CAPITULO
I. ¡HA TERMINADO LA GUERRA!
Fueron tres largos años. Chinchón, aunque aquí no hubo
batallas, sí sufrió las penalidades de la guerra. Sus hombres marcharon al
frente. Sus mujeres tuvieron que asumir las tareas diarias y sufrir las
penurias y las carencias de aquellos tiempos. Pero había terminado la guerra y
era hora de ponerse a trabajar para recuperar el tiempo perdido.
El 29 de marzo de 1939, por la
tarde, entró el ejército vencedor en Chinchón, bajo el mando del Coronel del
Ejército Nacional, don Vicente Agero Teixidor, quien en representación del
Excmo. Sr. General Jefe del Cuerpo del Ejército, nombró el día 3 de abril la
Comisión Gestora Provisional de Chinchón, formada por los siguientes señores:
Alcalde Presidente: D. Enrique
Recas Catalán. Concejales: D. Braulio Rodríguez Ortiz de Zárate, D. Zacarías
Montes Recio, D. Víctor Camacho Sanz del Negro, D. Francisco de Diego López y
D. Laurentino Turiégano Persiguero.
Desde unas semanas antes ya
era de dominio público el fin de la guerra. Muchos chinchonenses que habían
vuelto del frente con unos días de permiso, no se reincorporaron al ejército
rojo, y se unieron a los soldados que llegaron, para mantener el orden y
colaborar en la detención de los vencidos.
Chinchón, que siempre fue conservador,
tuvo que vivir tres años sometido a unas normas y unos dictados que la mayoría
no compartía. Y la llegada de los “suyos” supuso una liberación para ellos y,
lógicamente, el encarcelamiento para los vencidos.
Los hombres fueron detenidos y
llevados a las cárceles. A las mujeres se les confinó en los salones del baile
de la Sociedad, se les cortó el pelo al cero, se les obligó a fregar todos los
edificios oficiales y, cuentan, que a las más rebeldes se les purgaba con
aceite de ricino.
Uno de los primeros cometidos
de esta Junta Gestora recién constituida, fue contestar al requerimiento del
Ministerio de la Gobernación que pidió un detallado informe de los actos
delictivos cometidos durante el periodo de la guerra civil.
Como contestación a esta requerimiento
se informaba que la Iglesia Parroquial, las Ermitas de San Roque y San Antón,
la Iglesia del Rosario, el Convento de las Monjas clarisas y la capilla y
colegio de la Fundación Aparicio de la Peña, fueron asaltadas en los primeros
días de la guerra y se efectuaron saqueos, aunque la casi totalidad de las
imágenes fueron respetadas y guardadas en dependencias de estos edificios; pero
en septiembre de 1936 fuerzas internacionales rojas efectuaron un total saqueo
y destrucción de las mismas.
Asimismo se informaba de que
durante este tiempo habían saqueados y asaltados 38 domicilios particulares y
se detallaban las 77 personas que habían sido maltratadas, perseguidas,
encarceladas y desaparecidas durante este periodo, indicándose que habían sido
asesinadas 8 personas. Las que figuraban como desaparecidas en esta relación se
comprobó después que habían sido asesinadas.
En esta denuncia se indicaba
nominalmente a las 32 personas que habían formado parte de las distintas
corporaciones municipales, a los 11 miembros que formaron parte del Comité del
Frente Popular, a los 6 miembros de la Brigada de Información y a los 10
miembros directivos de la UGT y del partido comunista, acusándoles de ser las
personas que habían cometido estos delitos o de haber sido sus inductores.
En estas fechas se inició un
registro nominal de personas sospechosas en el que se detallaron un total de 64
personas, pormenorizando los hechos en que habían intervenido durante esos
años. Algunas de estas personas habían formado parte de varias de estos
organismos.
Sólo dos meses después, el día
8 de mayo, acuerdan cambiar el nombre de todas las calles de Chinchón. La calle
de Martínez Barrios, se llamará Avenida del Generalísimo; la calle Pablo
Iglesias, José Antonio; la calle Manuel Azaña, recobra su antiguo nombre de la
Cueva; así como la calle Antonio Díaz, que se llamará calle del Santo y la
calle de Valencia se denominará Don Ramiro Ortiz de Zárate. Todas las demás
calles que habían sido cambiadas durante los años de la guerra recobrarán sus
nombres anteriores. A la Plaza Galán y García Hernández se le da el nombre de
Hermanos Ortiz de Zárate, oficiales del ejército que habían muerto en la
contienda, aunque para nosotros siempre será La Plazuela del Pozo.
El
Régimen adoptó el Nacional-catolicismo como la única y verdadera religión.
Aunque tradicionalmente la gente de Chinchón había frecuentado la Iglesia,
después de la guerra esta práctica se consolidó, no solo como reacción a los
años de anticlericalismo de la guerra, sino porque otra postura podría
ocasionar represalias no deseadas por nadie.
La Junta gestora es renovada
con fecha 24 de agosto según notificación del Gobernador Civil, nombrándose
nuevo Alcalde a don José López Díaz y Teniente de Alcalde a don Juan Rodríguez
Ortiz de Zárate".
Mientras, los que habían
luchado en el bando republicano y no tuvieron la suerte de volver antes de
terminar la guerra, fueron confinados en los campos de concentración, hasta que
sus familiares de Chinchón hacían los trámites necesarios para su liberación y
su vuelta al pueblo.
De nuevo regresan a Chinchón
los sacerdotes y las monjas, tanto las de Cristo Rey como las de clausura que
habían tenido que trabajar en Madrid como criadas durante la guerra. Con sus
ahorros y los donativos recibidos del Ayuntamiento de Chinchón y de los pueblos
de alrededor, consiguen acondicionar el convento y vuelven a ingresar en su
clausura el día 14 de marzo de 1940. Las monjas del asilo de ancianos
permanecieron en Chinchón durante toda la guerra haciendo su labor de ayuda a
los asilados y facilitando también la comida a los milicianos cuando así se les
requería.
España había vuelto a los
postulados del “antiguo régimen” y se blandía como razón “la legalidad nacida
del triunfo de las armas”. Durante los próximos treinta y cinco años se va a
imponer el “nacional-catolicismo” que es una mezcla explosiva de una concepción
integrista de la religión y los postulados fascistas de Falange Española.
El nuevo régimen llamado el
“Movimiento Nacional” que había nacido sin una base ideológica propia, promulga
los “Principios Fundamentales del Movimiento” que deben ser acatados y firmados
por cualquiera que pueda tener alguna relación con el Estado, que a la larga
eran todos los españoles que quisiesen trabajar por cuenta ajena.
Si la situación de España
después de la guerra era ya caótica de por sí, el inicio de la segunda Guerra
mundial iba a agudizar los problemas que había que vencer para la regeneración
económica del país.
Una de las cuestiones
prioritarias del Gobierno era el mantenimiento del orden y el control y la
depuración de los enemigos, para lo cual era necesario un ejército fuerte y una
policía eficaz. Por esta causa se produce el llamamiento a filas de los jóvenes
que habían luchado en la guerra y que de nuevo se tienen que alistar en el
ejército durante tres o cuatro años más.
Cuando se inicia la segunda
guerra mundial, aunque España no entra en la contienda, se envía una división
de soldados para luchar al lado de los alemanes en el frente de Rusia; era la
“División Azul”, y en ella se alistaron varios chinchonenses entre los que cabe
destacar a Baldomero Martínez Peco, siendo ya alcalde de Chinchón, y que años
después sería nombrado nuevamente alcalde, sin duda por los méritos patrióticos
que atesoraba.
Si la situación de abandono de
las tierras de labor durante la guerra requería un sobreesfuerzo para ponerlas
de nuevo en producción, esta circunstancia del llamamiento a filas de los
jóvenes, agravó más el problema.
En el mismo sentido, otra
circunstancia tuvo una influencia fundamental en la evolución económica en la
posguerra. El hecho de que Chinchón hubiese estado durante la guerra en zona
republicana motivó que se perdiesen prácticamente todos los ahorros de sus
habitantes, al no ser reconocido, por los vencedores, el dinero emitido por la
república. Sabemos que a finales del siglo XIX en Chinchón había invertido en
Deuda del Estado más de 8 millones de reales; al terminar la guerra civil se
tenía que partir de cero, con lo que las inversiones en mejorar las industrias
y las explotaciones agrícolas tenían que esperar a la generación del capital
necesario.
De nuevo en Chinchón mandaban
los de siempre pero, por las circunstancias enumeradas anteriormente, se iba a
producir un fenómeno que iba a modificar el futuro más inmediato.
Formación
de los “Flechas” de la O. J. E., de la
Falange, en la Plaza de Chinchón, para salir a una manifestación en la Capital. Con sus camisas azules, sus
pantalones grises, sus medias blancas, sus botas negras y sus boinas rojas.
Muchos, jóvenes y no tan
jóvenes, iban a empezar a abandonar el pueblo. Y este éxodo tenía distintas
motivaciones. Por un lado los “vencidos” no podían seguir en el pueblo donde
eran discriminados y la única solución era emigrar a la capital donde nadie les
conocía. Por otro, los que tenían expectativas de progreso veían que sus posibilidades
de promoción eran escasas y buscaban nuevos horizontes. Por último, los hijos
de los “vencedores” que tenían posibilidades de estudiar y promocionarse en la
capital, no dudaron en dejar el pueblo. Así muchas personas, que tenían
capacidades y potencial, no veían posibilidad de progreso personal en el pueblo
y lo fueron abandonando, poco a poco, en un éxodo que duró prácticamente hasta
los años ochenta del siglo XX, cuando ya se podía estudiar en Chinchón y los
medios de trasporte hacían posible vivir en el pueblo y trabajar en Madrid.
Pero esta larga situación de
sangría paulatina de personas válidas iba dejando a Chinchón en manos de una
oligarquía que no tuvo contestación ni contrapeso y que no quiso o no supo
evolucionar al ritmo del país, con lo que Chinchón se quedó anclado en un
pasado, artificialmente glorioso, pero que no contribuía al progreso del
pueblo.
Después de tres años de total
anarquía era necesario volver al orden. Las nuevas autoridades nombran alcalde
a don Juan Rodríguez Ortiz de Zárate, que supone la vuelta a la normalidad
anterior a la guerra, ya que representa a las principales familias de Chinchón.
Se inician los trabajos de
limpieza y restauración de la Iglesia que, por el uso que había tenido,
presentaba un aspecto deplorable. Estas obras se prolongan hasta el día 8 de
diciembre 1945 y durante este tiempo el culto se realiza en la Iglesia del
Rosario.
También regresa el cuadro de
la Asunción de Goya que a la vuelta de su “destierro” en Ginebra, formó parte
de la exposición "De Barnaba de Módena a Francisco de Goya" que tuvo
lugar en el Museo del Prado, para lo cual se hubieron de restaurar pequeños
desperfectos ocasionados en los traslados. El último viaje de Madrid a
Chinchón, lo realizó en un camión propiedad de Pablo Codes, acompañado por
Antonio Castillo, que fueron los comisionados por el Cura Párroco, don Pablo
Rodríguez Manzano, para tan importante cometido.
La situación económica seguía
siendo precaria y se mantenían las cartillas de racionamiento de los productos
de primera necesidad. Estos productos eran vendidos bajo el control de la
oficina de Abastos, pero dio lugar a la picaresca de lo que se llamó el
“estraperlo”.
Los productores no ponían a
disposición de las autoridades todas sus existencias, sino que las ocultaban
para venderlas a mayor precio en el mercado negro. Se cargaban las mercancías
en el tren del Tajuña, y cuando reducía la velocidad al subir las cuestas eran
arrojadas del tren para que los estraperlistas las recogieran antes de pasar el
control de las estaciones.
Cuando "los de
abastos" llegaban a los pueblos, los productores escondían los sacos de
legumbres en los tejados y no faltó quien construyó una doble pared en su casa
para ocultar sacos de trigo y de harina y zafras de aceite. Como es habitual en
tiempos de penuria, hubo desaprensivos que se aprovecharon de la ocasión para
amasar grandes fortunas, muchas veces gracias a la permisividad de las
autoridades que también se beneficiaban de la situación. El 22 de marzo de
1952, cuando se celebraba el decimotercer aniversario de la Victoria, el
Consejo de Ministros anunciaba que, a partir del 1 de abril, se suprimía el
racionamiento de pan. La fecha marca el final oficial de la posguerra y el
abandono de una política autárquica que dará paso a una tímida apertura al
exterior. Los diarios de la época, daban así la noticia: "Todas las
personas incluidas en el régimen de racionamiento podrán adquirir libremente y
sin necesidad de corte de cupón la cantidad de pan que deseen. El Gobierno da
muestras así, una vez más, de la clara orientación de su política hacia la
normalidad de los mercados y confirma con hechos positivos la base real de las
perspectivas optimistas de la economía española". El racionamiento de
combustible, las materias primas y el tabaco, permanecerá unos cuantos años
más.
Si siempre estuvo Chinchón un
tanto alejado de lo que ocurría en el resto de España y, por tanto, del mundo,
en esta época se agudizó este aislamiento. A Chinchón sólo llegaban unos pocos
ejemplares de los periódicos, y prácticamente sólo el ABC, el Arriba, la Hoja
del Lunes, y de vez en cuando El Caso. Lo recibían el Boticario, el Médico, y
algún que otro forastero que llegaba para solucionar cualquier asunto
burocrático del Partido Judicial. Un ejemplar se dejaba siempre en el Casino
para que allí lo leyesen los señoritos.
Había pocos aparatos de radio,
y solo se escuchaban las emisoras oficiales. Tan solo algunos nostálgicos y
ocultos republicanos se arriesgaban a buscar en Onda corta, las emisiones de
Radio Andorra Independiente, que daba las noticias que nunca daría Radio
Nacional de España.
Por eso también eran fuentes
de información los arrieros que llegaban a las posadas y detallaban noticias y
anécdotas que se solían contar en la radio.
Como cuando aquel tratante de
ganado que llegó a la posada de la plaza, no
dejaba de contar a todo el que
quisiera escucharle que él personalmente había asistido al estreno en el Teatro
Fuencarral de Madrid del espectáculo flamenco “Zambra 1945” presentado por el
cantaor Manolo Caracol acompañado de una jovencita que prometía mucho llamada
Lola Flores, y hasta le hacían un corrillo cuando emulaba a la nueva artista
cantando, con una cierta gracia por cierto, “Pena, penita, pena…”
Otra noticia que sí llegó a
Chinchón, causando gran conmoción, como en toda España, fue la trágica muerte
de Manuel Rodríguez “Manolete” en Linares, el día 29 de agosto de 1.947, que
había sido corneado al entrar a matar al toro “Islero” de la ganadería de
Miura. Aquí todos recordaron que unos años antes había venido a torear en el
Festival benéfico para las monjas del Asilo.
Mientras tanto, en Chinchón
seguían muy de lejos los acontecimientos políticos que entonces se vivían en
España y en el mundo. Tan sólo de vez en cuando se movilizaba a sus gentes para
participar en actos que se celebraban en la capital; el 7 de junio de 1947, se
organiza una excursión para asistir a una manifestación de bienvenida que se
rindió a Evita Perón, como agradecimiento a Argentina por no haber secundado el
boicot internacional a Franco.
Y es que en el año 1946 la
Asamblea General de las Naciones Unidas había aprobado, sin ningún voto en
contra, una resolución en la que se condenaba al régimen español, negándole la
posibilidad de ingreso en la ONU.
La realidad es que en la
década entre 1940 y 1950 se produjo una caída de la economía española a niveles
de principios de siglo, suponiendo un estancamiento por las malas cosechas, la
falta de fertilizantes, la baja producción industrial y el reducido consumo.
Paradójicamente, los únicos beneficiarios eran los poseedores de los medios de
producción, que con sus instalaciones obsoletas mal abastecían un mercado cuya
escasez favorecía el tráfico del mercado negro.
Pero ya digo que aquí en
Chinchón se hablaba poco de política, y mucho menos, cuando los niños estábamos
delante y, como he comentado, tan solo nos contaban las atrocidades vividas
durante la guerra civil, haciendo énfasis en quienes eran los buenos y quienes
habían sido los malos.
Continuará...