Puerto Lápice es un descanso en el camino, y así lo fue siempre. Me contaron que ya en el siglo XVI, Puerto Lápice estaba formado únicamente por unas pocas posadas y ventas para el hospedaje de los viajeros, sobre todo mercaderes de seda que se dirigían hacia Murcia.
En 1605 Miguel de Cervantes publica la I Parte del ‘Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha’. Ya en el segundo capítulo, Cervantes elige a Puerto Lápice como el marco en el que iniciar las aventuras de Don Quijote “por ser lugar muy pasajero”. En una de sus Ventas es donde el hidalgo D. Alonso Quijano el Bueno será armado Caballero en una delirante ceremonia. Así, Puerto Lápice ha pasado a formar parte del imaginario de la literatura universal.
Carlos III, en el año 1774, le concedió a la villa la parroquia y el juzgado. En este tiempo existían al menos cuatro ventas, algo que demuestra la importancia que siempre ha tenido Puerto Lápice como lugar de parada y fonda en la ruta Madrid-Andalucía.
La Plaza Mayor de Puerto Lápice es una bella plaza manchega, con dos alturas de soportales de maderas pintadas de color almagre. En ella se celebran las fiestas, bailes y teatros al tener forma de corral de comedias.
Puerto Lápice es un interesante ejemplo de arquitectura tradicional manchega. Especialmente sus Ventas. Hay quienes hablan de cuatro ventas originales: la Venta del Rincón; la Venta de Dorotea Jiménez; la Venta de Dña. María; y una cuarta. Las Ventas permitían el hospedaje y el descanso del viajero. Se construían entorno a un patio central, con soportales, establos, mesón y habitaciones donde pernoctar.
Como muestra, este restaurante llamado "Venta del Quijote". Sobre la base de una antigua Venta del s. XVII se abre un bello edificio. Su patio central empedrado a la antigua y adornado con geranios, un abrevadero, una escultura del Quijote, una galera (carro) y una rueda de moler dejan ver a los lados las distintas habitaciones. Se trata de las cocinas, salones típicos del restaurante, y una extraordinaria cafetería-bodega con las enormes tinajas de más de tres metros como gigantes guerreros.
Un buen lugar para hacer un alto en el camino