Es
costumbre en Chinchón que, en los entierros, se despida el duelo en la puerta
del cementerio. Esta costumbre, que viene de tiempos antiguos, supone para los
familiares del difunto tener que sufrir durante un período de tiempo, más o
menos dilatado, una gran presión emocional, al tener que corresponder a las
muestras de pésame de los que les han acompañado; sufriendo a menudo las inclemencias
del tiempo, y de eso, más o menos, todos tenemos experiencia.
Hay
ocasiones, cuando la muerte se ha producido por causas imprevistas, por accidente o enfermedad, y sobre todo
cuando fallece una persona joven, que las circunstancias del pésame se hacen
mucho más penosas. En esas ocasiones he oído comentar a los asistentes que se
deberían tomar medidas para cambiar esa costumbre que en nada ayuda a los
familiares que están pasando unos momentos trágicos, que sería oportuno
respetar, y no obligarles a tener que guardar una compostura que es muy difícil
mantener, y también se comenta que se sería aconsejable hacer algo para cambiar
esta costumbre.
Bien
es verdad, que cada uno es libre de tomar la decisión de agradecer
genéricamente la asistencia de todos y no quedarse a recibir el pésame; pero
esto no estaría bien visto, y además, en
esos momentos, no se está para tomar esa clase de decisiones.
Por
lo tanto, sería oportuno que alguien que tuviera la autoridad moral y efectiva para hacer una propuesta de esta índole, haciendo
las consultas que estimase conveniente, propusiese alternativas que fuesen más
acordes con el respeto que se debería tener a unas personas que se encuentran
en un trance tan penoso.
Sin
ánimo de imponer ninguna opción, se podría sugerir que el duelo se despidiese
en la iglesia, pasando los asistentes por delante de los familiares. Esta u
otras sugerencias que se puedan ocurrir serían más lógicas, para paliar el
dolor de los familiares, que irían al cementerio sólo acompañados por los más
allegados para enterrar a su ser querido en la intimidad, como aconseja el buen
sentido y el respeto que se debe a toda persona que sufre.