“Los ancianos viven demasiado y es un riesgo para la economía global , hay que hacer algo ya.”
Hizo una pausa y, con parsimonia se sirvió un poco del agua en la copa de cristal que tenía frente a ella. Con estudiada afectación se la llevó a los labios mientras comprobaba el efecto que estaban produciendo sus palabras en el auditorio, que seguro que no esperaba un inicio tan agresivo en su conferencia.
“El riesgo es que la gente viva más de lo esperado”. Volvió a repetir, esta vez poniendo más énfasis en la palabra “riesgo”.
Volvió a llevarse la copa a la boca, aunque apenas si llegó a mojarse los labios.
“Si el promedio de vida aumenta, continuó, tres años más de lo previsto para 2050, el coste del envejecimiento -que ya es enorme para los Gobiernos, las empresas, aseguradoras y particulares- aumentaría un 50%” en las economía avanzadas tomando como referencia el PIB de 2010”.
Después, con una entonación ya más neutra, hizo una apocalíptica descripción de los escenarios a los que el mundo estaba abocado, si la esperanza de vida seguía aumentando en el mundo.
Aunque hubo algún aplauso, la mayoría no se atrevió a mostrar una conformidad con la que estaban totalmente de acuerdo.
La señora Lagarde, a sus sesenta y dos años, nunca se consideró incluida en esa mayoría de ancianos que alarmantemente crecía y crecía, y que estaba amenazando la economía mundial, y esa noche durmió plácidamente, porque no veía amenazada su economía particular.
“No hay derecho que nos hayan subido dos euros al mes la pensión de este año”
Cogió el corto de cerveza con gaseosa y dio un sorbito porque le tenía que durar toda la mañana.
“Y es que no somos conscientes que si nos pusiésemos de acuerdo, y creásemos un partido político, ganaríamos todas las elecciones. Sería la única manera de que los políticos empezasen a tenemos en cuenta”
A eso de las dos, el Indalecio cogió el autobús y se dirigió a casa; hoy con una cierta satisfacción porque su mujer había preparado cocido para comer.
Esa noche, a sus setenta y siete años, no durmió bien... bueno como casi todos los días por la dichosa artrosis, pero esta noche peor, porque había escuchado lo que había dicho Christine Lagarde, la Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, y sabia que esa gente no amenazaba en vano y no eran de fiar...
Y lo de “hacer algo ya”...