El sábado pasado, en la rueda de prensa del Presidente del Gobierno en la Moncloa, el periodista alemán Martin Dahms, corresponsal del rotativo Berliner Zeitung, le hacia la siguiente pregunta:
“Me imagino que son tiempos difíciles, más difíciles que nunca para tomar decisiones, porque tenemos una realidad cambiante todos los días, tenemos conocimientos cambiantes todos los días, usted se tiene que basar en lo que le dicen expertos, los menciona muchas veces. Entre estos expertos tiene que haber discusiones, debates, incluso peleas, ¿se están levantando actas para que algún día sepamos cómo estamos llegando a las decisiones que ustedes están tomando estos días?”
Efectivamente, no son buenos tiempos para estar en un puesto de responsabilidad donde hay que tomar decisiones a diario que van a incidir directamente en la vida de las personas. Decisiones que pueden provocar incluso muertes y suponer un desastre para la economía. En estos casos se tiene que recurrir a los informes de los expertos, que también tienen una gran responsabilidad y de sus aciertos o sus errores pueden salir decisiones erróneas con la consiguiente repercusión para el futuro de todos.
Hay que presuponer que tanto los que tienen que decidir como los que tienen que aconsejar quieren lo mejor para todos y que sus posibles errores de cálculo o de opciones, no se pueden atribuir a un deseo doloso de hacer el mal, sino a un error en la toma de decisiones.
Sin embargo, en estos días nos estamos encontrando a esos “listos que todo lo saben” que desde los periódicos, la televisión o las redes sociales no se cansan de dar su opinión asegurando que las decisiones que se están tomando no son las correctas, incluso que son intencionadamente perversas y que tanto los expertos como los que toman las decisiones están equivocados.
Lógicamente, no se preocupan demasiado en argumentar sus conclusiones y se basan en datos, generalmente parciales, cuando no claramente erróneos o distorsionados, y siempre tendentes a justificar sus ideas políticas o sus preferencias económicas; cuando lo que nos estamos jugando es una situación sanitaria en la que están muchas vidas en grave peligro.
También se pone en entredicho a los expertos consultados que, como parece lógico, no se difunde sus nombres. Pero no importa, ya hay quien se ha inventado una lista de personas - Qué según parece corresponden a un comité creado para otros fines - y se han encargado de menospreciarlos y deducir que son los culpables de los malos consejos que recibe el gobierno.
Lo dicho, que “esos listos que todo lo saben”, toreando a toro pasado, se atreven a poner en duda las decisiones tomadas; cuando, por otra parte, escuchas a médicos y expertos independientes, apoyar las decisiones que han tomado las autoridades.
Todos sabemos que las decisiones pueden ser buenas o malas en función de sus resultados finales; pero que también pueden ser correctas o incorrectas en función de la situación y los datos de que se disponen en el momento de la toma de decisiones. Una decisión puede estar tomada correctamente y ser mala, como puede ser buena una decisión tomada incorrectamente.
En estos tiempos de incertidumbre y de peligro real para la salud y la economía de todos, sería deseable que esos “listillos” tuvieran un poco de respeto a todos nosotros y se mantuviesen calladitos, como no sea para aportar ideas viables y sensatas que puedan ser tomadas en consideración.