La verdad es que estoy que trino. Sí, soy la paloma y ya sé que las palomas no trinan sino que zurean, pero es que yo también estoy indignada.
Aquí estoy viendo este precioso paisaje de Chinchón desde la citarilla de la Plazuela de Palacio, con el castillo al fondo, la plaza abajo y enfrente el Parador de Turismo y la Iglesia del Rosario, y además en este día con un cielo tan bonito con tantas nubes... Pero es que yo estaba acostumbrada a verlo desde lo alto de la iglesia o encima de las campanas de la torre, pero resulta que nos han cerrado todos los huecos y ya no podemos entrar a lo que antes era nuestra casa.
¿Y qué me decís de esa moda que han sacado de poner en todos los dinteles de las ventanas unos artilugios con púas afiladas hacia arriba que si no andas espabilada y te quieres posar en alguna de ellas, te llevas unos pinchazos que te erizan las plumas.
Porque me digo yo: de acuerdo que no somos muy cuidadosas y ponemos en perdición todo con nuestros excrementos, pero ¿qué le vamos a hacer, si somos así y así hemos sido toda la vida?
Estoy viendo que no me va a quedar más remedio que emigrar a otros sitios mejores, aunque entonces dejaré de admirar este paisaje tan entrañable para mí...
¡Qué tiempos aquellos cuando éramos las mensajeras de la paz y la viva encarnación del mismísimo Espíritu Santo! ¡No sé donde vamos a ir a parar!