Tres fotografías de la misma palmera. La primera en el año 2005, la segunda en el año 2009 y la tercera en este mismo año 2012.
¿Qué ha pasado?
Pues lo que muchas veces pasa. Un proyecto ilusionante con toda una vida por delante; una realidad llena de vida... y un desenlace imprevisto. Pero ¿era previsible?
Esto es lo que ocurrió. Eran los años del boom inmobiliario en la costa del levante español. Se estaban creando urbanizaciones por doquier y había que “adornarlas” con árboles y plantas. Y entre los árboles, la palmera era, sin duda, la más adecuada, por su adaptación al clima mediterráneo y su gran belleza ornamental. Sólo había un “pequeño” problema: era una planta cara. Pero llegó el “listo” de turno y dijo que de esas palmeras había a miles en Egipto y además eran muy baratas. Y se fueron al país de los faraones y las pirámides y se vinieron con una buena carga de palmeras.
Pero... (Yo no sé que pasa, que casi siempre hay un pero) Pero, digo, esas preciosas y baratas palmeras traían escondidos un bichito, que al llegar a nuestro país se percató de que aquí no existían los depredadores que tenía en su tierra, con lo que iba colonizando todas las palmeras vecinas hasta que las devoraba impunemente sin que nadie le pudiese hacer daño. El bichito en cuestión es el “picudo rojo”, aunque los eruditos dicen que se llama “Rhynchophorus ferrugineus” y es una especie de coleóptero curculionoideo, de la familia curculionidae, originario del Asia tropical. Es un gorgojo de gran tamaño, entre dos y cinco centímetros. Su color rojizo ferruginoso lo hace inconfundible. La larva perfora galerías de más de un metro de longitud en los troncos de las palmeras.
Además, este bichito es muy listo y se adapta a los tratamientos que se utilizan contra él, por lo que es difícil de combatir. El hecho es que miles de palmeras del levante español están muriendo por culpa de este dichoso bichito, llamado el “picudo rojo”.