Llevamos una temporada que parece
que la “Cuestión Catalana” ha quitado protagonismo a Luis Bárcenas y ahora
centra las tertulias de la tele. En este tiempo ha podido escuchar muchas
teorías, aunque todas ellas estaban mediatizadas de antemano por una serie de
prejuicios e intereses partidistas, tanto cuando las expresaban políticos o
cuando las exponían periodistas y opinadores profesionales, porque en esto de
la opinión me temo que tiene más peso lo que dictan los partidos que lo que
aconsejaría la razón.
Yo, que no soy ni político, ni
periodista ni opinador profesional, escuchando todos estos argumentos, la
mayoría de la veces absolutamente contradictorios, me pregunto si no sería
posible que se nos informase por técnicos independientes lo que realmente sucedería
si se llegase a producir la separación de Cataluña.
En una ocasión, partiendo de una
premisa inicial idéntica, dos que se decían técnicos independientes llegaban a conclusiones absolutamente
contrarias; en realidad el programa de televisión había requeridos los
servicios de dos técnicos claramente posicionados en posturas distintas para
mantener la confrontación, que es lo que vende.
Lo primero que se me ocurre es
que para afrontar esta cuestión no se pueden defender las distintas posturas
con argumentos históricos, porque en función de unas premisas y las contrarias,
sería cuestión de retroceder más o menos en la historia para encontrar
argumentos que justifiquen una y otra postura.
Argumentar que Cataluña ha sido
siempre una nación, creo que es pasarse un poco, pero enarbolar la bandera de
la unidad patria, choca en demasiadas ocasiones con la historia real de nuestro
país.
Sin duda que Cataluña tiene unas
características diferenciadas como es el idioma y un estilo de vida diferente.
Y la primera pregunta: ¿Tienen realmente dificultad para utilizar su idioma y
sus costumbres en la situación actual? Pienso que no, pero tampoco se les puede
negar que no siempre ha sido así. Pero eso, como decía antes, es utilizar la historia
para justificar lo que nos interesa.
Hace unos meses, viendo el museo
de arte de Montserrat coincidimos con unos catalanes que al enterarse de que éramos
madrileños nos aseguraban que a ellos Madrid les gustaba mucho y que lo de la
rivalidad mutua era un invento de los políticos.
A mí me encantó Barcelona y lo
que conocí de Cataluña en general, y puedo asegurar que me caen bien los
catalanes (siempre que dejemos el fútbol aparte, claro) y no comprendo ese afán
de desprestigiar lo catalán por muchos que se consideran “españoles” que llegan
a sugerir el boicot a sus productos, como si éstos no fuesen también nuestros.
Luego está, también, la cuestión
de la nueva situación internacional en que se encontraría la nueva Nación
Catalana. Y esto también podría ser fácilmente cuantificable, incluso en
dinero.
Así que la Cuestión Catalana es
un problema engordado artificialmente por ambas partes, muchas veces para
desviar la atención de cuestiones más importantes, según mi criterio, y que tiene fácil solución
si partimos de realidades y no de agravios históricos mutuos.
Y si después de todo, los
catalanes quieren marcharse de España, con todas sus consecuencias, será
difícil impedirlo, porque no creo que la solución esté en mandar al ejército y
volver a tomar Barcelona como lo hicieron hace trescientos años las tropas de
Felipe V, el Borbón.
Y es que lo que no creo que sea
posible es que Cataluña pueda solicitar ser admitido como un nuevo Estado de la
Unión, porque entre otras cosas, no creo que fuesen a estar mejor que ahora,
junto a los estados de Arkansas, Ohio, Texas o Virginia.
A lo mejor, la solución estaba en
que a partir de ahora, España se llamase Cataluña, la capital se trasladase a
Barcelona, y Chinchón se hermanase con L´Hospitalet de Llobregat o la
Vilanueva y la Geltrú.
(Nota: Esto estaba escrito antes de que doña Esperanza dijese lo de catalanizar España)
(Nota: Esto estaba escrito antes de que doña Esperanza dijese lo de catalanizar España)