Nació en Chinchón en el año 1866. Sus padres eran Manuel Carrasco y Paula Ruiz, y de ellos heredó la Posada del Arco en el número cinco de la calle de Morata de Chinchón. No hizo grandes hazañas, ni se distinguió en guerras. No alcanzó honores académicos ni títulos nobiliarios. En diversas ocasiones he traido a este blog la vida y el recuerdo de paisanos nuestros que se distinguieron por diversas causas. El motivo de traerle hoy a este blog, además de ser mi bisabuelo, es por una fotografía que he encontrado en casa de un amigo. Después la encontré también en internet. Es una de esa fotografías antiguas de Madrid que aparecen en calendarios y en exposiciones nostálgicas.
Representa la entrada del Mercado de la Cebada de principios del siglo XX. Mujeres y hombres salen y entran al mercado, mientras dos tranvias circulan por la calle. En el centro de la imagen un carro tirado por dos mulas y un hombre con blusa larga y pantalones de pana que lo guía. Era el traje habitual de los hombres de Chinchón. Me dijo mi amigo que alguien le había dicho que este hombre se parecía a los Carrasco.
Está demasiado lejos y no se pueden apreciar sus facciones, pero la silueta es de un hombre fuerte y yo siempre oí en mi familia que él tenía mucha fuerza. Podía ser él.
Porque, además de atender la posada, Francisco Carrasco se dedicaba a llevar vino a Madrid.
Para ello tenía un carro tirado por dos mulas. El viaje a Madrid duraba unas ocho horas. En verano solían cargar los "pellejos" de vino en el carro por la noche, para salir al alba; de esa forma llegaban a Madrid a primeras horas de la tarde. Repartían la mercancía en las bodegas y tabernas y hacían noche en una fonda de la Cava Baja, en donde era proverbial la limpieza y pulcritud de las camisas y blusas de los mozos de Chinchón. Al día siguiente cargaban, a primeras horas, las mercancías por encargo; la mayoría de las veces maderas para la construcción, y emprendían el viaje re vuelta. En invierno, el camino se hacía saliendo a media mañana de Chinchón, para hacer noche en una venta que se encontraba a unos catorce kilómetros de la capital, en la carretera de Madrid, en lo que se conocía como el "puente del ladrillo", y salir al día siguiente muy temprano para llegar al Mercado de la Cebada.
Murió el día 14 de enero de 1902, cuando sólo tenía 36 años. Ese día había salido de Chinchón, y en la vega, junto al Camino del Montaral, el carro volcó y murió aplastado por el carro cargado de vino. Dejaba a su mujer, Catalina González Torres con cinco hijos, los dos menores, mellizos de sólo seis meses, y al mayor de ocho años. Mi abuelo Manolo.
A la mejor, el señor del carro con las dos mulas, a la entrada del Mercado de la Cebada que aparece en esta fotografía, no era él, pero a mí me ha dado la oportunidad de recordarle y contaros su historia.