El pasado 4 de enero, el periodista Marc Vidal publicaba en su blog este artículo, que por su interés os trascribo: lo tituló como yo he puesto en la entrada.
Me pregunto qué es la política. ¿De qué va? ¿En qué la están convirtiendo quienes la magrean y la ensucian con sus manos grasientas todos los días? Unos piensan en ser sucedidos y otros en ser los sucesores, algunos en reinar a dedo y otros a montar un nuevo partido cuando no le dejan jugar en el suyo. Aquí nadie se preocupa de lo sustancial: impulsar que todo esto vuelva a ponerse en marcha y que, poco a poco, atendiendo al agujero existente, nos pongamos a arrancar la cisterna que se paró hace unos años ya.
La crisis ya pasó y no va a haber recuperación alguna. Este es el escenario que nos queda. Lo que llamaron recesión no era más que la puerta de entrada a un nuevo modelo económico basado en la estrechez y en el pago de la deuda contraída durante tanto tiempo fabricando cosas inservibles que nadie quería. Todo se debe pagar, se debe abonar el insulto a la inteligencia que suponía comprar pisos sin apenas ingresos por el mero hecho de que te concedieran un crédito inasumible en una sociedad equilibrada. Pagarlo como se pagan los pecados, con penitencia y resignación. Resignación para los que se metieron en ese lodazal, no para los que no lo hicimos. Me niego a encerrarme y a pagar las miserias de los que ahora ven como les embargan Cayennes, Visas y calzoncillos de marca. A mí y los que pueda ayudar, las arenas movedizas no nos pillarán quietos.
Lo peor de todo es que la confianza se ha venido abajo. Nadie se fía de nadie. La quiebra sustancial de la banca no es una quiebra financiera, es una quiebra moral, como moral lo es en la política. Quiero emprender y que me dejen emprender. Es difícil hacerlo en este país a pesar de los discursos manidos a favor de la emprendeduría. Hay bancos que montan “concursos” para ayudar a jóvenes a emprender y luego te crujen desvalorando tus activos. No hay ayudas y cuando las hay son pura intervención, puro inconveniente. Prefiero que no me ayuden, que me dejen en paz, ya me lo monto yo, ya me busco el mercado yo mismo. Yo solito, como Juan Palomo.
Hace algún tiempo, cuando decidí internacionalizar algunos de mis proyectos empresariales me encontré con una de esas situaciones que ni el mejor guionista cómico. Me presenté en una de esas oficinas que se presentan como “servicio público” de impulso y estímulo a la internacionalización de pymes. Lo que obtuve fue un presupuesto de cinco cifras por una agenda de entrevistas con posibles clientes. Obviamente no firmé, de hecho memoricé algunos de los que previsiblemente debían ser mis “mentores” en el exterior. Consulté y descubrí que si lo llego a aceptar hubiera tirado el dinero. Venía de un fracaso por lo que no andaba para bromas. Al final, cogí mi poca pasta y mis sueños y me fui yo mismo solito por mi cuenta y riesgo.
Golpeé puertas y ventanas, solicité entrevistas, di conferencias a grupos que se podían contar con los dedos de una mano, atendí medios de comunicación que no leían ni los que trabajan allí, conocí ladrones y burócratas, aprendí que era eso de la mordida, lo de “yo conozco a la que se acuesta con el viceministro y te puedo ayudar” y otros capítulos varios que no te explican en la escuela de negocios. Piqué piedra y pasé días y noches que no se los deseo ni a mis enemigos. Sin embargo, me fui saliendo y con el tiempo llegaron las charlas de nivel, las entrevistas, la acción comercial eficiente, la gestión de proyectos y la gestación de lobbys de interés. Hoy en día, más de un lustro después, uno tiene una agenda americana formal, serena, legal, aceptable y bien gestionada, que me permite ayudar a quienes me lo piden, pero, sobretodo, me permite olvidarme de la política y de sus herramientas de intervención e inconveniente
Hemos dejado atrás la mayor crisis económica que ha vivido este país en los últimos cincuenta años, hemos entrado en un nuevo territorio que deberá asumirse y aceptarse con resignación o con ánimo por emprender, que cada uno haga lo que considere como he dicho, pero entiendo que no es de recibo seguir escuchando ciegamente a estos tipos que siguen con el “y tu más”.
Las excepciones confirman la regla y procuro que sean estos para los que trabajar cuando me piden mis servicios aquí o en cualquier parte del mundo, pero la gran mayoría de políticos ya no son políticos, son individuos que se guardan las cartas para cuando interese sacarlas. Me pregunto, ¿dónde está la política de verdad? ¿Qué significan las amenazas a uno y otro lado de la contienda?, ¿qué es eso de pedir un sacrificio a la ciudadanía para salir de la crisis en unos años?, ¿qué significa decir no a todo donde no se gobierna para aceptarlo donde sí? ¿por qué tengo que pagar yo su ineficiencia y su obsesiva manera de verlo todo desde el filtro de la táctica electoral?
Se han comportado como niños midiéndose los penes. A los presidentes de los clubes de fútbol se les abren expedientes cuando generan crispación, pero a estos tipos, que se les supone educación y principios, valores y responsabilidad, se les debería de abrir expedientes cuando en su acción política lo único que logran es crispar, enfadar, provocar conflictos y perjuicios reales y mesurables. Hay políticos que en su ejercicio público han generado pérdidas que se pueden cuantificar por el mero hecho de ser unos inútiles. A estos les llamo “los del síndrome Carod Rovira”. Les voy a explicar un caso, de tantos que hay:
Hace unos años, se estaba barajando el hecho que el circuito de Montmeló perdiera la carrera anual de Formula 1 que tiene asignada desde los años noventa, en beneficio del circuito de Valencia. En aquel momento, hace varios años, el Presidente del Circuit era el por aquel entonces Vicepresident de la Generalitat Josep Lluis Carod Rovira. Lo era por un tema estatutario y vinculado a que ésta es una instalación gestionada por un patronato público y pagado con dinero idem.
Cuando el bueno de Carod, que no lo hizo de mala fe, se apresuró por hacerse la foto que garantizaría la renovación hasta 2016 del contrato que unía a Bernie Ecclestone y su circo automovilístico al circuito en cuestión, a fin de que el bueno de Bernie no se llevara la prueba española a Valencia, logró que algo que era rentable pasara a deficitario. Así fue. Cuando la noticia saltó a los medios, Ecclestone comunicó que Valencia tendría su prueba en circuito urbano y que el contrato con los catalanes subía unos cuantos millones de euros más que el anterior. Carod creyó que hacerse una foto era firmar un contrato en las mismas condiciones que el anterior y además evitaba lo de la prueba valenciana.
Obviamente, Carod descubrió que era un soplagaitas profesional y todavía se hace pequeño cuando le nombran el suceso. Sin embargo, el asunto era de sistema. Que un profesor de bachillerato sin formación empresarial ni capacidad gerencial, decidiera liderar ese asunto nos ha costado que la prueba catalana de fórmula 1 pasara de ser un negocio rentable a un gasto más que alimenta el déficit público. A eso me refiero.
Pues el síndrome del gestor ineficiente se extiende. El gobierno actual rige en la inoperancia, pero la oposición mayoritaria y “moderada” se ha quedado dormida a espera que el tiempo y su inercia les conduzcan al poder. No existe memoria, no existe decoro ni conciencia, nadie recuerda cuando nos acercábamos y nadie avisaba, pero la carrera hacia una colina llena de estiércol ya ha terminado. Ya hemos llegado, ¿y ahora qué? Ahora que cada uno coja sus herramientas y se ponga en marcha. Utilicen las redes, la web, las comunidades y organícense, vinculen su talento en lo colectivo, en la nueva economía, soliciten ayuda a quienes puedan ofrecerla, pero olvídense de la política y de sus cábalas. Del actual gobierno sólo recibiremos estancamiento, del próximo, subida de impuestos.