domingo, 23 de noviembre de 2008

RECETA DE LAS "PUCHES" (GACHAS)


Y como lo prometido es deuda, aquí está la receta de las puches (las gachas), según Santiago Avila.

Ingredientes:
Harina de almortas.
Pimentón dulce.
Aceite.
Alcarabea.
Canela.
Ajo machacado.
Orégano.
Sal.
Hígado de cerdo cocido y rallado.
Torreznos.

Medidas:
Una cucharada sopera de harina de almortas y un vaso de caña de agua por comensal.

Elaboración
“En un caldero se fríen con un poco de aceite unos trozos de tocino, asadura y bofe del cerdo. Una vez fritos, se saca la carne dejando el aceite. Se echa la harina de almortas y se va tostando, cuando ya está casi tostada se echa el pimentón, teniendo mucho cuidado de que no se queme. Inmediatamente se echa el agua y se añaden las especias y el hígado de cerdo previamente cocido y rallado, moviendo constantemente para que no se peguen y vayan cogiendo consistencia. Cuando se están terminando de cocer se añaden los torreznos que hemos frito antes - hay quienes prefieren no mezclarlos con las puches y comerlos aparte - Cuando las puches empiezan a hacer “chop”, “chop” y la grasilla empieza a subir a la superficie, es el momento de apartarlas, reunirse a su alrededor todos los comensales y hacerles los honores.”

Si nunca lo habéis probado, ánimo que os van a gustar.

sábado, 22 de noviembre de 2008

LA MATANZA DEL CERDO EN CHINCHON

Antaño en Chinchón, por estas épocas estábamos en tiempos de la matanza del cerdo que tenía una gran importancia en la gastronomía, en la alimentación e, incluso, en la economía del pueblo. Uno de los capítulos del libro "Cocina tradicional en Chinchón" recientemente publicado, estaba dedicado íntegramente a la matanza del cerdo, y allí se recogía un testimonio muy valioso para poder entender mejor este acontecimiento que tenía mucho de rito. Es una entrevista con Santiago Avila, quien amablemente se ofreció a contestar a las preguntas y aportarnos sus vivencias que ahora transcribimos, en lo que se tituló:
Santiago, el último matachín.
Tiene ochenta años y aún conserva el porte y el talante de cuando a eso de las siete y media de la mañana, desde primeros de noviembre - el día 3 es la festividad de San Martín - hasta finales de febrero, cogía la capacha con sus ganchos y sus cuchillos, se colocaba el mandil de carnicero de rayas verdes y acompañado de la Conchi, su mujer, enfilaban las empinadas cuestas de Chinchón para hacer la matanza del cerdo.
Santiago Avila aprendió el oficio, desde muy pequeño, de su madre, Mercedes Aguado, más conocida como la “Ricota” quien, a su vez, lo heredó de la suya, Isabel García que desde el último tercio del siglo XIX se dedicaba a estos menesteres. Ahora disfruta contando sus recuerdos y sus anécdotas:
“Yo estaba predestinado para ser matachín. Nací a las cinco de la tarde, y esa misma mañana mi madre había matado dos marranos”
Cuando se casaron, nos dice, en el año 1952, cobraban 5 duros por cada matanza, lo que equivalía a dos jornales de un hombre - a 10 pesetas cada uno - y otras 5 pesetas por el jornal de la mujer.
Él había empezado a ayudar a sus padres cuando terminó la guerra. Por entonces se hacía la matanza en la mayoría de las casas de Chinchón; ellos llegaron a matar hasta tres cerdos al día, y calcula que se matarían más de 250 cada año. También se dedicaban a este noble oficio, entre otros, el tío Florentino - el mudillo - y la tía “Maragata”, así conocida por proceder de aquellas tierras leonesas.
Los cerdos se cebaban en las casas con los desperdicios de las comidas, con el destrío de frutas y hortalizas y con el salvado de moler el trigo y la cebada. Se solían comprar pequeños, a primeros de año, cuando a la Plaza llegaban grandes piaras de cerdos, blancos, negros y algunos “coloraos”. Eran más apreciados los negros porque, además del sabor, tenían más cantidad de tocino, lo que representaba un mayor aporte de calorías. También se compraban, ya en el mes de septiembre, cerdas provenientes del mercado de Carranque, para terminar de cebarlas en las casas.
Se preferían las hembras, porque daban menos problemas, ya que a los machos había que caparlos cuando tenían dos o tres meses, porque si se les mataba siendo varracos las carnes tenían un cierto sabor desagradable.
La costumbre generalizada de criar los cerdos en las casas y hacer después la matanza duró hasta los años sesenta. Después fueron cambiando los tiempos, y poco a poco se fue abandonando. El último que mató fue en el año 1998, estando ya jubilado, como favor a un amigo. Ahora, ha legado sus utensilios de trabajo con su capacha al Museo Etnológico de Chinchón, como reliquias de un pasado no demasiado lejano, pero que no volverá.
“Tenían que pedir turno para hacer la matanza. El día antes no se daba de comer al cerdo y tenían que preparar el esparto para quemarlo, las especias y cocer dos arrobas de cebollas para hacer las morcillas”.
Empezábamos muy temprano, y en la mayoría de las casas se hacía fiesta. Incluso en algunas nos recibían con repápalos, rosquillas y una copita de anís”.
El matachín o matarife - a él le es indiferente cómo le llamen - no se limitaba sólo a matar al cerdo, sino que dirigía la preparación de todas las conservas que se hacían.
Lo primero era la preparación de las morcillas. Una vez que se mataba al animal había que mover la sangre para evitar su coagulación. Se limpiaban los intestinos gruesos que tenían una longitud de unos 15 metros y se procedía a hacer la mezcla:
A la sangre, a la cebolla y a la manteca picada del cerdo, se añadía las especias: Orégano, pimentón dulce, un poquito de pimentón picante, canela, alcarabea, ajo machacado, un poquito de clavo y sal. La mezcla se introducía a mano en la tripa, se ataba con una tramilla, y se ponía a cocer en una caldera de cobre sobre unas trébedes. La cocción duraba unos 15 minutos. Se pinchaba la morcilla con una aguja y cuando no salía sangre sino grasa, estaban listas para proceder a su secado colgadas en el techo de la cocina, junto al fogón.
“Mi madre, decía: Cuentes o no cuentes, 25 morcillas salen de un vientre”.
Por la tarde, después de la comida que era el centro festivo del rito de la matanza, cuando se había recibido el visto bueno de las autoridades sanitarias, se empezaba a preparar el resto de los productos:
Para las longanizas se picaba el lomo, una de las paletillas y los recortes del tocino. Para ello se utilizaba una máquina cortadora de forma cilíndrica marca ELMA, con tres grapas de salida de diferentes tamaños, según el grosor de picado que se quisiese, y otra grapa más, terminada en embudo, que después serviría para llenar los 25 metros, aproximadamente, de la tripa fina del cerdo.
Una vez picada la carne, se le añadía pimentón dulce, y picante al gusto, pimienta negra molida, orégano con ajos machacados, un poco de vino blanco y sal; con esto teníamos el chorizo rojo. Para el chorizo blanco, la mezcla de carne se aliñaba con nuez moscada, pimienta negra molida, ajo y sal.
“Aunque cada uno tenía sus medidas, a mí me gustaba poner 20 gramos de sal y 32 de pimentón dulce por cada kilo de carne”
Estas mezclas se dejaban reposar durante dos o tres días y entonces se procedía embutirlas en el intestino delgado del cerdo, formando las longanizas, que una vez atadas, se colgaban junto a las morcillas para su secado.
Con la cabeza del cerdo se hacían los chicharrones. Se quitaban las orejas que, junto con los manos del cerdo, se empleaban para las judías; se partía por la mitad y, una vez que se quitaban los sesos, se cocía con ajos, sal y laurel. Se deshuesaba y se hacía trozos pequeños, se añadía pimienta negra, canela y se terminaba de sazonar; se rehogaba con aceite y ajo y se vertía en unos moldes que eran latas redondas de escabeche con agujeros, se colocaba peso encima para que desprendiese toda la grasa y a los pocos días ya se podía utilizar, generalmente para los almuerzos o las meriendas en el campo. “ Había costumbre de ofrecer las manos del cerdo para la almoneda de San Antón, como agradecimiento por haber salido bien la cría y matanza del cerdo”.
El tocino se cortaba en grandes trozos cuadrados, se cubría con sal gorda durante 21 días y una vez limpiado se colocaba en unos cajones de madera para almacenarlo en un lugar fresco y seco de la casa. Un procedimiento similar se hacía con los huesos del espinazo que después se utilizaban para el cocido y las lentejas.
Las costillas se ponían en adobo en una orza de barro con el mismo aderezo que el chorizo rojo, añadiendo agua, vinagre, laurel y ajos. Después de 10 a 15 días se sacaban, se espolvoreaban con pimentón y se ponían a orear con el resto de los productos de la matanza.

Por último, la otra paletilla y los dos jamones se salaban. Se untaban con limón y sal, y así se mantenían durante 21 días. Se les quitaba la sal lavándoles con vinagre. Se hacía una masilla con pimentón y aceite de oliva que se untaba con la mano, cuidando que llegase a todos los rincones, y se les colgaba en el lugar fresco y seco que en todas las casas se había habilitado, cuidando que no entrase la moscarda que podía estropear tan preciado manjar. El proceso de curación duraba hasta la siega en que se empezaba la paletilla. Las Fiestas de San Roque, cuando llegaban los invitados de fuera, era un buen momento para empezar uno de los jamones.
“¿Las puches? Yo tengo mi receta. Hay muchas formas de hacerlas, pero, a mí, ésta es la que más me gusta”.

Nos despedimos de Santiago que nos ha recibido, con su esposa, en su casa de la calle Carpinteros.

Era una tarde calurosa del mes de Agosto y se agradece el frescor del portal, donde hemos escuchado sus vivencias, mientras, totalmente ajeno a nuestra charla, su gato dormitaba en uno de los sillones que había adoptado como propio, sin permitir que nadie osase usurpar su territorio.
Gracias, Santiago.

(Ya sé que este cuadro de Rembrandt representa un buey, y no un cerdo, pero es que siempre me ha gustado... y además no tenía un cerdo desollado...Mañana les ofreceré la receta de las gachas de Chinchón, que aqui se llaman "puches")

viernes, 21 de noviembre de 2008

CHINCHON Y LA BATALLA DEL JARAMA

Una breve referencia a la repercusión que tuvo en Chinchón la batalla del Jarama en la Guerra Civil. Ocurrió entre el 6 y el 27 de febrero de 1937 y tenía la finalidad de cercar Madrid y cortar la comunicación con la zona de Levante. Para ello, el general nacionalista Orgaz decidió lanzar un ataque por el terreno existente entre el río Jarama y la carretera de Valencia, al sur de Madrid. Aunque se había considerado como una acción prioritaria, no se pudo iniciar el ataque hasta esas fechas debido al mal tiempo y a la lluvia.
La primera consecuencia de esta batalla para Chinchón, fue la llegada masiva de civiles de los pueblos de Titulcia, San Martín de la Vega, Morata y Arganda que fueron evacuados, al encontrarse estros pueblos en pleno frente de combate. Llegaron familias enteras para instalarse en casas particulares y aquí permanecieron muchos de ellos hasta que se terminó la guerra. Habían tenido que salir de sus casas con lo más imprescindible y pagaban su estancia y manutención colaborando en los trabajos de las casas y aportando lo poco que habían podido salvar de sus pertenencias.
El ejército, llamado nacional, estaba compuesto por más de 20.000 hombres, 18.000 africanos que habían llegado con el general Franco desde Marruecos, dos compañías alemanas de tanques y los bombarderos de la Legión Cóndor.
El mando republicano, consciente de la importancia de mantener abiertas las comunicaciones de Madrid, dispuso las fuerzas necesarias para hacer fracasar la operación y lo logró. Envió a todas las Brigadas disponibles que se reagruparon en cuatro divisiones bajo el mando del general Miaja, Jefe del Ejército de Madrid.

Dentro del conjunto de estas fuerzas republicanas destacó la actuación de cuatro Brigadas Internacionales, que en esta batalla ofrecieron su mayor contribución militar.
Allí se produjo el choque entre las vanguardias de moros y legionarios y los interbrigadistas; y los jóvenes soldados norteamericanos de la Brigada Lincoln se enfrentaron con las tropas regulares del bando nacional.
Tenemos el testimonio de Luigi Longo, uno de los jefes de las brigadas internacionales, que cuenta en su libro “Las brigadas internacionales en España” (Mexico 1966) su llegada a la plaza de Chinchón unos meses antes de entrar en combate. En el capítulo titulado “Una brigada que nace durante un viaje, Noviembre de 1936”.
Es un testimonio que nos muestra la caótica situación que se vivía en aquellos días, y nos aporta algunos datos de Chinchón, como la existencia del relój del campanario, la plaza mayor repleta de milicianos, las calles a oscuras por la noche, y cómo se repartían a los soldados por todas las casas del pueblo.
Para acoger a los milicianos, se habilitaron algunos edificios como la cárcel, el cuartel de la Guardia Civil y otras dependencias del ayuntamiento. Los mandos y oficiales eran alojados en casas particulares, donde tenían que ser acogidos obligatoriamente.
Unos 1200 hombres quedaron enterrados en los campos de batalla o en los cementerios de aquella zona, muchos heridos llegaban diariamente hasta Chinchón, donde se había habilitado un hospital de campaña.
Los bombarderos de la Legión Cóndor no consiguieron sembrar el pánico entre las tropas republicanas y el día 12 perdieron la superioridad aérea local al aparecer cuarenta cazas rusos. Pero durante esos pocos días hicieron varias incursiones por el pueblo que aterrorizaron a los chinchonenses. Se había instalado una gran sirena en la torre del reloj que anunciaba la llegada de los aviones. Se habían dado órdenes precisas para que no se encendiesen las luces en las casas si no estaban totalmente cerradas las ventanas, para evitar que el pueblo fuese localizado desde el aire. El alumbrado público permanecía apagado durante la noche.
Cuando sonaba la sirena todas las personas corrían a refugiarse en las cuevas de sus casas o en las de los vecinos. Muchas familias bajaron los colchones a las cuevas y allí dormían todas las noches por el miedo a las bombas.
Sin embargo sólo cayeron en el pueblo poco más de media docena que causaron tres muertos y pequeños daños materiales. Dos bombas cayeron en la calle Carpinteros, otras dos en el Barranco y en la travesía de Zurita, otra en la calle de la Cueva, donde murió un matrimonio, otras en la Alcoholera, una más a las afueras donde produjo otra de las víctimas y otra en la “Casa de las Bolas”, en la que sólo causó pequeños desperfectos en el tejado, al caer sobre una de las bolas de piedra. Ningún edificio importante fue dañado en los bombardeos.
La vida del pueblo continuaba a pesar de todo, aunque con graves alteraciones de lo que era la normalidad. Poco a poco los hombres jóvenes era llamados a filas, con lo que en el pueblo sólo quedaron las mujeres, los hombres viejos y los niños.
Ésto y la situación de lucha que se desarrollaba en la vega, ocasionó que se abandonsen las tareas agrícolas y sólo se cultivasen productos dirigidos a la subsistencia familiar. A pesar de todo, la vida en el pueblo era mucho más fácil que en las grandes ciudades, donde era difícil el abastecimiento y llegaron a faltar los productos de primera necesidad.

jueves, 20 de noviembre de 2008

NOSTALGIA.

"Subida al Alamillo, al atardecer". Oleo de Oscar Villalón.


Esta poesía, escrita en Roma el 7 de Enero de 1958, la presenta así su autor, José Manuel de Lapuerta:
"Y ese recuerdo y esa nostalgia de Chinchón, no me dejaron a lo largo de los tres años que permanecí en Roma. A esa época y a este estado de ánimo corresponde este mi primer soneto a Chinchón y la mayoría de los versos que escribí".


La silueta, Chinchón, de tus callejas
queda dentro de mí; y tus rincones,
tus cuestas, tus escudos, tus balcones...
la fuerza castellana de tus rejas.


Por eso, cuando noto que te alejas,
que te marchas, con tantas ilusiones,
encuentro en mí sobradas las razones
de que mis versos se me vuelvan quejas.


Tu me enseñaste a conocer Castilla;
en el silencio de tu vida en calma
descubrió un nuevo mundo mi existencia.


Y de tu vida esta lección sencilla
la llevo hoy tan dentro de mi alma,
que es el mejor consuelo de tu ausencia.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

EL FORMIGO CONFORTATIVO.


Existe en el Archivo Histórico “Ciudad de Chinchón”, un documento catalogado con el número de signatura 16415, que recoge lo que bien podría ser la primera receta de la que se tiene constancia documental en Chinchón.
Es una receta que puede estar clasificada como culinaria y también como medicinal. Escrita en castellano antiguo y con una grafía de difícil lectura -como se puede observar en la reproducción- la hemos podido descifrar gracias a la inestimable colaboración de Pepe Zumel, reponsable del Archivo, que nos ha facilitado la siguiente transcripción:
Receta para haser formigo confortativo para la cabeza e salud de cuerpo e para muchas enfermedades que en él se engendran toma hun (sic.) celemin de harina de trigo muy bien cernida cuatro veces e gengibre blanco e canela fina e cla- vos de giroflé e granos de parayso e junçia en- ramada e macias. una onza de cada cosa e aza- fran media honza e alcaparra dos honzas o a este respecto mas o menos según la cantidad que tomares de la harina e todo esto sea molido e cernido fecho polvos buelto con la dicha harinba e faslo todo masa con yemas de huevos quantos sea menester que no lleve agua ninguna e fas desta masa tres panese cocelos en forno que no sea mucho turgente e pon de yuso de cada pan hun poco de otra masa delgada. Después guarda este pan e quando quisieredes aprovecharte del toma leche de avellanas e un poco de manteca de vacas e dos yemas de huevos e ralla del dicho pan lo que es menester e fas una escudilla de formigo e miga que esté un poco espeso e comelo despues de media noche a las dos o a las tres horas en la cama e bebe luego cuatro tragos de buen vino blanco puro e cubre la cabeza e tornate a dormir la mañana sobre ello e come a la ora acostumbrada buena vianda e a la noches cene poco por amor del formigo que tiene que tomar otro dia. E por esta manera continuará este formigo hasta veynte dias e esforzarle ha la cabeza e el cerebro e no avra --- nin dolor de oydos nin sordedad nin dolor de muelas nin de costado e sana los barros de la cara.
Debemos confesar que no hemos realizado esta receta, por lo que no podemos garantizar las extraordinarias bondades que se en ella se prometen. Les invitamos a dirigirse a cualquier herbolario y conseguir todos los ingredientes para comprobar personalmente sus beneficios. Es muy posible que, pasados los veinte dias que se recomiendan, no hayan terminado totalmente los dolores de cabeza, que tengan todavía algún dolor de oídos, que continúen las molestias de las muelas y que no hayan terminado de desaparecer los antiestéticos barros de la cara; pero seguro, que después de tomarse un buena escudilla de nuestro formigo y beberse cuatro buenos tragos de vino blanco, habrá dormido a pierna suelta hasta bien entrada la mañana del día siguiente.
Probablemente esta receta sea la precursora de esa costumbre, que aún perdura, de tomarse unas buenas sopas de ajo, cuando el alba empieza a clarear, después de una noche de farra y desenfreno.

martes, 18 de noviembre de 2008

LOS PRODUCTOS DE CHINCHON

Chinchón, desde sus orígenes, huele y sabe a ajos, vino, y aguardiente de gran calidad. Su tradicional anís, es un aguardiente de vino de orujo endulzado y perfumado con granos de anís-matalahuga. Es el mejor embajador de Chinchón en toda España y numerosas partes del mundo. A finales del siglo XVIII, cuando prácticamente no existían carreteras por donde transportar los vinos hasta los mercados de las grandes ciudades, y todavía no se conocía el método que inventaron los franceses para conservarlo, había que consumir toda la producción en su lugar de producción por ser un producto perecedero. En Chinchón se inicia su fabricación de forma industrial para utilizar los excedentes del vino que se producía aplicando los sistemas centenarios conocidos, dado que en todas las casas de labor había una bodega y un alambique donde destilar el aguardiente anisado típico de Chinchón. Este aguadiente consiguió el primer premio en la Exposición Universal de París del año 1889. El 2 de febrero de 1909, para poder cumplir con la normativa de la nueva ley de Alcoholes, los principales productores de anis fundan la Sociedad “Alcoholera de Chinchón”.

La tradición del ajo se remonta al siglo XVIII, es un producto de buena calidad, condimento indispensable en la cocina. Sin ninguna duda, el ajo es el cultivo más representativo de Chinchón. El ajo blanco, fino de Chinchón, alcanzó un gran prestigio y cotización, que perduró hasta que a alguien se le ocurrió conservar los ajos en cámaras frigoríficas.
Efectivamente, el ajo fino de Chinchón, además de un sabor delicado característico, tiene la propiedad de mantener intactas sus propiedades durante todo un año, sin necesidad de una especial conservación. Cuando otras variedades habían perdido las condiciones para ser consumido, los ajos de Chinchón eran los únicos que se mantenían en el mercado hasta que llegaban los tempranos ajos de la huerta de Murcia, lo que les hacía ser un producto cotizado y codiciado.
Pero el ajo de Chinchón tiene un problema: no es muy grande y tiene unos dientes pequeños con una cierta dificultad para pelarlos, lo que llevaba a las amas de casa -no sensibilizadas con la calidad- a preferir otras variedades con los dientes más grandes.
Se hicieron probaturas hasta conseguir una variedad de ajo blanco que perdiendo parte de su fino sabor tenía un mayor tamaño, pero que también perdía la característica de su duración. Pero como la ciencia adelanta que es una barbaridad, esto no fue problema, porque guardando los ajos en potentes cámaras frigoríficas podían pasar meses sin que los ajos perdiesen sus condiciones óptimas de consumo. Y además, la nueva variedad era más rentable porque su rendimiento en kilos era mayor por hectarea.
A partir de ese momento se firmó la sentencia de muerte para el ajo fino de Chinchón. Aunque no hay ni punto de comparación entre la calidad de uno y otro, aunque cualquier parecido en el sabor es pura coincidencia; los sagrados valores del mercado y de la rentabilidad han ido consiguiendo que el ajo fino de Chinchón sólo se siembre para el consumo familiar y cada vez sea más difícil encontrarlo. Es verdad que durante unos años se subvencionó su cultivo desde la Comunidad de Madrid, pero sería necesario hacer un esfuerzo de información para que el consumidor conociese la gran diferencia existente entre uno y otros.
Los vinos de Chinchón eran ya conocidos en 1393, época de Enrique III el Doliente. Son ligeros, suaves y aromáticos y actualmente están integrados en la denominación de origen de “Vinos de Madrid”.
El capítulo más importante de su historia lo protagoniza la célebre “Mojona”, la Sociedad de Cosecheros de Vino, Vinagre y Aguardiente de Chinchón, que, además de conseguir que sus productos alcanzasen fama internacional, hicieron una gran labor social, económica y cultural en favor de Chinchón, durante los años de su existencia, de 1853 a 1938.
Aquí también podrás encontrar buen aceite, elaborado por la Cooperativa Aceitera “Virgen del Rosario”, buenos productos de la huerta y exquisitas legumbres que te ofrecerán los propios agricultores en las puertas de su casa, o puestos en la plaza. A precios muy bajos, comparados con los de los mercados, podrás comprobar su calidad, por estar cultivados por los métodos tradicionales.

lunes, 17 de noviembre de 2008

LA VENGANZA DE DON MENDO


Cuando el otro día publicaba el romance de “El Conde Sisebuto”, me vino a la memoria una obra coetanea que ha alcanzado una merecida fama, y es de todos conocida: La Vengaza de don Mendo de don Pedro Muñoz Seca.
Y de ella, una escena que a mí siempre me ha parecido una de las mejores de toda la obra: “El juego de las siete y media”. Por si alguno aún no la conoce o para recordarlo a los demás, dice así:
Magdalena: - ¿Un juego?
Don Mendo: - Y un juego vil
que no hay que jugarlo a ciegas,
pues juegas cien veces, mil,
y de las mil, ves febril
que o te pasas o no llegas.
Y el no llegar da dolor,
pues indica que mal tasas
y eres del otro deudor.
Mas ¿ay de tí si te pasas!
¡Si te pasas es peor!
Magdalena: - ¿Y tú... don Mendo?
Don Mendo: - Serena
escúchame, Magdalena,
porque no fui yo... no fui!
Fue el maldito Cariñena
que se apoderó de mí.
Entre un vaso y otro vaso
el Barón las cartas dió:
yo vi un cinco. y dije “paso”,
el Marqués creyó otro caso,
pidió carta... y se pasó.
El Barón dijo “plantado”;
el corazón me dió un brinco;
descubrió el naipe tapado,
y era un seis, el mío era un cinco;
el Barón había ganado.
Otra y otra vez jugué,
pero nada conseguí;
quince veces me pasé,
y una vez que me planté,
volví el naipe... y perdí.
Ya mi peculio en un brete,
al fin me da Vedia un siete;
y Vedia pone una media
sobre el mugriento tapete.
Mas otro siete él tenía
y también naipe pidió...,
y negra suerte la mía,
que siete y medi cantó.
Y me ganó en la porfía...
Mil dineros se llevó,
¡Por vida de Satanás!
Y más tarde..., ¡qué sé yo!,
de boquilla se jugó
y me ganó diez mil más.
¿Te haces cargo, dí, amor mío?
¿Te haces cargo de mis males?
¿Ves porqué no sonrío?
¿Comprendes por qué este río
brota de mis lagrimales?


Y estos son son los datos del autor:


PEDRO MUÑOZ SECA. Nació en El Puerto de Santa María, el 20 de febrero de 1879 y murió en Paracuellos de Jarama, el 28 de noviembre de 1936). Estudió Bachillerato en el colegio Jesuita San Luis Gonzaga del Puerto de Santa María junto a Juan Ramón Jiménez y Fernando Villalón y en 1901 concluye sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Sevilla. En esta ciudad conoció el mundo del teatro. Allí estrenó en 1901 una obra cómica de un acto, Las guerreras, y en 1903 el sainete El maestro Canillas en El Puerto de Santa María.Entre los años 1910 y 1920 su figura como autor teatral se consolidó como el creador de un nuevo género teatral denominado astracán o astracanada, caracterizado por una búsqueda de la comicidad a todo trance, incluso a costa de la verosimilitud y desfigurando el lenguaje natural. El astracán gozó del favor del público, pero no así del de la crítica y la intelectualidad. La obra más célebre dentro de este género es La venganza de Don Mendo, que se estrenó en el Teatro de la Comedia en 1918.

domingo, 16 de noviembre de 2008

CHINCHÓN: PLATÓ CINEMATOGRÁFICO.


Una caravana de zíngaros avanza cansina por la “Cuesta Blanca”; en el horizonte, la silueta de Chinchón; después los carros suben por el carril y entran en la plaza por el arco del Barranco. Al fondo, la torre... Sobre estas imágenes van apareciendo los títulos de crédito de la película “La bella de Cádiz”, protagonizada por Conchita Bautista, una jovencísima Carmen Sevilla y Luis Mariano. Eran los años de la posguerra y Chinchón se estaba convirtiendo en un plató ideal para el séptimo arte.
Dos años después, en el año 1955, fueron David Niven y Mario Moreno “Cantinflas” quienes encarnaron a Willy Foog y su fiel mayordomo Juan Picaporte en la “Vuelta al Mundo en 80 días”, acompañados por Luis Miguel Dominguín. Los productores de la película quedaron encantados con la colaboración que habían recibido en el pueblo. Todos los días, la plaza se llenaba de público entusiasta que hacía las funciones de “extras”, muchos de ellos sin cobrar nada y, además, eran disciplinados y cumplían las indicaciones del director casi como profesionales. El resultado fue que se redujeron los días de rodaje y los gastos previstos y como agradecimiento al pueblo se celebro una corrida de novillos en la que alternaron Luis Miguel Dominguín -entonces el número uno- y “Cantinflas”, con capea y entrada gratis para todos.


El espectáculo era único. La plaza estaba adornada con mantones de manila y los balcones estaban llenos a reventar. Todo el pueblo hizo fiesta durante aquellos días y aquellas imágenes de Chinchón recorrieron todo el mundo, y nuestro pueblo se fue haciendo internacional.
Sin duda que uno de los que debió ver estas imágenes fue Orson Wells. Llegó a Chinchón en el año 1964 localizando exteriores y rodó aquí algunas escenas de "Campanadas a media noche". Al año siguiente también rodó en Chinchón la película “Una historia inmortal” (The immortal story) con Roger Coggio y Jeanne Moreau, siendo el propio Orson Welles, director e intérprete de la película que se estrenó el 1 de enero de 1966. En esta película, Chinchón representa a Macao que curiosamente tiene un cierto parecido con la arquitectura española, debido a su historia de ocupación Portuguesa.
Durante el rodaje de estas dos películas, alquiló una casa en Chinchón y fiel a su fama de buen sibarita, frecuentó los mesones, dejando memoria de ello en una dedicatoria, con auto caricatura incluida, en una de las tinajas del mesón "Cuevas del Vino". Pero debió haber algo del embrujo de Chinchón que le llegó a lo más profundo de su ser, ya que dejó escrito que cuando muriese quería ser enterrado en Chinchón. Cuando esto ocurrió en el año 1985 y la prensa lo dio a conocer, aunque algunas personas particulares de Chinchón quisieron hacer gestiones para que se cumpliese su última voluntad, las autoridades no consideraron oportuno intervenir y prevaleció la amistad de sus herederos con el matador de toros Antonio Ordóñez y finalmente fue enterrado en Ronda, en una finca propiedad del torero. No obstante, aún es tiempo de conmemorar estos hechos por medio de una placa en reconocimiento de unos de los mayores cineastas de todos los tiempos.

Dos años antes, (1963), el rodaje de la película “El fabuloso mundo del circo”, dirigida por Michael Todd, marcó un hito en la vida de Chinchón. Los tiempos estaban cambiando y fueron muchas semanas de rodaje. El consumo de pipas de girasol se disparó y llegaron a nuestro pueblo unas gentes muy raras, de costumbres disolutas, que escandalizaban a los mayores y servían de ejemplo -malo- a los jóvenes.
Rita Hayworth, John Smith, Claudia Cardinale, Lloyd Nolan, John Wayne, Richard Conte ... convirtieron nuestra plaza en el lejano oeste. Día tras día, cientos de extras llenaban los tendidos de la plaza... cobrando... por no hacer nada... Bueno, aplaudir cuando te lo decían y... comer pipas. Al principio, todos querían ser del grupo de los “elegantes” porque cobraban unos duros más; pero pasado un tiempo se daban cuenta que no merecía la pena, porque tenían que colocarse en las primeras filas y así no había quien se pudiese “despistar” en todo el día.
Las grandes estrellas de la pantalla se paseaban por las calles de Chinchón. Los americanos iban siempre muy en su papel de vaqueros; pero Claudia Cardinale, quizás por ser también de cultura latina, se interesaba por cosas más cercanas, como por ejemplo, la forma de vestir de las mujeres mayores de Chinchón. Le llamó mucho la atención las mantas negras de lana que usaban como abrigo. No sólo se compró una para ella, sino que acabó con las existencias de la tienda de María Fernández, en la calle Grande, para llevarlas como regalo a sus amigas de Italia.
Hubo quien consiguió una cierta fama por haber sido elegida como doble de Claudia Cardinale en algunas escenas que representaban algún riesgo o molestias para la artista.
Terminado el rodaje en Chinchón, fueron los chinchonenses tan buenos “extras” que les siguieron contratando para bajar a Aranjuez donde se rodaron algunas escenas en un gran circo que se montó al efecto.

Años antes, ya lo habían demostrado en el rodaje de “Rey de Reyes”. Durante unos días del verano de 1959 (la película se estrenó en el año 1961) los cerros de la vega, cercanos al parador de “Frascuelo”, se convirtieron en el escenario para el sermón de la montaña. Jeffrey Hunter daba vida a Jesucristo que iba desgranando las bienaventuranzas mientras subía por la empinadas laderas de los montes. Carmen Sevilla, que era María Magdalena, no podía aguantar el reseco calor del verano de Chinchón y tenía que recibir continuos cuidados para no deshidratarse. En los descansos del rodaje, cada cual buscaba la sombra de los viejos olivos que jalonaban los límites de espectacular decorado natural. Era la primera vez que las tierras de Chinchón representaban a la Tierra Santa. Poco después, todos los Sábados Santos, la plaza y las calles de Chinchón se convierten en Jerusalem para celebrar la Pasión de Cristo.
En 1958 se rodaron unas escenas en la calle de los Huertos, junto a la Puerta de la Villa, para la película "El ruiseñor de las cumbres", dirigida por Antonio del Amo y protagonizada por Joselito y Roberto Camardiel, en las que asisten a un encierro con un toro enmaromado.
Ese mismo año, se rodó en el campo de fútbol del grupo escolar “Hermanos Ortiz de Zárate” unas secuencias de la película “El puente de la paz”, dirigida por Rafael J. Salvia, con guión de Pedro Masso, y en la que aparecía el tío Vicente “el barbero” junto a su peluquería de los soportales de la plaza.
En el Café de la Iberia y en la plaza se rodó la película “Pelusa” con Marujita Díaz y Espartaco Santoni, dirigida por Javier Soto en 1960, aunque tuvo mucha menor repercusión el pueblo, puesto que el rodaje duró sólo unos días.
En el teatro Lope de Vega se han rodado varias películas, como “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?.. ” obra original de Adolfo Marsillach, dirigida e interpretada por nuestro paisano José Sacristán, acompañado por Conchita Velasco, en el año 1991, y otra, cuyo título no recuerdo, que interpretaba Vitorio Gassman.
Cuentan las crónicas antiguas que en la plaza de Chinchón se rodó la película “Viva Madrid, que es mi pueblo”, interpretada por Marcial Lalanda y, como es obvio, con tema taurino de argumento. Era el año 1928 y fue dirigida por Fernández Cuenca.
Hasta don Moisés Gualda, siendo cura párroco, se interpretó a sí mismo en un pequeño papel de una extraña película en la que eran protagonistas Fernando Esteso, Barbara Rey, Mónica Randall, Conchita Goyanes, Josele Román y Francisco Valladares y dirigida por Francisco Lara Polop, titulada “Virilidad a la española” en la que había diversas localizaciones por todo el pueblo, destacando una larga secuencia en los salones del baile de “Finuras”, y se transformó el actual Bar “Music House”, en la plazuela del Pozo, en una “boutique” de lencería.
La iglesia parroquial fue el escenario principal de un capítulo de una serie de televisión en el que se intentaba robar el cuadro de la Asunción de Goya, y en el que era su protagonista un joven Miguel Ríos que estaba iniciando su carrera como cantante. También para televisión se rodaron en la ermita de Santa Ana unas escenas de la serie “Los pícaros” protagonizada por Fernando Fernán Gómez.
En otra ocasión se construyó toda una edificación frente a la casa de Juan González, en la calle de los Huertos, para rodar una película sobre Simón Bolívar y se rodaron lagunas escenas de la película “La vil seducción” dirigida por José María Forqué en el año 1968, con José Sazatornil, Analía Gadé, Milagros Leal y Fernando Fernán Gómez.
Carlos Saura rodó en Chinchón algunas escenas de su película “Deprisa, deprisa” en el año 1979 y Pedro Almodóvar en el año 1986 ubicó la acción de su película “Matador” en un chalet de la vega de Chinchón.
En el año 1987, Antonio Mercero rodó la película "Espérame en el cielo", protagonizada por José Soriano, José Sazatornil, Chus Lampreave y Manolo Codeso, en ella se incluye una pequeña secuencia del NO-DO, en la que se ve a Franco inaugurando el Grupo Escolar "Hnos. Ortiz de Zárate en el 18 de julio de 1951.
En año 2002 se ruedan , también aquí, algunas escenas de la película “La luz prodigiosa”, basada en la novela de Fernando Marías, y dirigida por Miguel Hermoso, en la que intervienen José Luis Gómez, Alfredo Landa, Nino Manfredi y Kiti Mamber.
En el mes de enero de 2008 se estrenó la Segunda entrega de los héroes del cómic “Mortadelo y Filemón”, titulada “Misión salvar la Tierra”, dirigida por Miguel Bardem y protagonizada por Eduardo Soto y Pepe Viyuela. Unas escenas de esta película se rodaron en el castillo de Chinchón con la participación de muchos figurantes de nuestro pueblo. También en este escenario se rodaron, un año antes, las imágenes para un anuncio para la televisión estadounidense.
Pero hablando de publicidad, posiblemente el anuncio con más divulgación a nivel mundial fue el que la empresa Coca-Cola encargó para conmemorar el mundial de fútbol celebrado en Corea y Japón en el año 2002. En este anuncio rodado en la plaza de Chinchón fueron protagonistas los célebres futbolistas Luís Figo, Diego Forlán y Thierry Henry, junto a "viejas glorias" del fútbol español, como Pablo Futre, Luís Aragonés, Michel, Eusebio, Schuster y Luiz Pereira. El spot titulado "Generaciones", fue emitido en distintos países durante las semanas previas al mundial, y reflejaba la capacidad del deporte para unir personas de diferentes generaciones y culturas.

En todas estas, y en otras que nuestras fuentes de información han podido olvidar, tuvieron su minuto estelar muchos paisanos nuestros, pero, hablando de cine, tenemos que hacer una mención muy especial a nuestro paisano José Sacristán que también rodó en Chinchón, como director e intérprete la película “Cara de acelga” en el año 1986. Antes, en el año 1973 también se rodaron en Chinchón algunas escenas de la película "Sex o no sex", protagonizada por José Sacristán, Carmen Sevilla, Ágata Lys y Antonio Ferrandis, dirigida por Julio Diamante y que fue estrenada en enero del año siguiente.
Es posible que no sea este el momento ni el lugar de hacer una relación de todas sus interpretaciones en el cine, teatro y televisión; pero sí dejar constancia de su categoría de actor y, sobre todo, de su condición de chinchonense que ha pregonado siempre con orgullo en cuantas ocasiones ha tenido oportunidad.
Ahora, el lector, puede entornar los ojos y visualizar una gran pantalla en donde va acercándose, hasta llenarla toda, un

The End

sábado, 15 de noviembre de 2008

CHINCHON BAJO LA DOMINACION ROMANA

A la dominación cartaginesa siguió la romana, y contaba Tito Livio, que allá por el año 184 antes de Cristo, en las llanuras de Hippo Carpetana se libró una cruenta batalla entre las tropas romanas mandadas por los pretores Calpurnio y Quintio y los lugareños de la región carpetana, que derrotaron a los invasores romanos que llegaron a perder cerca de 5000 hombres. Según el historiador Garibay esta batalla se libró cerca de la ciudad de Titulcia, en la actual Vega de Chinchón. El hecho es que en estas tierras se asentaron los romanos, y concretamente Titulcia fue una ciudad importante situada en la red de vías romanas que se construyeron en la península ibérica; siendo lugar de encuentro de las calzadas romanas que enlazaban Mérida con Zaragoza por Toledo y por Lusitania. Esta villa romana, posiblemente de carácter militar como residencia de un destacamento de fuerzas para custodiar las calzadas romanas que allí confluían, pudo ser fundada hacia el año 140 antes de Cristo.
Aunque prácticamente no se conservan estos restos, cuentan los historiadores de Chinchón que fueron muchos los hallazgos de antiguos poblados romanos en el sitio del Monasterio y en el sitio del Moral se encontraron cerámicas y mosaicos romanos, incluso algunas monedas.
Paulino Álvarez Laviada, aventura la opinión, que apoya en el historiador Lafuente, que Chinchón, en aquellas época se llamaba "Circense", nombre que corresponde a Circe, una ciudad del Lacio en el país de los Volscos. Según esta teoría en nuestro territorio había un asentamiento formado por habitantes que gozaban del jus latü, cuyos moradores, por ser de Circe, formaban un colonia circense.
Hace mención a diversos vestigios encontrados en los alrededores de Chinchón. En la Fuente Pata aparecieron diversas monedas correspondientes a la época de Tiberio César, que también se encontraron en diversas casas de la propia población al tirar unas tapias, aunque no se sabe si se enterraron allí originariamente o fueron escondidas con posterioridad. No se conserva ninguna de estas monedas, aunque a ellas también hacía mención don Miguel Ramón Linacero, en las contestaciones al cuestionario del Cardenal Lorenzana, a finales del siglo XVIII. En este mismo documento describe una lápida sepulcral con una inscripción romana, que por aquella época se utilizaba como dintel en una puerta de la plaza mayor, y que había sido descubierta en la vega de Chinchón; con una inscripción latina que decía:

D.M.S. (Diis manibus suis)
AEMILIUS FAUSTUS AEMILIAE
PIAE USORI INDULGENTISSIMAE
ET SIBI VIVUS
FACIENDUM CURAVIT.

Esta lápida está dedicada a los dioses familiares (manes) y en ella se dice que Emilio Fausto, estando aún vivo se cuidó que se hiciese (el sepulcro) para su piadosa e indulgentísima esposa Emilia y para el mismo.
Esta inscripción latina fue catalogada por el historiador y lingüista alemán Hubner con el número 3071 en el segundo tomo de su Corpus inscrpcionum latinarum. Con el número 3069 también catalogó otra lapida encontrada en Titulcia de características similares.
El siglo pasado se encontró en el paraje de las Eras de Villaverde, de la Vega de Chinchón, un sarcófago romano, labrado en una sola pieza de piedra con una gran losa como cierre, que no tiene ninguna inscripción y que el catedrático don Manuel Criado del Val, dató en el año 120 de nuestra era. Está depositado en la Casa de Cultura “Manuel Alvar” de Chinchón, donde se puede contemplar.
Por los restos que, como hemos dicho, se encontraron en la vega del Tajuña, se podría aventurar que en esta época hubo diversos asentamientos a lo largo del río, al amparo de la guarnición militar de Titulcia, aunque suficientemente separadas de ella. También es posible que en esta época se iniciase la formación de núcleos de población en la actual ubicación del pueblo, precisamente para huir de la cercanía de las tropas romanas y de los que transitaban las calzadas, que a menudo saqueaban los asentamientos civiles de los alrededores para conseguir alimentos y frecuentemente eran portadores de enfermedades contagiosas. Estos asentamientos eran los de Eza, Villaverde, el Monasterio, San Galindo, y San Juan o el Moral, todos ellos desaparecidos desde hace siglos, y de los que sólo queda actualmente la ermita de San Galindo en estado ruinoso y que es de construcción mucho más moderna.
Ceán Bermúdez comentaba que, en tiempos, en el poblado de Eza existían las ruinas de un castillo hacia poniente, camino de Chinchón, y se hallaron piedras con molduras e inscripciones de mal trazo en las que sólo se podía leer la palabra Licinia, nombre de mujer, que los naturales de Morata de Tajuña creían que podía ser el antiguo nombre de su villa, que está próxima al asentamiento que tenía el asentamiento de Eza.
Como veremos después, los pobladores de estos asentamientos los fueron abandonando para trasladarse al pueblo de Chinchón que iba configurándose en su ubicación actual.
Podemos leer en la Obra de Ceán Bermúdez, Las Antigüedades romanas de España: Circense: "Villa de la provincia de Madrid, cerca de Aranjuez, entre los ríos Tajo y Tajuña, perteneció a los carpetanos y conserva reliquias de población romana".
Estos vestigios a los que se hacen mención bien podrían ser las eras escalonadas en las laderas norte y noroeste de la meseta en la que está asentada la parte más antigua de la población sobre el Vallejuelo, que bien podrían ser los cimientos de las defensas de antiguos castros o campamentos militares romanos. Estas laderas escalonadas también se pueden apreciar en los cerros de las cabezas que están al oeste de la población y a muy corta distancia.
Aunque estos vestigios puedan demostrar el paso de los romanos por nuestro pueblo durante casi seis siglos, nos dicen muy poco de su forma de vivir y de su influencia, que sin duda la tuvo, en la posterior historia de Chinchón.
Dentro de la organización administrativa romana, nuestro pueblo quedó encuadrado primero en la España Ulterior y, después de la división de Augusto, perteneció política y administrativamente a la provincia Tarraconense, y judicialmente al Convento jurídico de Caesar Augusta (Zaragoza) que era uno de los catorce distritos en que se dividió España.

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