¿Os acordáis de cuando éramos pequeños y parecía que nunca iba a llegar nuestro cumpleaños? ¿O cuando nunca terminaban de llegar las vacaciones? ¡Y no digamos lo que tardamos en poder ir al baile o en comprarnos el primer coche!
¿Y ahora? Ahora, sin darte cuenta, tu nieta tiene diecisiete años, tú te pasas todos los días por el hogar del jubilado a echar la partida y ya hace un montón de tiempo que no te compras ropa porque, entre que ya sales poco y que estás recuperando la que se te quedó pequeña, porque has adelgazado, no sientes ninguna necesidad de irte a dar una vuelta por el Corte Ingles.
Y no sé si sois conscientes de que la Semana Santa está a la vuelta de la esquina, cuando parece que nos acabamos de comer los polvorones. Y como además ahora no usamos los calendarios y las fechas en el reloj apenas si las vemos porque andamos mal de la vista; si nos descuidamos, han pasado seis o siete meses sin darnos cuenta, como no sea que, entre medias, hayamos tenido que ir a la revisión del médico.
Y además, esto tiene muy mala solución; o al menos, yo no logro encontrarla. Es que estamos tan tranquilos haciendo todos los días lo mismo, que nos es difícil hasta saber el día de la semana en que vivimos, y no digamos el del mes. Lo que es más fácil es saber la hora en que vivimos, porque tenemos que estar muy atentos para que no se nos pase cuando tenemos que tomar las pastillas.
Después de mucho pensarlo y no encontrar ninguna aplicación para el móvil que me ayudase a solucionar este problema, he llegado a la conclusión de que me tengo que buscar unas cuantas ilusiones, que bien distribuidas en el tiempo, seguro que me solucionan, mientras espero que lleguen, esto de que el tiempo pase tan deprisa.