Siempre me ha llamado la atención
cómo, en un mismo círculo de amigos, se pueden encontrar posiciones tan
radicalmente opuestas en las opiniones sobre religión, economía y, sobre todo,
política.
Un amigo me decía que le
preocupaba que varias personas que él conocía y a los que consideraba
inteligentes pudieran tener unos puntos de vista tan diferentes a lo suyos. Yo
también me lo he preguntado algunas veces, pero he llegado a la conclusión que
no merece la pena intentar convencerles, y eso a los inteligentes, porque a los
descerebrados, ya hace tiempo que renuncié a dialogar, siquiera, con ellos.
Juan José Millás, escritor al que admiro, publicaba el 17 de
abril en El País, un artículo que titula “Furia” en el que aseguraba que “¿Es
importante saber desde dónde se lee, si desde la clase alta o desde la
trabajadora?
Como me ha parecido
interesante, os lo trascribo:
“En el taller de lectura
Beatriz pregunta si es importante saber desde dónde se lee. Le pedimos que se
explique y dice que ella, por ejemplo, es consciente de leer desde una posición
de clase media acomodada, pues sus padres tienen un buen empleo, viven en una
casa con jardín y piscina, en las afueras, y comen marisco de un modo regular.
La interrumpe Ricardo, que trabaja de camarero, y dice que la odia. Como el
rencor de clase no está bien visto, enseguida aclara que su odio es retórico.
Pues yo a ti no te odio de ningún modo, responde Beatriz con una sonrisa medio
frívola. No me odias, dice Ricardo, como no odias al servicio, porque ni
siquiera me ves. Eso es lo que quería decir, concluye Beatriz, que tú debes de
leer desde un espacio diferente al mío. Es obvio, la apoya Ricardo, tú lees
desde el placer y yo desde la pesadumbre. Le pedimos que desarrolle un poco la
idea y cita la Historia universal de la infamia, de
Borges, que hemos trabajado a lo largo del último mes. Señala que a Beatriz, de
acuerdo con sus intervenciones, esa lectura la afirmaba y la reafirmaba,
mientras que a él le desestabilizaba. Tú, añade, al leer esos textos te sentías
refinada, culta, mientras que yo me sentía basto. Tú te encontrabas en esa
prosa de clase alta, la leías desde dentro, mientras que yo la leía desde
fuera, como el pobre que ve una fiesta de ricos desde el jardín. A Beatriz le
hace gracia la furia de Ricardo. Le dice que la Historia universal de la infamia tampoco
es para tanto y que Canetti opinaba de Borges que era inteligente y superficial
como el ajedrez. Ricardo pregunta quién es Canetti y la discusión deriva ahora
al asunto de si es más grave no haber leído a Canetti desde la clase media alta
que desde la obrera”.
Por lo tanto, para comprender cómo piensan los
demás, habrá que preguntarse desde qué punto de vista leemos la realidad, y
sobre todo, no dejarse llevar por la “furia”, porque eso no lleva a ningún
lado.