Es, cuanto menos, curioso el hecho de que en Chinchón se hayan publicado diversas revistas desde mediados del siglo pasado, pero la realidad es que desde el año 1950 a nuestros días se publicaron en cuatro periodos de tiempo unas revistas de información social y cultural que merece la pena recordar.
Efectivamente, desde enero a junio de 1950, se publicó la Revista “VIDA”, como hoja parroquial de los jóvenes de Acción Católica. Su director, Antonio Susiac, decía en su primer número: “Así también nace con el fin de hacer el bien y para servir al hombre y en él a Dios, esta humilde hoja que lleva por título lo que es el sostén y la coninuidad de las plantas y de los seres, lo que embellece al mundo en sus múltiples composiciones y lo que sostiene al hombre sobre la: VIDA”.
En los seis números que duró la “Vida” de esta publicación, colaboraron, entre otros: Mateo de las Heras, Narciso del Nero, Gonzalo Jimenez, Jacinto Santos, Juan Colmenar, Alfredo Rodriguez, quienes nos dejaron datos sobre la vida social, con reseña de nacimientos, bodas y defunciones; de los actos religiosos y deportivos y reseñas históricas, como el descubrimiento de la quina por la virreina del Perú, y datos sobre la Sociedad de Cosecheros, conocida como la Mojona.
Que a medidados del siglo pasado, en plena posguerra y en un nivel cultural bajo, se llegase a publicar una revista es, como menos, sorprendente y digno de ser resaltado desde aquí, aunque la aventura no durase nada más que seis meses.
Tuvieron que pasar casi trece años para que se volviese a publicar otra Revista. Era abril de 1963 y el Cura Luis Lezana se embarca en la publicación de la revista “FUENTEARRIBA” que se edita hasta el mes de abil del año siguiente. Fueron 11 números en total, bajo la dirección de Luis Lezama, quien escribía en su primer editorial: “Nos presentamos hoy llenos de entusiasmo e ilusión, con el ánimo esforzado como los caballeros de medievo a esta pequeña cruzada que trata de elevar la vida de nuestro pueblo y procurar llevar a todos los hogares chinchoneses el calor de nuestro entusiasmo y el optimismo de nuestros corazones”.
Ahora la lista de colaboradores es mucho más extensa: Mateo de las Heras, Gonzalo Jimenez, Alfredo Rodriguez, Juan Colmenar, Pilar Montero, Jesús Catalán, Emiliano Montero, José Manuel de Lapuerta, Antonio Castillo, Manuel Carrasco, Gonzalo Gómez Marcitllac y Celestino Sartines, como el hombre del tiempo.
Y también los temas son más comprometidos, atreviendose a tratar temas sociales y económicos y sobre todo religiosos al amparo de los nuevos tiempos que preludiaba el nuevo Concilio Vaticano II. En estas páginas se recogió también la primera representación de la Pasión de Chinchón, en la Semana Santa de aquel año de 1963.
Como novedad, aparece la publicidad para sufragar los gastos de edición y se vende al precio de 3 pesetas el ejemplar y la suscrioción anual a 30 pesetas.
Cinco años después, en mayo de 1968 vuelve a aparecer una nueva edición que se llamó “Nuevo Fuente-arriba” y que tuvo una vida de 14 números hasta agosto-septiembre de 1969. Auspiciado por el Centro Parroquial “Club Santiago” y bajo la dirección de Manuel Carrasco, nació como periódico mural, haciéndose revista en el tercer número, editado en ciclostil, y decía en su primer editorial: “Aunque no lo parezca, aunque puede ser que muchos no lo reconozcan, este es “Fuentearriba”. Somos como un rico venido a menos, hemos tenido que despojarnos de nuestras “galas” de imprenta y salimos así, con los “harapos” de una modesta multicopista, pero no por eso desanimados, sino todo lo contrario, con deseos renovados de llegar a todos, de ser útil a todos y de -como en el deporte. contar con todos”.
Siguiendo una linea editorial parecida a la anterior contó con jóvenes colaboradores con Esther y Lily Rodriguez, Jesús García, Alberto de la Peña, José Castillo, y la participación de los “viejos rokeros” Mateo de las Heras y Alfredo Rodriguez.
Además de hacer un amplio recorrido por los temas sociales y culturales de la época, con algunos pequeños atisvos a temas socio-políticos, encontramos la reseña de la actuación de los “Pekeniques” en las fiestas de Chinchón, con una entrevista firmada por Esther Rodriguez.
Y llegamos a la última aventura editorial, y esta vez con notables novedades. Estamos en el otoño de 1994, en una situación política y social sensiblemente diferente a las épocas en que se editaron las anteriores publicaciones, vuelve a aparecer "FUENTEARRIBA". Ya no se edita desde la Iglesia, sino desde una Asociación láica: La Agrupación de Amigos de Chinchón. Su periodicidad no es mensual, sino trimestral, con algunas lagunas temporales, y perdura hasta junio-septiembre del año 2005.
Luis Lezama escribía, como edtorial en el primer número: "Aprendamos a convivir con el gesto de la palabra escrita evitando los roces de la discordia. Expresemos nuestro pensamiento haciendo llegar la sangre del alma a la punta del bolígrafo para que no corra fuera del cauce por otros vericuetos resentida. Ventilemos el cerebro, que no haya telas de araña ni marasmos de rencor ni odio que turbien nuestras vidas..."
La linea editorial se centra más en temas políticos, teniendo oscilaciones de posicionamientos diferentes en función de las tendencias de la propia asociación, aunque los distintos directores de la revista hacían grandes esfuerzos por mantener una linea imparcial, que no siempre conseguían.
El primero en dirigir la publicación fue Carlos Alonso, después se hizo cargo de ella Antonio López Prados, a continuación Alfredo Rodríguez para terminar Oscar Villegas que sólo hizo el último número, en el que intentó hacer un cambio radical en cuanto a formato y contenidos, pero que no llegó a cuajar ni tuvo continuidad.
Fueron 32 números en total en los que colaboraron muchas personas: Luis Lezama, Lucía Alarcón, Teresa de Jesús García, José Santiago Palacios, Santiago Gutierrez, Isabel Montes, Cecilio Serrano, Raúl Alonso, Manuel Carrasco, Manuel Alvar, y un largo etcétera que nos dejaron sus opiniones y las noticias de los hechos más relevantes ocurridos en Chinchón durante ese periodo de tiempo. Aquí quedan reflejadas el nacimiento (y muerte) de la “Fiesta del Ajo” y del “Vino y Aguardiente” las luchas políticas para conseguir la alcaldía de Chinchón, y la historia cotidiana de nuestro pueblo en estos largos once años.
He querido dejar constancia de un hecho curioso y digno de estudio, de cómo en un pequeño pueblo de menos de cinco mil habitantes se ha repetido el hecho de la publicación de una revista en situaciones muy diferentes en la política, en la religión, en la cultura y en la sociedad. Desde aquí, mi reconocimiento y admiración por todos los que contribuyeron a sacar adelante esta apasionante aventura.
Para los que pudiesen estar interesados, existe fotocopias de todos estas publicaciones en la Biblioteca de Chinchón.