profundo que me paralizaba todo el cuerpo. Volvieron a entrar los de los monos y los cascos blancos y en mi mente di un postrero adiós de despedida a mi efímero compañero a quien no le había podido acompañar ningún familiar en su tránsito final.
En poco más de diez minutos, unas eficientes limpiadoras dejaron todo como si allí nada hubiera pasado; pero esa mañana, tampoco pude desayunar absolutamente nada.
Y ahí me tenéis, acurrucado en la cama, sin poder volverme a mi izquierda porque me parecía que el pobre Esteban podía rebullirse en su cama.
Y llegó la comida, y ni aún con la cariñosa insistencia de Yolanda, la enfermera, pude llevarme un bocado a la boca.
Abilio, mi ya único compañero, no era muy hablador y no supe si realmente se había enterado de lo ocurrido.
Esa tarde, después de la siesta, entre toses y suspiros prolongados me contó que había tenido quince hijos, quince nietos y ya tenía quince biznietos.
Ya no hablo más.
Durante varias, larguísimas horas, solo la tos profunda; los ahogos que apenas podían aplacar un oxígeno a tope y un respirar entrecortado que a mi me asustaba más y más, por momentos.
A eso de las nueve me levanté para ir al baño. Cuando salí; ahí estaban los de los monos blancos con su bolsa de plástico negra.
Cuando me vieron salir, me acompañaron a mi cama y me volvieron a decir que no me preocupara.
Esta vez me volví a mi izquierda y así permanecí durante varias horas, sin atrever a moverme e intentando encontrar una oración como despedida para Abilio que no había podido tener el consuelo ni de sus hijos, ni de sus nietos, ni siquiera de ninguno de sus quince biznietos, en los últimos instantes de su vida.
Sería a eso de las siete de la mañana cuando los de los monos y de los cascos blancos, se llevaron a mi último compañero; y poco más de un cuarto de hora después, como la vez anterior, todo había quedado en perfecto estado de revista.
Después de un día con tantas emociones y sobresaltos, empezó a entrarme un sopor que me invadía y no dejaba ni de moverme.
Y me debí quedar profundamente dormido.
Me pareció que se cercaron dos enfermeras y me pareció escuchar:
?Como se llamaba?
Manuel CARRASCO...si, como el cantante...
Bueno en realidad no se si dijo cómo se llamaba o cómo se llama...
Así que aquí me tenéis esperando a ver si me despierto dentro de un rato o me encuentro que entran por la puerta los de los cascos blancos, con su saco de plástico preparado.

viernes, 17 de abril de 2020

¡HOGAR, DULCE HOGAR!


Después de algo más de un mes internado por el Coronavirus, hoy me han dado de alta y vuelvo a mi casa, vuelvo a mi hogar. (Como dice el anuncio).
Quiero compartir esta alegría, también con vosotros que durante estos días os habéis interesado por mi estado de salud y me habéis animado en estos días de enfermedad.
Gracias a todos y, como os prometí, seguiré contándoos algo de mi aventura hospitalaria, para que conozcáis de primera mano, algo de lo que está pasando en los hospitales y sobre todo, la gran labor que están desarrollando los profesionales, que desde aquí, de nuevo, quiero reconocer y agradecer.

¡MUCHAS GRACIAS A TODOS!

CUENTOS DEL CORONAVIRUS. 1



Cuento número 1.- Eustaquio Manuel aprende el arte del aseo hospitalario.
(Ni que decir tiene que no es que esté basado en hechos reales, es que es real como la vida misma. Ah y Eustaquio Manuel tampoco soy yo)

No os creáis que es fácil, que no; eso del aseo personal tiene su aquel.
Eustaquio Manuel nunca había estado hospitalizado; además, desde pequeño, siempre había tenido un poco de pudor y siempre le costó desnudarse delante de la gente.
Pues llegas aquí, unas enfermeras muy profesionales te quitan la ropa y te invitan a que te hagas el aseo. En el cuarto de baño, muy pequeño el,  hay una pequeña ducha pero el plato es toda la habitación y por mucho que te esmeres terminas poniendo perdido todo el cuarto de aseo.
Luego te vas lavando por partes y terminas secándote como mejor Dios te da entender.
Eustaquio Manuel lo paso muy mal; le podía el pudor y pasó un mal rato... pero eso fue el primer día, ahora presume de haber aprobado con nota el primero de aseo hospitalario.

jueves, 16 de abril de 2020

LA ÚLTIMA AVENTURA DE LOS NIÑOS DE LA POSGUERRA.




Nuestra generación; los que nacimos desde los años cuarenta a los cincuenta y tantos del siglo pasado, tuvimos unos inicios duros, aunque como éramos niños, y la mayoría pobres, por no tener, no tuvimos ni traumas.
Luego, sin embargo fuimos una generación que, con mucho trabajo, si; y con esfuerzo, logramos un progreso laboral y social que nos brindó muchas oportunidades. Además, en nuestra juventud, fue relativamente fácil progresar, aunque algunos tuvieron que emigrar para conseguir esa superación social que aquí en España, se resistía a llegar.
Como estábamos acostumbrados a tener carencias, se sobrellevó con un cierto estoicismo la falta de libertad y las limitaciones políticas y sociales que teníamos que soportar.
Fuimos los artífices de una transición política que se puede considerar modelica, aunque ahora, vista con otra perspectiva, algunos se atreven a criticar.
Partiendo del pluriempleo, nos compramos nuestro piso, nuestro cochecito e incluso una segunda vivienda en la playa o en el pueblo de nuestros padres.
Conseguimos que nuestros hijos fuesen a la Universidad porque, posiblemente, fue nuestra frustración y siempre quisimos que ellos llegasen a donde nosotros no habíamos podido llegar.
Y nos llegó la jubilación y con nuestra pensión y nuestros ahorros, nos asegurábamos una vejez tranquila y placentera. Bien es verdad que llegaron las crisis y tuvimos que ayudar a nuestros hijos y, en muchos casos, hacernos cargo de nuestros nietos.
Y nos llegó la última batalla en la que luchar. Llegó la pandemia del Coronavirus, y nuestra generación ha sido la más afectada; somos ya mayores, casi todos tenemos ya achaques y somos los más expuestos a sufrir los rigores del virus.
Las noticias son demasiado alarmantes y en esa última batalla llevamos todas las de perder... pero somos aquellos niños de la posguerra que logramos sobrevivir a las carencias que nos venían impuestas y logramos vencer.
Seguro que vamos a caer alguno en la batalla, pero esta guerra, también la vamos a ganar.

La fotografía:
La fotografía que ilustra el artículo debe ser de muy primero de los cincuenta y debe ser de un profesional.
Está tomada junto a la fuente y el pozo del patio de la calle de Morata 5 de Chinchón, donde actualmente está el Museo Etnológico “La Posada”
No es una foto improvisada. Recuerdo que llegó un “turista” y pasó a ver el patio. Nosotros estábamos jugando por allí y el fotógrafo preguntó si podía hacernos una foto. El que los niños estuviésemos en casa y “arregladitos” indica que debía ser domingo o día de fiesta.
Y se preparo el escenario. Buscó el encuadre. Colocó un seron, unas espuertas y un esportillo de pleita que debían estar en alguno de los soportales del patio y nos colocó a nosotros.
Estamos Jesús Garcia, el más pequeño, el primero a la derecha; detrás, su primo Julian Manquillo, que falleció ya hace muchos años. En el centro, mi hermana Maribel, y yo soy el que está sentado, detrás.

Por el encuadre, por el juego de la luz, con la dificultad de jugar con las sombras, y por la calidad de la imagen, no cabe duda de que la fotografía es de algún profesional de los tantos que por aquellos años empezaron a descubrir Chinchón como destino turístico.. De entre ellos podríamos destacar a fotógrafos como la austriaca Ingeborg Morath, Nicolas Muller, Cortina, el fotógrafo taurino Baldomero, incluso el mismísimo director de cine Carlos Saura.
Desgraciadamente no sabemos el nombre del autor de esta fotografía.

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SENTIRES. Canta Mª Antonia Moya. Edición remasterizada. 2012. Incluye las canciones siguientes:

AVE MARIA

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De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

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Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

LOS PELEGRINITOS
La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

PERFIDIA
Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

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"El amargo sabor de las rosas" Novela. Marzo de 2017

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"La boda" 1996 -2001. Inédito.Para leer el cuento, pincha en la imagen

ANDANZAS Y SENTIRES

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"Andanzas y sentires" 2003. Inédito. Para leer el libro, pinchar en la imagen,

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CUENTOS DE OTOÑO

CUENTOS DE OTOÑO
Cuentos de Otoño. 2006. Si quieres leer los cuentos, pulsa en la imagen.

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA
“Luz del Cielo” y otros relatos con nostalgia. 2019. Proximamente en este blog

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE
Cuentos de café con leche. Pinchar en la imagen para leer los cuentos.

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"Déjame que te cuente"... 2013. Recopilación. Para leerlo, pinchar en la portada del libro.

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LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III
Los viajes del Eremita. 2016.

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