Hacía ya tiempo que la niebla del olvido iba descendiendo por las estribaciones de mi mente, desdibujando recuerdos y velando realidades; por eso no sabía a ciencia cierta cuando ocurrió.
Pudo ser aquella mañana del mes de junio, cuando me despertó una tenue ráfaga de viento que se coló por las rendijas de la vieja y desvencijada ventana de la alcoba. Me desperezé después de apartar la sábana que me había echado encima cuando el relente del amanecer me invitó a arrebujarme como un ovillo en medio de la cama.
Aquella mañana, no sabía porqué, me vino a la mente una palabra de esas que nunca se usan: "binza". No, no era pinza, ni pizca, ni bizca, ni bizna, era "binza" y no sabía su significado.
-"Binza"... "binza"...
Nada, que no podía recordar que podía ser "binza".
Aunque por aquello del fastidioso vértigo, tenía que levantarme poco a poco, aquella mañana me tiré literalmente de la cama y me fui directo al diccionario."Ba"... "be"... "bi"... "biberón"...
Casi se me cayó el diccionario de las manos... faltaban muchas palabras... eran como si se hubiesen borrado... como si alguien lo hubiese sacudido y muchas palabras se hubiesen caído del libro, tintineando en el suelo como pequeñas cuentas de cristal.
Y se me olvidó la palabra. No era bizca, no. Ni pinza, ni pizca... Era... no; ya no me acordaba. Pensé que debía ser que todavía no había tomado el café y además la próstata me recordó cuáles eran mis primeras obligaciones. Entré en la rutina diaria de la tostada untada con un diente de ajo y un chorrito de aceite, de la loncha de jamón York en una rebanada de pan de molde, porque mis dientes ya no podían con la corteza del pan candeal y del tazón de leche engañada con un poco de café en que se había convertido, con los años, el tradicional café con leche.Mientras desayunaba en la cocina no paraba de dar vueltas a la cabeza... no era pizca... ni pinza... Ni por esas, que no podía recordar la maldita palabra.
No sabía interpretar lo que ocurría y pensé que podía estar pasando lo mismo en los otros libros. Me fui al Quijote y vi que allí también se habían caído bastantes palabras. Ojeé algunas páginas y de vez en vez había espacios en blanco: "El resto de ella concluían .............. de ............. , calzas de ................ para las fiestas, con sus ............. de lo mismo, y los días de entresemana se honraba con su.............. de los más fino". Leí, empezando a asustarme.
A la mañana siguiente me vino a la mente "albahaca" y cuando fui al diccionario se habían perdido todas las palabras con raíz árabe. Unos días después fueron los anglicismos y luego los toponímicos. En el diccionario y en los libros había, cada vez, más espacios en blanco que avanzaban inexorables. Me figuraba unos grandes osos polares devorando salmones, con escamas de letras, que intentaban, en vano, nadar contra corriente. Ya eran muy pocas las frases que estaban completas; posiblemente sólo "mi mamá me mima", "amo a mi mamá" y "Con cien cañones por banda", que era la única poesía que había aprendido de pequeño.