jueves, 21 de mayo de 2020

LOS LISTOS QUE TODO LO SABEN.


El sábado pasado, en la rueda de prensa del Presidente del Gobierno en la Moncloa, el periodista alemán Martin Dahms, corresponsal del rotativo Berliner Zeitung, le hacia la siguiente pregunta:
“Me imagino que son tiempos difíciles, más difíciles que nunca para tomar decisiones, porque tenemos una realidad cambiante todos los días, tenemos conocimientos cambiantes todos los días, usted se tiene que basar en lo que le dicen expertos, los menciona muchas veces. Entre estos expertos tiene que haber discusiones, debates, incluso peleas, ¿se están levantando actas para que algún día sepamos cómo estamos llegando a las decisiones que ustedes están tomando estos días?”
Efectivamente, no son buenos tiempos para estar en un puesto de responsabilidad donde hay que tomar decisiones a diario que van a incidir directamente en la vida de las personas. Decisiones que pueden provocar incluso muertes y suponer un desastre para la economía. En estos casos se tiene que recurrir a los informes de los expertos, que también tienen una gran responsabilidad y de sus aciertos o sus errores pueden salir decisiones erróneas con la consiguiente repercusión para el futuro de todos. 
Hay que presuponer que tanto los que tienen que decidir como los que tienen que aconsejar quieren lo mejor para todos y que sus posibles errores de cálculo o de opciones, no se pueden atribuir a un deseo doloso de hacer el mal, sino a un error en la toma de decisiones.
Sin embargo, en estos días nos estamos encontrando a esos “listos que todo lo saben” que desde los periódicos, la televisión o las redes sociales no se cansan de dar su opinión asegurando que las decisiones que se están tomando no son las correctas, incluso que son intencionadamente perversas y que tanto los expertos como los que toman las decisiones están equivocados.
Lógicamente, no se preocupan demasiado en argumentar sus conclusiones y se basan en datos, generalmente parciales, cuando no claramente erróneos o distorsionados, y siempre tendentes a justificar sus ideas políticas o sus preferencias económicas; cuando lo que nos estamos jugando es una situación  sanitaria en la que están muchas vidas en grave peligro.
También se pone en entredicho a los expertos consultados que,  como parece lógico, no se difunde sus nombres. Pero no importa, ya hay quien se ha inventado una lista de personas - Qué según parece corresponden a un comité creado para otros fines - y se han encargado de menospreciarlos y deducir que son los culpables de los malos consejos que recibe el gobierno. 
Lo dicho, que “esos listos que todo lo saben”, toreando a toro pasado, se atreven a poner en duda las decisiones tomadas; cuando, por otra parte, escuchas a médicos y expertos independientes, apoyar las decisiones que han tomado las autoridades.
Todos sabemos que las decisiones pueden ser buenas o malas en función de sus resultados finales; pero que también pueden ser correctas o incorrectas en función de la situación y los datos de que se disponen en el momento de la toma de decisiones. Una decisión puede estar tomada correctamente y ser mala, como puede ser buena una decisión tomada incorrectamente. 
En estos tiempos de incertidumbre y de peligro real para la salud y la economía de todos, sería deseable que esos “listillos” tuvieran un poco de respeto a todos nosotros y se mantuviesen calladitos, como no sea para aportar ideas viables y sensatas que puedan ser tomadas en consideración.

miércoles, 20 de mayo de 2020

13º CONDE DE CHINCHÓN: DON LUIS ANTONIO JAIME DE BORBON Y FARNESIO.


XIII.- El Infante Don Luis (Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio) XIII Conde de Chinchón.

Al cambiar su residencia definitivamente a Italia, el duodécimo conde de Chinchón, el Infante don Felipe de Borbón, vendió el Condado de Chinchón a su hermano pequeño don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio el 28 de mayo de 1761, lo que va a suponer un cambio significativo en la actitud del nuevo conde en comparación con su antecesor. Mientras éste no se ocupó personalmente del Estado de Chinchón por estar centrado en asuntos oficiales de mucha mayor importancia, ostentando títulos de mayor rango, don Luis eligió para sí el título de Conde de Chinchón, porque, según decía, era el único que había conseguido por sí mismo.
El nuevo conde había comprado un poco antes el señorío de Boadilla a la señora de Mirabel, por 1.200.000 reales, que aumento con compras a los concejos de Boadilla y Pozuelo de Alarcón, a los premonstratenses de San Joaquín de Madrid, y a las monjas de Santa Clara de Boadilla. Por la compra del Condado de Chinchón pagó a su hermano Felipe catorce millones de maravedíes.
Impulsó las obras de restauración de la Iglesia de la Piedad y respaldó la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País de Chinchón; pero vamos a empezar por el principio.
Don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio había nacido en Madrid el 25 de julio de 1727, hijo de Felipe V y de su segunda esposa Isabel de Farnesio. Sus primeros años los pasó en Sevilla, porque allí se había trasladado la corte para que el rey pudiese superar uno de sus estados de postración en los que caía frecuentemente. A los seis años regresa a Madrid y vive en el Palacio del Buen Retiro y en los distintos Sitios Reales, bajo la tutela de su viejo ayo, el marqués Aníbal Scotti, demasiado mayor para imponer ninguna clase de disciplina al displicente infante, que no mostraba demasiado entusiasmo por el aprendizaje.
Su madre, autoritaria y ambiciosa, se había ocupado en buscar para todos sus descendientes honores y títulos; y como no quedaban en Europa más reinos por repartir, para el pequeño Luis Antonio le reservó altos honores eclesiásticos y a los 7 años es nombrado arzobispo de Toledo. El papa Clemente XII no había visto con buenos ojos este nombramiento pero tiene que claudicar y concederle el capelo cardenalicio y 4 años después es, también, nombrado arzobispo de Sevilla. Estos dos cargos eclesiásticos eran los que mayores rentas disponían en toda España.
A los veintinueve años renunció a los honores eclesiásticos, que había recibido cuando era un niño, porque su conciencia no le permitía vivir una vida que no fuese acorde con las altas dignidades que ostentaba... aunque, bien es verdad, con ello no perdió las rentas de las mitras de Toledo y de Sevilla, que le permitieron realizar el sueño de construirme una pequeña corte en Arenas de San Pedro y terminar de construir el palacio de Bobadilla que había diseñado su amigo Ventura Rodríguez.
Su padre llegó a ser rey de España por una carambola del destino, y él o sus herederos no lo fueron por las artimañas de su hermano Carlos III que se encargó de urdir una sofisticada trama que se plasmó en la real Pragmática que se publicó el 27 de marzo de 1776.
Cuando el Infante tomó la decisión de contraer matrimonio, su hermano, vio amenazado el derecho de sus hijos al trono, porque según la ley Sálica no podían reinar los no nacidos en España, y ellos habían nacido en Nápoles, y se negó sistemáticamente a que me casase con mujer de igual condición. Al fin, permitió la boda con doña María Teresa Vallábriga, que era demasiado joven; él tenía entonces 49 años y ella sólo 17.
Se casaron en Olías del Rey el día 27 de junio de 1776, en el Palacio de Fernardina, y en la ceremonia se estrenó la Serenata en Re Mayor que había compuesto Boccherini expresamente para ese día.
Tuvieron cuatro hijos. El primero Luis María, que nació en el palacio de Villena de Cadalso de los Vidrios, el 22 de mayo de 1777.
Luego, en Arenas de San Pedro, nació, el 6 de marzo de 1779, su segundo hijo que llamamos Antonio María, y que fue apadrinado por el obispo de Ávila, Don Miguel Fernando Merino; aunque sólo viviese unos meses y murió en diciembre de ese mismo año y decidió que fuese enterrado en la cripta de la Iglesia de Chinchón. Allí don Miguel Ramón, que entonces era el párroco de Chinchón, mandó colocar una lápida en la que se leía:

ANTONIO MARIAE AEXIMIAE VENVSTATIS CVMVL QVI COCLO DIGNVS TERRAM NONDUM ACCAM COMPLETIS MESIBVS TENVIT DILECTISSIMO FILIO LVDOVICVS HISPANOVM INFANS ET MARIA TERESA DULCISSIMA CONJVS HOC SVAE PIETATIS TESTIMONIVM ET MAXIMI AMORIS MONIMENTVM. R

Aunque hay algunas palabras que deben estar mal copiadas, la traducción aproximada, podría ser:

LUIS, INFANTE DE LOS ESPAÑOLES,
Y MARÍA TERESA, SU DULCÍSIMA ESPOSA, DEDICAN ESTE MONUMENTO COMO TESTIMONIO DE SU PIEDAD
Y SU MÁXIMO AMOR A SU QUERIDO HIJO ANTONIO MARÍA

CÚMULO DE EXIMIA BELLEZA QUIEN VIVIÓ CON DIGNIDAD APENAS DIEZ MESES

Sus otras dos hijas nacieron en el palacio de Velada: el 26 de noviembre de 1780 nació María Teresa Josefa y el 6 de junio de del año siguiente, María Luisa Fernanda.

La toma de posesión del condado se realizó con fecha 11 de junio de 1761, estando representado el conde por el Caballero de Santiago don Sebastián Fernández de Helices. Asistieron a la ceremonia representantes de todas las villas del Condado y Estado de Chinchón, y se celebró en el salón de juntas del Ayuntamiento. El testimonio de este acto lo redactó el escribano Manuel Machuca, y por él sabemos que los representantes de Chinchón en este acto fueron el Corregidor don Francisco Rivero Ramírez de Arellano, abogado de los Reales Consejos, don Francisco Irala alcalde ordinario del estado noble, Juan Antonio González Recas, alcalde del estado general, don Blas Dusmet y don Vicente Carrasco regidores del estado noble, y don Gabriel Díaz y don Francisco Ortego, del estado general. Asistieron como testigos muchos caba- lleros y personas de distinción de todas las clases, como don Juan Carrasco y Latorre, don Bernardino de Calba, y don Francisco Ortiz de Zárate, de Chinchón y los representantes del conde don Juan Antonio de Pinillos, don Manuel Moreno y don José de Echevarría.
Después de este acto, el apoderado del Infante acompañado de todos, tomó posesión de los distintos patronatos: Capilla mayor de la parroquia; Capilla de la Piedad en la iglesia nueva, representada por el capellán mayor don José de Fominaya Monterroso; Convento de Santa Clara representado por la madre abadesa Sor María Antonia de la Santísima Trinidad y por el padre vicario Fray José de Cobos, y la capilla mayor del convento de San Agustín, representado por su Prior Fray Francisco Salcedo.
A las seis de la tarde pasó al castillo, en cuya puerta estaba el gobernador de estos Estados don Blas Manuel Dusmet que le entregó las llaves de la fortaleza, recorriendo el apoderado del infante sus estancias, paseando por sus almenas y abriendo y cerrando puertas en señal de posesión. Devolvió después las lla- ves al gobernador para que las tuviera a orden y disposición del Infante.
D. Luis, utilizó el título de Conde de Chinchón, en vez de otros de mayor rango, y se preocupó de los asuntos del pueblo. Envió a su arquitecto personal, Ventura Rodríguez, para que se encargase de la restauración de la Iglesia.
Efectivamente, en el año 1782 don Miguel Ramón Linacero, cura párroco de Chinchón es el promotor de la remodelación y ornamentación de la Iglesia de la Piedad. Consigue que el Conde, el Infante don Luis, envié a Chinchón a su arquitecto Ventura Rodríguez, que se encarga de planificar las obras, haciendo grandes cambios en todo el templo, sobre todo en el presbiterio.
Fue protector de Francisco de Goya, quien le visitaba frecuentemente en el Palacio y quien hizo varios retratos de toda su familia.
Gracias a su intervención, don Camilo de Goya y Lucientes, hermano del pintor, fue nombrado capellán de la Iglesia de la Piedad de Chinchón.
Falleció el 7 de agosto de 1785, en el Palacio de Mosquera de Arenas De San Pedro. 

martes, 19 de mayo de 2020

12º CONDE DE CHINCHÓN: DON FELIPE DE BORBÓN Y FARNESIO.



XII.- Felipe de Borbón y Farnesio (1738-1761)

Con la autorización del Rey Felipe V, el 25 de octubre de 1738, Don José de Sforza y Cesarini, duque de Genzano, vende el título y Estado de Chinchón, con Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Seseña, Villaconejos, Valdelaguna, Villaviciosa de Odón, Moraleja la Mayor, Moraleja de Enmedio, Sacedón y Serranillos, al Infante don Felipe de Borbón y Farnesio, hijo del rey Felipe V.
El Infante había nacido en Madrid el 15 de mayo de 1720 y tenía 17 años cuando se convierte en el duodécimo conde de Chinchón.
Como es de suponer, la noticia de la compra del Condado por el hijo del Rey causó una gran conmoción en todos los pueblos mencionados. Eran conscientes de las posibilidades que se abrían al pasar a ser posesión de la familia real. Además, por su proximidad a la corte y al real sitio de Aranjuez, lugares de residencia de los reyes, ofrecía una oportunidad para que en estos pueblos se fuesen asentando familias que pretendían, por unas u otras causas, estar cerca de la realeza.
Aunque la fecha oficial de la venta fue el día 25 de octubre, desde unos meses antes la noticia es conocida en el Condado y, como era normal en estas circunstancias, los representantes de todos los pueblos se apresuran a solicitar autorización para organizar grandes fiestas conmemorativas del acontecimiento. Como contestación a estas solicitudes, con fecha 21 de septiembre de 1738 don Miguel Herrero de Espeleta, representantes del Infante, dirige al Ayuntamiento de Chinchón un escrito en el que se indica que "ante la solicitud de los distintos pueblos del condado para celebrar fiestas públicas por la felicidad que van a adquirir en ser vasallos de tan grande y benigno príncipe, y deseando al mismo tiempo que estas demostraciones no excedan de los límites de la actual posibilidad, autorizan a Chinchón a celebrar con este motivo los siguientes actos: Dos fiestas de toros, sin caballero, en la Plaza, y demás circunstancias al arbitrio de la villa. Tres noches de fuegos y luminarias, moderando el gasto de los fuegos. Dos comedias y una mojiganga". A continuación detalla las fiestas que pueden realizar los restantes pueblos.
En otro escrito de la misma fecha se comunica que el príncipe ha permitido que se entregue al pueblo un retrato de su Real Persona, para que sea colocado en el lugar que se indicará.
Y el 1 de octubre de 1738 solicita al Ayuntamiento de Chinchón que nombre una comisión que ha de recibir al Cardenal don Gaspar de Molina y Oviedo, cuando llegue a Chinchón para tomar posesión del condado en nombre del Infante don Felipe de Borbón.
Se publicó un librito en verso, titulado “Ya es nueva corte Chinchón", en la que "Descríbense, en compendio, las plausibles fiestas que en muestra de su amor y regocijo, hizo la Villa de Chinchón, al rendir su obediencia y posesión al Serenísimo Señor Infante don Phelipe de Borbón, Gran Prior de San Juan, Almirante de la Mar, Conde de Chinchón y de Odón, Marqués de San Martín, etc. Por medio del Eminentísimo Señor D. Fray Gaspar de Molina y Oviedo, Cardenal de la Santa Romana Iglesia, Obispo de Málaga, Gobernador del Real y Supremo Consejo de Castilla y Comissario General de la Santa Cruzada, por D. Diego Sánchez Agudo, natural de la misma villa, quien la dedica a S.A.R., por mano de su Eminencia".
Su autor, como se dice, es Diego Sánchez Agudo, y está editado en el año 1738 en Madrid, por la Imprenta de Lorenzo Francisco Mojados. Es un pequeño libro de sólo 36 páginas, de 21x35 cm. Contiene tres grabados de colofones y sus páginas están orladas.

El Cardenal permaneció, como ya se ha dicho, alojado en el Convento de los padres agustinos durante los días que duraron los actos de toma de posesión, que se prolongaron hasta el día 9 de noviembre.
En esta época del año suele hacer mal tiempo en Chinchón y 1738 no debió ser una excepción; debió llover durante esos días, según se desprende del acta de una junta celebrada por la corporación municipal el día 5 de noviembre. En la misma se dan instrucciones para la organización de las fiestas que se están celebrando esos días con motivo de la toma de posesión, indicándose que se arregle la plaza echando paja y grava, que se disponga para que los balcones sean ocupados por las personas más importantes, y que se corran los catorce toros; y si no fuese posible matarlos todos el mismo día, que se encierren para correrlos al día siguiente, y que la otra corrida (para la que también tenían autorización) se posponga hasta nuevo acuerdo.
El Cardenal debió informar al Rey de los fastos que se habían organizado y la acogida que le habían dispensado y el monarca tampoco habría olvidado las muestras de lealtad que a él mismo le había dispensado el pueblo cuando pernoctó en Chinchón en el año 1706, así como su apoyo durante la guerra de sucesión. Por eso, al mes siguiente, el 26 de diciembre, decide conceder a Chinchón la gracia de que se titule “La Muy Noble y Muy Leal".

El 1 de julio de 1747 el infante-conde hace cesión de todos sus derechos sobre de todas las dehesas y baldíos del término municipal de Chinchón, mediante la pensión anual de setenta reales, que había de pagar la villa el 22 de marzo de cada año. Esta cesión se firmó en Chinchón, en escritura ante el escribano don Manuel José de Herrera, representando al infante el licenciado don Andrés Rodríguez, abogado de los Reales Consejos y de Cámara de la Alteza, y a la villa, los regidores por ambos estados, don Bernardino de la Calva y Frías y don José Bravo. Estos terrenos los había recibido el príncipe por un Real Decreto, al que ya hicimos referencia, dado por el Rey Felipe V, en San Ildefonso el día 20 de agosto de 1740.

lunes, 18 de mayo de 2020

9º, 10º y 11º CONDES DE CHINCHÓN: LOS CONDES ITALIANOS.


IX.- Julio Savelli y Peretti (1683-1712)
X.- Juan Jorge Sforza Cesarini Savelli (1712-1729)
XI.- José Sforza Cesarini Savelli (1729-1738)

La línea de sucesión colateral italiana de los Cabrera Bobadilla, estaba representada por don Julio Saveli Fernández de Cabrera y Bobadilla, príncipe de Albano y Venafo, que era Guarda del Cónclave en el Vaticano, y grande de España de primera clase. Para gobernar sus posesiones en Chinchón nombró a don Lucas Pastor.
Hay que decir que con motivo de la Guerra de Sucesión, el pueblo de Chinchón se alinea con Felipe V y en contra del Archiduque Carlos.  No obstante, el reconocimiento al rey por parte del pueblo de Chinchón no era compartido por su Conde italiano a quien, por un decreto de 30 de septiembre de 1707, le fueron secuestrados los Estados que poseía en España, por haber reconocido y prestado acatamiento al Archiduque Carlos, cuando sus tropas entraron en Nápoles.
Por este motivo la administración del Estado de Chinchón fue confiada, con goce de frutos, a don Carlos Manuel Homo-Dei Pacheco Lasso de la Vega, marqués de Almonacid de los Oteros, embajador de Felipe V y Caballerizo Mayor de la reina María Luisa de Saboya.
A la muerte sin descendencia del conde don Julio Saveli el día 5 de marzo de 1712, se promovió un largo pleito para determinar el derecho a la sucesión en el Mayorazgo y Estado de Chinchón, entre las siguientes personas:
Don Juan Jorge Cayetano de Sforza, Duque de Cesarini y su hijo José Sforza, vecino de Roma.
Doña Sinforosa Manrique de Lara Cabrera Bobadilla, duquesa de Nájera, representada por su marido don Gaspar Manuel Manrique de Lara Portocarrero y Moscoso.
Don José Fernández Pacheco Cabrera Bobadilla, marqués de Vezmar y Moya. Doña Gloria Cesarini, don José Francisco de Herrera y don Virgilio Colonna que fueron declarados en rebeldía.
En el año 1728 fue ganado el pleito por Don Juan Jorge Cayetano Sforza y con sus poderes y después con los de su hijo, administraron el Condado de Chinchón don Ambrosio María Adriani y don Juan Bautista Dusmet.
No queda constancia si los condes italianos visitaron en alguna ocasión sus posesiones en Chinchón. A la muerte de su padre hereda el título don José de Sforza y Cesarini, duque de Genzano, quien el 25 de octubre de 1738 vende el título y Estado de Chinchón, con Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Seseña, Villaconejos, Valdelaguna, Villaviciosa de Odón, Moraleja la Mayor, Moraleja de Enmedio, Sacedón y Serranillos, al Infante don Felipe de Borbón y Farnesio, hijo del rey Felipe V.
Por tanto, durante los 55 años que transcurren entre 1683 a 1738, el Condado de Chinchón perteneció a la rama Italiana de la Familia Cabrera-Bobadilla.
Aunque hemos dicho que no hay constancia de que alguno de los titulares del Condado visitasen Chinchón, sí es posible que alguna familia italiana se pudiese asentar en nuestro pueblo, aunque tampoco queda constancia de ello, a excepción de la Familia del Nero, cuyos descendientes aún siguen residiendo en Chinchón.

domingo, 17 de mayo de 2020

6º, 7º y 8º CONDES DE CHINCHON: TRES CONDESAS DE TRANSICIÓN:



VI.- Inés de Castro Cabrera y Bobadilla (1665-1665)
VII.- Francisca de Cárdenas Cabrera y Bobadilla (1666-1669)
VIII.- Francisca de Castro Cabrera y Bobadilla (1669-1683)

Al morir sin descendencia don Francisco Fausto, hereda el condado su prima doña Inés de Castro y Rivera.
Era doña Inés hija de don Andrés de Castro y Rivera y de doña Inés de Rivera Enríquez y Suárez de Castilla, y nieta de doña Teresa Cabrera y de la Cerda y de don Pedro de Castro, conde de Lemos, y biznieta del segundo conde de Chinchón. Era también viuda de don Alejo de Cárdenas, marqués de la Mota y de la Puebla.
Poco más de dos meses tuvo el título la sexta condesa de Chinchón, pues murió el día 27 de diciembre de ese mismo año, sucediéndola su hija doña Francisca de Cárdenas y Castro, bajo la tutela de su abuela doña Inés de Rivera Enríquez.
Esta señora murió en Chinchón el 10 de junio de 1669 siendo enterrada en la capilla de la Piedad. Unos meses después, el 27 de octubre de ese mismo año muere la joven condesa, estando soltera y sin descendencia, por lo que el condado de Chinchón pasa a su tía doña Francisca de Castro y Enríquez de Rivera que se convierte así en la octava condesa de la casa.
Al año siguiente se casa doña Francisca con su primo don Francisco de Guzmán Cabrera Bobadilla, que muere sólo dos años después, el día 29 de julio de 1672. Se casa de nuevo en el año 1677 con don Enrique Benavides, marqués de Bayona, que ostentaba el cargo de General de las Galeras de España y era del Consejo de Su Majestad.
No tiene descendencia en ninguno de los dos matrimonios y a su muerte en enero de 1683, pasan los títulos, la Casa y el Mayorazgo de Chinchón a la línea de sucesión colateral italiana.

sábado, 16 de mayo de 2020

RESPETO


Posiblemente no se lo pueda llamar plagio, ni incluso, apropiación indebida; pero no es ético ni elegante, es, posiblemente solo, una falta de respeto.
Me estoy refiriendo a la extendida costumbre de hoy día, de tomar de internet fotografías, textos, dibujos, etc, etc., y publicarlos después como propios. Así te puedes encontrar en diversas publicaciones de Facebook, páginas web, blogs, y Whatsapp cualquier texto tuyo, cualquier fotografía de tu familia, cualquier artículo copiado parcialmente, que tu publicaste y subiste a internet, y que ahora se lo apropia cualquiera, y no solamente personas físicas, sino incluso, páginas más o menos oficiales o colectivas, sin que nadie te haya pedido permiso, y ni siquiera indicar de donde procede. Y no me refiero a que alguien reenvíe algo publicado porque le ha gustado; no, me refiero a los que lo copian y lo publican como si fuera de creación propia. 
Por supuesto que no vas a entablar una demanda judicial, ni llamarles la atención; deberíamos ser un poco más respetuosos con el trabajo de los demás, y ya que la mayoría lo hacemos por el amor al arte y sin ningún deseo de lucro, al menos que se reconozca lo bueno que hayamos podido hacer y que de ello no se aproveche ningún desaprensivo, generalmente inculto, que no tiene ningún respeto por el trabajo ajeno.
Aunque hay mucho ejemplos, me voy centrar en la página “Fotos antiguas de Chinchón”. Esta página se creo para recoger las fotografías antiguas de Chinchón y de los Chinchonenses, que cada uno quisiera compartir de las fotos familiares que tuviera en su archivo. 
Pero vemos que te puedes encontrar una fotografía de tu familia, que tu publicaste en algún documento; ahora puesta en una publicación fuera de contexto, donde no tiene ningún sentido.
Ni que decir tiene que además se publican documentos y fotografías con muchos errores, y no solo de fecha, sino incluso, diciendo que es un “cartel antiguo de Chinchón” cuando se trata de la portada de un libro.
A los particulares, solo pedirles un poco de respeto hacia el trabajo de los demás; a las entidades y administradores de grupos, que pongan un poco de cuidado en lo que publican, o al menos exijan que se indique de donde han sacado ese documento o esa fotografía.
Me consta que el Blog del Eremita es una referencia para consultas y fotografías sobre temas de Chinchón. En muchas ocasiones se han dirigido a mi para utilizar mis escritos y documentos, a lo que siempre he accedido; incluso me agrada ver mis “cosas” en otras páginas de internet; pero cuando se es muy reiterativo en la utilización de lo ajeno, ya llega a cansar.
En resumen, solo ¡un poco de respeto!

viernes, 15 de mayo de 2020

5º CONDE DE CHINCHÓN: FRANCISCO FAUSTO FERNÁNDEZ DE CABRERA BOBADILLA.



Francisco Fausto,  que había nacido el 4 de enero de 1629, en Lambayeque (Perú), durante el virreinato de sus padres sucedió a su padre como V Conde de Chinchon y fue el último conde de la dinastía.
Tenemos que recordar que sus abuelos don Diego y doña Inés habían iniciado la construcción del Monasterio de Inmaculada Concepción de las hermanas clarisas, que continuaron sus padres.
El 28 de octubre de 1653, el Señor Conde inaugura el convento y elige como primera abadesa a Juana de la Santísima Trinidad, en el siglo, Da. Juana Fernández de Pacheco y de Portugal, natural de Escalona, hija de los Marqueses de Villena, nieta de los Infantes de Portugal y prima de los condes fundadores, que había profesado en el Convento de las Descalzas Reales de Madrid, en el año 1617.
La fundación, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, fue dotada para treinta y tres religiosas, reservándose el conde el derecho de presentación de doce de ellas.
Cuando muere el 1 de octubre de 1665 es enterrado en un mausoleo que se construyó en el coro del convento. En el mismo se colocaron unas estatuas de mármol del conde y de su esposa y una lápida, que en la actualidad está muy deteriorada, con partes que han desaparecido totalmente, Aunque al faltar varias palabras es difícil hacer la traducción del texto latino, en las partes que están completas, se puede leer:

AQUÍ YACE EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON FRANCISCO FAUSTO FERNANDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA, CONDE DE CHINCHÓN, MARQUES DE SAN MARTIN DE LA VEGA, DISTINGUIDO CON LA INSIGNIA DE LA SAGRADA ORDEN MILITAR DE SANTIAGO Y COMENDADOR DE LA MISMA EN EL CAMPO DE CRIPTANA......
.... LA ESCELENTÍSIMA SEÑORA DOÑA FRANCISCA DE CORDOBA Y VELASCO, SU QUERIDÍSIMA ESPOSA, CONSTRUYÓ ESTE SEPULCRO, COMO MONUMENTO DE DOLOR Y AL MISMO TIEMPO DE SU SINCERO AMOR. MURIÓ EL PRIMER DÍA DE OCTUBRE DEL AÑO MIL SEISCIENTOS SESENTA Y CINCO.

Como dice esta lápida fue nombrado en el año 1642, antes de suceder a su padre, Marqués de San Martín de la Vega y fue Comendador del Campo de Criptana de la Orden de Santiago. Amplió el Mayorazgo que fundaron los primeros señores de Chinchón, por testamento otorgado en Madrid el día 3 de mayo de 1665.
Se había casado con doña Francisca de Córdoba y Velasco, hija del Marqués del Fresno, con quien no tuvo descendencia, por lo que le sucedió en el condado su prima doña Inés de Castro y Rivera.
Unos días después de su muerte el Concejo de Chinchón acuerda hacer honras fúnebres y nombrar a una comisión que se traslade a Madrid para dar el pésame a su viuda y a su heredera.
Como se ve el conde ya tenía su residencia en la Corte pero seguía ocupándose de su condado, y no solo de los aspectos políticos y económicos, sino también de los aspectos morales. Sin duda que el Conde había demostrado su interés por los aspectos religiosos con la terminación y ampliación de la fundación del convento de religiosas, y este carácter religioso y moralizador lo manifiesta en un escrito que envía al concejo de Chinchón, en cuyo libro de acuerdos municipales, con fecha 11 de febrero de 1665, se recoge una disposición del conde que, por su curiosidad recogemos íntegramente, y dice así:
"Luego que recibáis esta os informaréis, con todo cuidado, si en esa villa hay algunos pecados públicos o secretos u otras cosas dignas de remedio; y sobre ello haréis toda la diligencia e inquisición necesaria, con intervención del cura y habiéndolo averiguado, pondréis en ello el que convenga por el camino que a todos pareciese más apropiado, para que se consiga el servicio de Nuestro Señor y bien de las almas de mis vasallos.
Así que os encargo las conciencias, para que la mía no lo quede, y os advierto que así la averiguación como el remedio, se hagan con la prudencia, por si acaso tocare a mujeres casadas o personas constituidas en buena opinión; pero que sea sin reservación de nadie; y no solo lo que fueran liviandades sino también usura y otros procederes ilícitos; y porque pueda tener mejor efecto, en caso necesario, daréis cuenta a mi corregidor, para que con su autoridad se reforme. Estando ya advertido, porque yo se lo he escrito así. Y juntamente con el cura me enviareis recibo de la carta, con que yo quede asegurado de que ha llegado a vuestras manos y libre del escrúpulo de mi obligación".

jueves, 14 de mayo de 2020

4º CONDE DE CHINCHÓN: DON LUIS JERÓNIMO FERNANDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA.



Luis Jerónimo de Cabrera y Bobadilla (Nació en Madrid el 20 de Octubre de 1589 y murió en Madrid el 28 de octubre de 1647) IV Conde de Chinchón. Fue tesorero general del Consejo de Aragón entre 1612 y 1627[1] y virrey del Perú durante diez años, desde 1629 hasta 1639.
Sus padres fueron Diego Fernández de Cabrera y Mendoza, tercer conde de Chinchón, e Inés Pacheco.
Al concluir su mandato como virrey en 1639, Cabrera regresó a España, donde llegó a ser consejero de estado y acompañó al rey Felipe IV en la campaña de Navarra, Aragón y Valencia.
Contrajo matrimonio dos veces: la primera con Ana Osorio Manrique, hija de los Marqueses de Astorga, con quien no tuvo sucesión y la segunda con Francisca Enríquez de Rivera, hija de Afán de Rivera, con quien tuvo un único hijo, Francisco Fausto, que le sucedió en sus títulos nobiliarios.
EL IV Conde de Chinchón fue el que, sin duda, alcanzó el puesto de mayor rango, al ser nombrado Virrey del Perú.
El año 1628 iba a ser de gran importancia para el IV conde de Chinchón. El día 18 de febrero de ese año, S.M. el Rey de España, Felipe IV, nombra Virrey del Perú a don Luís Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla de la Cerda y Mendoza, conde de Chinchón. Tenía 39 años.
Durante los años que permaneció fuera de España, delegó el gobierno de su Casa y Estado a don José Carvajal, que era también Consejero de Estado, y su secretario y lugarteniente como Tesorero General de la Corona de Aragón; a este lo sustituyó después don Juan de Olavarría.
Embarcan en Cadiz el 7 de mayo de 1628, en la armada de galeones al mando de don Fadrique de Toledo, con rumbo a America, y después de treinta y tres días de navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias, el día 19 de junio.
El Virrey tomó una embarcación y navegó sin novedad hasta el Callao. Sin embargo decidió que su esposa hiciese el viaje por tierra por estar embarazada, teniendo que soportar una larga marcha hasta llegar a Lima. Antes de llegar, en Lambayeque, del Obispado de Trujillo, dio a luz a su hijo, el 4 de enero de 1629, que fue bautizado por el licenciado don Fernando de Contreras, capellán y tesorero del Conde, con los nombres de Francisco, Fausto, Antonio y Melchor. 
El Conde de Chinchón no fue una figura excepcional en la historia de la civilización española en América. Era un hombre cristiano, leal, recto y prudente, uno de tantos españoles que dejaron su patria y marcharon a aquellas tierras lejanas con el afán de servir a su Patria y a su Rey, y sin perder de vista la obligación de ayudar desde sus puestos a los encargados de cristianizar el nuevo mundo.
Ruben Vargas Ugarte, en su introducción al “Diario de Lima” dice que “el período del Conde no se señaló por ningún hecho sobresaliente, pero sin ser autor de grandes reformas y haberse significado como impulsor de obras de capital importancia, fue un gobernante discreto y acertado, celoso del cumplimiento de sus deberes e inclinado siempre a hacer justicia y mirar por el bien de sus subordinados. No puede atribuírsele mejor elogio. Agobiada la Monarquía por las continuas guerras y el despilfarro introducido por validos y favoritos, corría a su ruina y, para detenerla se hacía preciso demandar continuos auxilios pecuniarios.... El Conde de Chinchón hubo de plegarse a esta política egoísta que empequeñecía su labor, reduciéndola a la categoría de administrador de un hidalgo manirroto”.

Según su criado Diego Pérez Gallego, el Conde de Chinchón era un hombre minucioso y ordenado que “pasaba un día como los demás y refiriendo el exercicio de uno está dicho el que tuvo en los doce años que vivió en las Yndias”. 
Según escribe Luís Hernández Alonso en su “Virreinato del Perú”, no admitía camarillas. 
En cuanto a sus virtudes, se puede reseñar que supo aunar la valentía con la prudencia, la energía con la comprensión, habiendo que destacar su sentido de la justicia, su caballerosidad y su discreción.
Su prudencia se manifestó en el cuidado de guardar las leyes y ordenanzas antiguas, pues consideraba que la novedad trae consigo generalmente odios y crea quejas y disgustos. No se dejaba llevar por la pasión en la toma de decisiones. Su criado dejó escrito: “Nunca pensó lo que no era, ni dixo lo que no sabía ni creía; dezia lo que no tenía, ni jamás dixo todo lo que sabía, ni creyó todo lo que oía. Qué buenas propiedades de Virrey, y más de tierra tan dilatada donde los informes son varios y contrarios muchas veces”.
Era el Conde de Chinchón muy riguroso en cosas tocantes a la moral y a los deberes y prácticas religiosas. Daba órdenes para que la tropa y las personas que iban a viajar por mar se confesasen y comulgasen, como en aquel tiempo de largas navegaciones se acostumbraba. Prohibió se reuniesen ambos sexos en las distribuciones devotas que se hacían por cuaresma en diferentes templos: así mismo mandó en 1630, que en el Teatro estuviesen siempre separados los hombres y las mujeres; que las de la plebe no usasen ropas de seda y otros artículos de lujo: y dictó frecuentes providencias, intentando extinguir el hábito de cubrirse aquéllas el rostro. Favoreció el proyecto de establecer una casa particularmente destinada para huérfanas en Lima; y contribuyó al acrecentamiento de las rentas del hospicio de niños expósitos.

Pero sin duda el hecho que ha marcado su historia es el no probado históricamente descubrimiento de la quina como remedio para el paludismo, que se atribuye a la curación de la Virreina con este tratamiento.

Como digo, es un hecho no suficientemente probado históricamente, y bien pudo ser una leyenda inventada con fines comerciales; pero la realidad es que el naturalista sueco Linneo dio el nombre científico de “Chinchona” a la quina, en honor y recuerdo de doña Francisca Enríquez de Rivera, Virreina del Peru y Condesa de Chinchón, y eso si ha quedado en la historia.

Aunque la fecha oficial de la terminación de su mandato en Peru fue el día 18 de diciembre de 1939, fecha en que tomó el mando su sucesor don Pedro Álvarez de Toledo y Leiva, Marqués de Mancera, el Conde de Chinchón no salió de Perú hasta el día 2 de junio de 1640. Durante varios meses estuvieron recorriendo varios países de América hasta que llegaron a Colombia para embarcar hacia España en Cartagena de Indias. Allí murió Doña Francisca Enríquez de Rivera, condesa consorte de Chinchón, el 14 de enero de 1641 cuando iban a iniciar el viaje de regreso a España y allí recibió cristiana sepultura. En su tumba se colocó una estatua de alabastro con la efigie de la Virreina.
Don Luís Jerónimo acompañado por su hijo y todo su séquito embarcó con rumbo a España para seguir desempeñando los otros altos cargos que ostentaba.

miércoles, 13 de mayo de 2020

3º CONDE DE CHINCHÓN: DIEGO FERNÁNDEZ DE CABRERA Y BOBADILLA.



Don Diego, el conde constructor.

Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, III Conde de Chinchón, nació en  Chinchón en fecha que desconocemos y murió en Madrid el 23 de noviembre de 1608. Tesorero general de la Corona de Aragón, mayordomo de la Casa Real y consejero de Estado, Guerra, Aragón e Italia.
Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla fue el hijo primogénito de Pedro Fernández de Cabrera, II conde de Chinchón desde 1522, y de Mencía de la Cerda y Mendoza, tía de la célebre Ana de Mendoza, mujer de Ruy Gómez de Silva. 
Han llegado pocas noticias acerca de la primera etapa de la vida de Diego, aunque se sabe que nació en la villa de Chinchón. Sus primeros pasos en el servicio del Rey los dio en jornadas de guerra. Algunos cronistas señalan su participación en las campañas militares contra Francia de la década de los cincuenta y en el socorro de Mazalquivir de 1563. Posteriormente se asentó en la Corte para asistir a su padre en sus oficios, hasta el punto de que, en 1571, se rumoreó que le iba a traspasar la Tesorería General de la Corona de Aragón, que le daba acceso a los consejos de Aragón e Italia, y que su padre disfrutaba desde 1558, gracias a su relación con el portugués Gómez de Silva. Durante este período se inició en los entresijos del Gobierno y en las intrigas y maniobras palaciegas, en las que llegó a ser consumado especialista.
Don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla nació en Chinchón, como varios de sus hermanos y como su padre, y como él también desempeñó importantes cargos oficiales estando, siempre, muy cerca del Rey Felipe II.
Esta estrecha relación con el monarca se puede comprobar en la correspondencia que mantuvieron. Son un total de 26 cartas manuscritas, en 47 folios, fechadas de 1567 a 1594. En estas cartas autógrafas, Felipe II se expresa con total libertad, exponiendo sus opiniones y sentimientos en temas sobre el príncipe don Carlos, las Cortes de Monzón, la revuelta de Aragón, el asunto de su secretario Antonio Pérez, las Cortes de Tarazona, y todo tipo de consultas sobre nombramientos religiosos y políticos, obras arquitectónicas, viaje a Cataluña, etc. Estas cartas demuestran fehacientemente que don Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla fue uno de los más influyentes ministros de todo su reinado.
Felipe II le distinguió con su amistad y le nombró su secretario para la contrucción del Monasterio del Escorial. Este cargo le hizo ser muy entendido en construcciones, conocimientos que puso en práctica para terminar muchas de las obras que había iniciado su padre en Chinchón y acometer la reconstrucción de los Castillos de Chinchón y de Odón. Además de los conocimientos técnicos que pudo adquirir con estas obras, ideó el sistema de destajos en las obras del Monasterio, lo que permitió abaratar los costes y acelerar la construcción, racionalizando y organizando los trabajos de tal forma que no se entorpeciesen entre sí los obreros que desempeñaban los distintos oficios y tareas en la construcción.
Tuvieron que pasar cerca de 70 años desde la destrucción del castillo por los comuneros, para que el tercer Conde de Chinchón, Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, decidiera comenzar su reconstrucción y la del castillo de Odón. En su persona se reunieron los factores determinantes para poder llevar a cabo dichas reedificaciones: fue "el hombre más rico de Castilla y era un experto en arquitectura".
Si pensamos que este castillo se reconstruye cuando España era la primera potencia mundial y "en cuyo imperio no se ponía el sol", no parece lógica la decisión de hacer una fortaleza defensiva puesto que no era previsible ningún ataque enemigo. Aparentemente, la decisión de hacer esta fortaleza estaría motivada por un afán de notoriedad del conde.
Pero encontramos otra teoría para justificar la reconstrucción de los castillos. El conde era una persona religiosa y piadosa, como lo muestra sus aportaciones para la construcción de la Iglesia de Chinchón, pero también tenía un carácter ambicioso e intrigante, y durante su vida se granjeó enemistades y envidias de otros nobles con los que litigó para la consecución de sus propiedades; como, por ejemplo, sus pretensiones sobre el condado de Ribagorza. Quizás ante el temor de las represalias, el Conde de Chinchón se viera ante la necesidad de reconstruir sus antiguas fortalezas y dotarlas de artillería para hacer frente a un hipotético asalto.
Por lo tanto, aunque la función del conjunto era defensiva, era, también residencial para los condes, al menos temporal, y tenía un claro significado simbólico del status señorial de su propietario.
Otro de los retos con que tuvo que enfrentarse el Conde fue la construcción de la capilla de la Piedad, aunque no logró verla terminada. Las obras se dila- taron durante casi cien años, más por dificultades en la financiación que por la envergadura de la obra. Hubo varias reuniónes de los responsables municipales y eclesiásticos con los condes de Chinchón. Concretamente el 23 de mayo de 1586, 22 de enero de 1587 y otra en el mes de febrero de ese mismo año. En estas reuniones se convino con el conde de Chinchón y su hermano don Andrés, arzobispo de Zaragoza, "que no pudiéndose congregar en la iglesia vieja ni la cuarta parte de los mil trescientos vecinos que tenía la villa y estando empezada hacía más de cuarenta y ocho años la iglesia nueva, de cantería y muy capaz para todos los vecinos y cerca de la iglesia antigua, era tan costosa la obra que no podía terminarse en ciento ni doscientos años con la renta de la otra".
También utilizaron los condes la prerrogativa de usar la iglesia como enterramiento. En el presbiterio y en la cripta que se encuentra debajo del altar mayor existieron distintos sepulcros, en los que había colocadas losas con inscripciones alusivas a los mismos. En el cuestionario enviado al Cardenal Lorenzana se detallan seis: la ya comentada, dedicada al primer conde don Fernando, otra a su hijo don Pedro, una tercera en memoria de Don Diego, el tercer conde y tres más dedicadas a las esposas de los condes, doña Teresa de la Cueva y Toledo, doña Mencia de la Cerda y doña Inés de Pacheco.
Quedaba otro contencioso pendiente en el Condado. Un contencioso que se remontaba a más un siglo. Las diferencias de los Condes de Chinchón y la Ciudad de Segovia habían sido muchas y se habían dirimido en los tribunales e, incluso, en los campos de batalla. Ya era hora de terminar con estas contiendas y gracias a su gran amistad con el Monarca, el conde logra que el Consejo Real dicte Sentencia de vista favorable a la Concordia, según la cual las partes contendientes renunciaban recíprocamente a algunas de sus pretensiones, y es ratificada por el propio rey Felipe II en Illescas el 29 de mayo de 1593 y en San Lorenzo el 14 de julio de 1593. Habían tenido que pasar 113 años para dirimir el pleito de los Señores de Chinchón con la Ciudad de Segovia.
Siendo don Diego Conde de Chinchón, en el año 1599, se produjo la visita al Palacio de los Condes, de don Pedro Fernández de Castro y Andrade, en aquel momento Marqués de Sarria y futuro Conde de Lemos, descendiente también de los Condes de Chinchón, acompañado por su protegido y secretario particular, don Félix Lope de Vega y Carpio quien, según cuentan, terminó aquí de escribir y firmó su comedia “El Blasón de los Chaves de Villalba”; obra que dedicó a su anfitrión después de hacer la primera lectura pública en las veladas celebradas en el palacio de los Condes de Chinchón. Esta comedia fue publicada después, en el año 1618, y está clasificada, según Menéndez Pelayo, dentro del teatro de Lope de Vega en el apartado VIII - Crónicas y leyendas dramáticas de España, con el número LXXIV.
Se casó con doña Inés Pacheco, hija del marqués de Villena y duque de Escalona Diego López Pacheco, y de Luisa Bernarda de Cabrera y Bobadilla, tercera marquesa de Moya, con la que tuvo un hijo, don Luis Jerónimo Fernandez de Cabrera y Bobadilla, que le sucedió como IV Conde de Chinchón. 
Desempeñó muy altos cargos de responsabilidad y de confianza del rey, la mayoría de ellos fueron los mismos que había ocupado su padre. Muere en el año 1607 y siglos después, cuando se efectúa la enésima reparación en la iglesia en el año 1980 se pinta una lápida, en el frontal del altar mayor, en recuerdo de este conde y dice así:

AQUÍ YACE EL SEÑOR DON DIEGO FERNÁNDEZ DE CABRERA, CONDE DE CHINCHÓN, DE LOS CONSEJOS SUPREMOS DE SU MAJESTAD Y DE ARAGÓN, MAYORDOMO TESORERO GENERAL DE TODAS LAS REALES CÁMARAS DE LA CORONA DE ARAGÓN, SEÑOR DE LOS SEXMOS DE VALDEMORO Y CASARRUBIOS, ALCAIDE MAYOR PERPETUO DE LOS ALCÁCERES REALES DE LA CIUDAD DE SEGOVIA, ALFÉREZ MAYOR PERPETUO Y TESORERO DE LA CASA DE LA MONEDA DE DICHA CIUDAD Y DEL CONSEJO SUPREMO DE ITALIA.
MURIÓ AÑO DE 1607.
BEATI MORTUI QUI IN DOMINO MORIUNTUR. (Bienaventurados los muertos que murieron en el señor)

Durante los años que estuvo don Diego al frente del condado de Chinchón, se produjo consecuentemente un gran aumento en la actividad constructiva de Chinchón, lo que repercutiría en la llegada de obreros especialistas de los distintos gremios relacionados con la construcción, así como un aumento de puestos de trabajo para obreros no cualificados, y todo esto supondría una mayor actividad comercial y económica para el pueblo.

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