Centenares de personas dieron ayer su adiós a La Negra, la folclorista de América Latina por excelencia, Mercedes Sosa, cantando sus tonadas a la puerta del Palacio del Congreso, de Buenos Aires, donde se instaló la capilla ardiente.
Rodeados de decenas de conmovidos seguidores de La Negra, músicos, artistas y escritores pasaron por el Salón de los Pasos Perdidos para dejar testimonio de su admiración por la cantante, fallecida en la madrugada del domingo, a los 74 años.
Mercedes Sosa forma parte de la memoria sentimental no sólo de los argentinos, sino también de miles de españoles que acudieron a sus primeros conciertos por toda España, recién reinstaurada la democracia.
"Gracias a la vida", "Alfonsina y el mar", "Sólo le pido a Dios", fueron parte del cancionero popular de la transición española como lo fueron después de la argentina, a la caída de la dictadura militar.
La Negra fue decisiva para dar entrada al folclor latinoamericano en Europa y en España (donde estuvo exiliada cuatro años), en la década de los setenta y ochenta, y miles de seguidores cantaron con ella fuera de América zambas, milongas, chacareras y tonadas, que la convirtieron en una de las más famosas intérpretes del continente.
Por aquellos años estuvo en Chinchón, visitando a Eduardo Carretero, quien le hizo un retrato que aún conserva en su estudio de escultor, y que les reproduzco, en homenaje a esta cantante que marcó una época en la música argentina y mundial.
Hoy mismo, así la despide el humorista Erlich en el periódico El Pais.