Este escenario que ofrecía una imagen muy sencilla, tenía un gran inconveniente: que sólo podía ser presenciado por muy pocos espectadores. Era el inicio de la representación, una escena de un contenido primordial en el contexto de toda la Pasión y había que buscar necesariamente una ubicación que permitiese ser vista por más público.
Unos años después se hizo una prueba en los soportales de la plaza, colocando el escenario en el centro. La ubicación era buena, el escenario ganaba en espectacularidad y permitía que se completase la presencia de los doce apóstoles, lo que daba a la escena una mayor prestancia. La visibilidad era buena para muchos espectadores pero al tener que preparar el escenario desde unos días antes, se impedía el paso por los soportales lo que ocasionaba inconvenientes para los vecinos y viandantes.
En el año 1967 se había hecho la reforma de la plaza mayor y en la planta baja del Ayuntamiento se había habilidado un soportal con columnas que ofrecía el marco ideal para representar el cenáculo. Era el escenario más adecuado para comenzar una representación que iba adquiriendo con los años prestigio con el respeto y admiración de los que cada año nos visitaban el Sábado Santo. Con unas cortinas, un gran candelabro de bronce, un bargueño y una larga mesa cubierta con un mantel, se completaba la decoración.
Pero tambien tenía un inconveniente; al ser en la planta baja, la visibilidad era reducida, y sólo veían bien la escena los que ocupaban las primeras filas.
Había que buscar una solución, pero manteniendo la escena en la plaza, ya que por la gran afluencia de público era prácticamente imposible seguir la comitiva durante toda la representación como se hacía los primeros años. Así en la plaza se podía ver la mayor parte de las escenas de la Pasión.
La solución estaba en hacer esta primera escena en el balcón principal del Ayuntamiento. Aunque los maderos de los balcones estaban demasiado juntos y la barandilla era muy tupida, se solucionó en parte el problema colocando una tarima que elevaba el suelo casi medio metro lo que hacía más visible a los actores. Esta solución que permitía una decoración más parecida a una estancia-comedor como sala principal de una casa, es la que ha permanecido hasta la fecha.
El prendimiento: El huerto de los olivos estaba casi predeterminado por el nombre de la calle donde su ubicó.
En la plaza de San Roque, al principio de la calle de los huertos, había una gran explanada con árboles, lindando con el huerto de una casa particular que ofrecía el espacio ideal para escenificar el prendimiento. Sólo había que colocar algunas grandes piedras y simular algunos olivos para convertirlo en el huerto de Getsemaní. El escenario se ha mantenido hasta el presente y cuando la plaza fue urbanizada se conservaron algunos detalles que eran necesarios para la representación, como la gran piedra donde Jesús reza mientras sus discípulos duermen, esperando que llegue Judas para traicionarle y han sembrado varios olivos.
El Pretorio de Pilatos: Había una casa que tenía la prestancia suficiente para ser la residencia del pretor romano Poncio Pilatos. Es la casa de don Juan González que está enfrente de donde se representa el prendimiento. Pero tenía el gran inconveniente de que los frondosos árboles que hay delante impedían la visión del balcón. Por ello se buscó otra ubicación que también estaba cerca del huerto del prendimiento. En la casa que está en la esquina Olalla, entre la calle de Molinos Baja y la calle Contreras, había un amplio balcón que reunía las dos condiciones imprescindibles para desarrollar esta escena, que tuviese visibilidad y que tuviese capacidad para Pilatos, Jesús y el Centurión en la escena del “Ecce Homo”. También en esta casa se realizaron obras de restauración y los propietarios respetaron las características del balcón para que se pudiese seguir representando esta escena de la Pasión.
El Camino de la Cruz: Subiendo por la calle Contreras, nos encontramos con la calle de la Amargura, y desde esta, por la calle de Morata se subía por la cuesta de la torre hasta llegar a la puerta de la Iglesia, donde el primer año se hizo el Calvario.
También el nombre de la calle de la Amargura influyó para tomar la decisión a la hora de determinar el recorrido del cortejo camino de la crucifixión. El camino era largo, cuesta arriba y las calles estrechas. Con pocos espectadores, mezclados entre la comitiva la sensación era impresionante. Jesús con la cruz a cuestas, ayudado por el Cireneo no podía interpretar, tenía que actuar empleando todas sus fuerzas para resistir el peso de la cruz. Esto daba un verismo sobrecogedor a la escena y los que veían el paso de la comitiva desde las aceras quedaban conmovidos por el realismo con que actuaban los intérpretes, a los que sin duda no se les podía llamar actores.
Los últimos años se ha vuelto a un recorrido similar al primero, dejando a la izquierda la cuesta de la torre para seguir por la calle de Morata hasta la plaza.
El Calvario: El primer año se piensa unificar los más posible los escenarios y en la puerta sur de la Iglesia se forma un tablado en donde se hace el Calvario y la Resurrección. La idea es que los espectadores sigan las escenas desde la plaza, pero el público sigue a la comitiva hasta la puerta de la Iglesia lo que provoca que sólo unos pocos lo pueden ver cómodamente. Por otra parte se comprueba que desde la plaza no se puede apreciar bien la acción por lo que se decide cambiar el escenario del calvario a otro lugar, manteniendo en la portada de la iglesia la escena de la Resurrección que sí adquiere en ese lugar la espectacularidad requerida.
Desde el año 1964 se decide hacer las escenas de la crucifixión en la plaza, por ser el lugar donde mayor cantidad de espectadores lo pueden ver con más facilidad, además, las escenas de la segunda y la tercera caída se pueden hacer también en la plaza y así ser vistas por más espectadores.
El cambio de escenario presenta un problema grave dentro de la filosofía de la representación de la Pasión. El hacer esta escena en la plaza requiere, necesariamente, construir un escenario que simule el monte Calvario y ya hemos comentado que se pretendía que los escenarios fuesen lo más naturales y se añadiese el menor artificio posible.
El lugar elegido fue la Fuente de Arriba. Sobre el pilón, que se quitó el agua, se colocaron unos pequeños tablados, colocando en el centro un bidón lleno de hormigón, con un agujero central para colocar la cruz. Con ramaje se cubrieron los tablados y los laterales y el frontal de la fuente y se colocaron varios árboles alrededor. Con serrín se cubrió el suelo y, aunque su aspecto con luz de día no era demasiado convincente, el resultado final, con luz artificial, fue bastante satisfactorio.
Cuando se efectuó la restauración de la plaza y se modificó la fuente, el tablado se construyo detrás, aprovechando las piedras que estaban a medio colocar; el resultado fue espectacular puesto que la cruz, una vez levantada, quedaba casi por encima de las casas.
Año a año se fueron haciendo diversas modificaciones hasta llegar a la solución actual, en la que se construye un gran tablado delante de la fuente, con la misma filosofía inicial y que ofrece unos resultados francamente satisfactorios.
Con gavillas de sarmientos, ramas de olivos, carrascas, romero y aulagas se consiguen disimular las partes visibles de madera que forma el tablado. Asimismo, detrás de estas ramas, se pueden camuflar fácilmente los focos necesarios para la iluminación de la escena y el resultado final, en la representación, se puede calificar de muy bueno, y no desentona del resto de los escenarios naturales. Con los árboles y los matorrales se consigue la ficción de un veredero montecillo dentro de la plaza.
El cambio de escenario también suscitó nuevos problemas en la representación. El primer año el descendimiento del cuerpo de Jesús de la cruz, se hizo apagando las luces y dejando a oscuras el escenario. Al estar en la puerta de la iglesia, la escena de la resurrección se podía hacer inmediatamente.
Pero al hacerse en la plaza, hubo que ingeniarse un descendimiento más teatral y añadir las escenas de la llegada de José de Arimatea pidiendo el cuerpo de Jesús y su posterior entierro con salida por el Barranco. Desde allí, un coche que esperaba, trasladaba al actor que hacía de Jesús hasta la iglesia para hacer la resurrección.
Con la solución del entierro se conseguía que toda la comitiva abandonase el escenario ordenadamente.
La Resurrección: Es la escena cumbre de la Pasión de Chinchón que, como ya hemos dicho, pretendía ser un acto litúrgico dentro de las celebraciones de la Semana Santa. La Pasión de Cristo tiene sentido porque termina con la resurrección, y la Pasión de Chinchón ofrecía un final inédito en las distintas “pasiones” que se representaban en la zona de Tarragona y en algunos lugares del País vasco.
Por esto, era fundamental en la Pasión de Chinchón presentar una escena espectacular para terminar. El lugar era incuestionable: el pórtico y la fachada de la Iglesia, y no solo por la simbología religiosa, sino también por la grandiosidad de la escena vista desde de la plaza.
Como la escena iba a ser vista a mucha distancia no necesitaba ninguna clase de decoración añadida a la fachada de la Iglesia, pero sí había que utilizar “trucos” y artificios para simular la salida de Jesús del sepulcro.
Para ello se pensó en colocar delante de la puerta de la iglesia una carretilla elevadora, sobre la que se colocaba Jesús, y se cubría con un cortinaje negro para ocultar el artificio. Después, con juegos de luces, suelta de humo y fuegos artificiales se levantaba hasta casi el centro de la fachada.
Durante los más de cuarenta años transcurridos, el resultado de esta escena ha sido dispar, puesto que los elementos meteorológicos influyen en el resultado, sobre todo el viento que mueve el humo y no siempre hacia donde se pretende.
Por otra parte, los efectos luminosos no siempre son lo sobrios que la representación aconseja y a veces se comenten excesos que serían fácilmente subsanables si hubiese una dirección artística efectiva, de lo que hablaremos más tarde.
No obstante, la escena resulta espectacular y está previsto que se contemple desde la plaza, y, en la distancia, se consigue el efecto de verse elevar la figura de Jesús entre nubes, mientras repican las campanas y resuena el Aleluya de Hendel.