100.- La
guerra de los comuneros en Chinchón. (Historia)
El
reinado de Juana y de su esposo Felipe fue breve, ya que al morir éste, la
reina dio muestras de enajenación y de no estar capacitada para regir un reino.
Recluida por su propio padre primero y por su hijo después vivió largos años
reclamando para ella el título de reina.
La
sucedió en el trono su hijo Carlos que había nacido en Gante en el año 1500, y
que, a la muerte de su abuelo Fernando, es nombrado rey de España. Había sido
educado en los Países Bajos, hablando francés y un poco de alemán, y sin hablar
castellano cuando llega a España en el año 1516, para recibir el acatamiento de
las Cortes de los distintos reinos, acompañado por sus consejeros y amigos
flamencos, a los cuales les designa para cubrir los puestos claves en la
administración Castilla.
Ya
hemos comentados que las Cortes de los distintos reinos de España, para aceptar
al rey le hacían firmar distintos acuerdos, y concretamente al joven Carlos I
le hicieron comprometerse a permanecer en España para llevar personalmente los
asuntos de estado y aprender hablar en castellano.
En
el año 1519 al morir su abuelo paterno, Maximiliano I de Alemania, el joven
Carlos quiso competir por la corona imperial, y tuvo que disponer del dinero de
las arcas castellanas para comprar las voluntades de las personas de las que
dependía su nombramiento. El rey era visto como un extranjero alejado de las
necesidades del pueblo y al ser elegido emperador, el 20 de mayo de 1520 el
joven monarca tiene que abandonar España dejando el gobierno en manos de sus hombres
de su confianza que no son del agrado de los castellanos, nombrando Regente al
Cardenal Adriano de Utrecht.
Unos
días antes de la partida de Carlos hacia Alemania, firma el nombramiento de primer conde de Chinchón que
está fechado por la Real
Cédula de 5 de mayo de 1520.
Los
excesos y desmanes de los gobernantes iban exasperando los ánimos de los nobles
y de los pueblos de Castilla. Juan Bravo, de Segovia, junto a Juan de Zapata,
capitán de Madrid, Juan de Padilla de Toledo y Francisco de Maldonado de
Salamanca, representó a los castellanos sublevados ante la reina Juana en
Tordesillas en un intento de restituirla en el trono.
Las
protestas no estaban dirigidas directamente contra el Rey sino contra sus
ministros, y los representantes de Segovia, Toledo, Guadalajara y Burgos sólo
reclamaban la corrección de los abusos y el respeto para sus libertades y
privilegios.
La
revolución se inició en Toledo y pronto se propagó en Segovia y a Madrid y
hasta Chinchón llegó la revuelta.
Juan
Bravo, noble segoviano, el 29 de mayo de 1520, levantó a su ciudad en armas y
después de que el procurador segoviano Rodrigo de Tordesillas fuera apaleado
por el pueblo, le mandó ahorcar al día siguiente, por haber votado
favorablemente al rey en las Cortes de la Coruña, en que se había aprobado aportar una
fuerte suma a Carlos I para que se trasladase a Alemania para ser coronado
Emperador. El regente de Carlos I, Adriano de Utrecht mandó al alcaide
Ronquillo, al objeto de prender a Juan Bravo y sofocar la revuelta segoviana.
Sin
embargo, las fuerzas comuneras recibieron refuerzos de Madrid y Toledo y
derrotaron al enviado del futuro Papa Adriano VI. El resto de las fuerzas
imperiales se hicieron fuertes en el Alcázar de Segovia y allí estuvieron hasta
el final de la revuelta.
Los
comuneros atacan los alcázares de Toledo, Segovia y Madrid, ya que en los
mismos se guardaban los tesoros de la Corona y eran el símbolo del poder real.
Enterado
don Fernando, el flamante primer conde de Chinchón, que su hermano don Diego de
Bobadilla estaba sitiado en el Alcázar de Segovia, saca de su castillo de
Chinchón parte de la artillería y
algunos criados y vasallos acude rápidamente en su ayuda. La lucha en Segovia
es encarnizada luchándose en las puertas de la ciudad. El Conde de Chinchón
logra introducir todas las fuerzas en el alcázar dejándolas al mando de su
hermano y vuelve a Chinchón y saca de su fortaleza y de la de Odón toda la
artillería disponible y vuelve de nuevo a Segovia en socorro de su hermano.
Dice textualmente Fray Prudencio de Sandoval: “Don Diego se defendió y los defendió valientemente, y fueron tan
buenos y leales estos caballeros que por defender estos Alcázares del Rey,
desampararon sus propios lugares y fortalezas, y consintieron que los comuneros
se las destruyesen, por no desamparar lo que era servicio del Rey”.
El
Conde, según las crónicas, luchó contra los segovianos en la misma Catedral y
terminó haciéndose fuerte en el Alcázar. En tierras castellanas permaneció
hasta el final de la guerra, prestando su ayuda a los tres Regentes del Reino.
Por ello, dejó desamparados sus dos fortalezas, hecho conocido por los
caballeros segovianos que vieron esta ocasión como la oportunidad única para
vengar el expolio de que habían sido objeto por los Reyes Católicos cuando
concedieron las tierras de Chinchón a los Marqueses de Moya.
Encontrándose
don Fernando en Burgos, con el Regente el Condestable don Iñigo de Velasco, a
finales del año 1520, recibe la orden de acudir con otros nobles en defensa de
la villa de Medina de Rioseco que era la residencia de los otros dos regentes,
el Cardenal Adriano de Utrecht y el Almirante de Castilla don Fadrique Enríquez
de Cabrera.
Llegan
noticias alarmantes desde Chinchón, el Alcaide del castillo le informa que si
en el plazo de quince días no recibe ayuda entregará la plaza. Aunque el
Condestable le facilita en Burgos gente de a caballo para que acuda a
socorrerle, en vez de dirigirse a Chinchón se encamina a Segovia para ayudar a
su hermano que seguía asediado en el Alcázar de Segovia.
Al
no llegar esta ayuda, el alcaide don Francisco Díaz decide entregar lo que aún
quedaba de la artillería en la fortaleza, a los regidores del Concejo, quienes
firman un acuerdo el día 21 de enero de 1521, haciéndose cargo de ella con el
compromiso de no utilizarla contra el Conde ni contra su Alcaide.
A
pesar de lo pactado, poco después, sin duda para no entrar en contienda con
ellos, entregan las armas a los comuneros de Segovia, quienes se ensañan no
solo con el castillo, sino con otras casas de las personas allegadas a los
Señores de Chinchón, destruyendo incluso los escudos de las casas.
Habían
pasado poco más de cuarenta años desde que estas tierras fueron segregadas de
las segovianas, pero nadie había olvidado la afrenta recibida. Por los datos
que nos aportan los historiadores, a los comuneros no se les opone resistencia,
sino que se les entregan las armas. No había motivo bélico para destruir el
castillo, y sólo se puede entender esta destrucción por el deseo de venganza.
Sin duda que algunos de los que llegaron a Chinchón para adueñarse del castillo
recordarían que siendo niños habían sido abofeteados en Segovia para que no
olvidasen nunca la afrenta que había recibido la ciudad de sus propios reyes.
También
en Ciempozuelos se levantaron contra el Conde de Chinchón, y para someterlos
intervino el Señor de Torrejón de Velasco, don Juan Arias Dávila, conde de Puñoenrostro, que también había
colaborado en el sometimiento de Madrid. Como se recordará los Arias Dávila
eran los administradores del Castillo de Casasola que adquirieron después en el
año 1523.
El
23 de Abril de 1521 son vencidos los Comuneros en la batalla de Villalar, y al
día siguiente son ajusticiados sus tres principales dirigente, Juan Bravo, Juan Padilla y Francisco
Maldonado. Aunque algunas ciudades tardaron en rendirse, como Segovia, donde
estaba sitiado el conde, que no fue liberada hasta el día 27 de mayo.
Los
habitantes de Chinchón no entendían cómo su señor había sido capaz de abandonar
sus tierras y su fortaleza dejándolos a merced de sus enemigos, siendo tachada,
por muchos, esta actitud como cobardía.
Terminada
la guerra, en el mes de septiembre, el Alcaide del castillo de Chinchón,
reclama al concejo la entrega de los catorce tiros de artillería con sus
correspondientes piezas de servidores, que les había entregado ocho meses
antes, o en su defecto que le paguen mil quinientos ducados. Al negarse los
representantes del concejo, solicita la intervención de don Juan de Zúñiga,
Gobernador de Chinchón y su condado, quien obligo al Concejo a cumplir lo que
solicitaba el alcaide del castillo. Los representantes del Concejo de Chinchón
se dirigen a Segovia para reclamar a los que habían entregado la artillería
pero casi nada consiguen.
El
conde muere el año siguiente en Segovia el 6 de septiembre de 1522, siendo
enterrado en la capilla mayor del monasterio de Santo Domingo de esa ciudad. En
el año 1575 sus restos fueron trasladados a la capilla mayor de la Iglesia de
Santa María de Gracia, a donde fueron trasladados también los restos de su
esposa doña Teresa de la Cueva
que había sido enterrada en el convento de la Orden Tercera de
Madrid. Cuando fue terminada la
Capilla de la Piedad, su nieto el III Conde de Chinchón, don
Diego Fernández de Cabrera y Bobadilla, mandó colocar una lápida que decía:
A FERNANDO CABRERA Y BOBADILLA,
CONDE DE CHINCHON
HIJO DE ANDRES DE CABRERA Y BEATRIZ DE
BOBADILLA
MARQUESES DE MOYA QUIEN, NO OLIVIDADO DEL
SINGULAR HONOR Y FIDELIDAD
DE SUS PADRES CON LOS REYES CATÓLICOS
Y DE LA DIGNIDAD CON QUE
LLEVARON SOBRE SU PECHO
EL HONOR REAL, CONSERVÓ INCÓLUMES LAS
DEFENSAS
SEGOVIANAS CON ADMIRABLE Y SUPERIOR
PERSEVERANCIA Y CON INDOMABLE VITUD DE ÁNIMO
ESTANDO AUSENTE EL
REY CARLOS V POR EL ATAQUE DE LOS
FURIOSOS COMUNEROS,
SIN ASUSTARSE POR NINGÚN
PELIGRO DE LA VIDA O DE LAS FORTUNAS.
EL CONDE DIEGO, SU NIETO,
DEDICA ESTE MONUMENTO,
PARA EL RECUERDO DEL TIEMPO FUTURO,
A SU ABUELO, HOMBRE DE HONOR Y DE GRAN
CORAZON,
QUE VIVIÓ 42 AÑOS Y MURIÓ EN SEGOVIA
EL 6 DE SEPTIEMBRE DE 1522.
Relator independiente.