"Un fantasma recorre el planeta: la banalización de la sociedad norteamericana y europea, consecuencia de la amenaza constante y profusa contra los valores progresistas que deben alentar, por su propia seguridad, las sociedades libres".
Esta síntesis del libro “LAS 3-D: DESARROLLO, DEMOCRACIA, DEUDA”, pretende contribuir al análisis tertuliano del reconocimiento de la crisis que nos afecta.
Una crisis prolongada degenera en desorden político y social
El adecuado enfrentamiento con la actual crisis exige:
1º, Sensibilización de la opinión pública española de la distribución de responsabilidades entre todos los ciudadanos.
2º, Cambiar la estructura sectorial y elevar la productividad de forma que optimicemos nuestros propios recursos.
3º, Abrir las instituciones públicas y privadas a una fiscalización democrática que separe con justicia la paja del trigo en el mundo de la administración y gerencia.
En estas condiciones será factible una política económica que responda a las inevitables restricciones externas sin aplicar la receta habitual: equilibrar la economía descargando el ajuste exclusivamente sobre los trabajadores. De esta forma se protege la decisiva iniciativa personal y se refuerzan -además. las conquistas democráticas ya adquiridas.
Es conocida la definición de Clausewitz de que la guerra es la continuación de la política por otros medios. La DEUDA engarza con un axioma menos famoso del mismo Clausewitz: la guerra es un acto de violencia cuyo objetivo es forzar al adversario a hacer nuestra voluntad.
Hoy ningún país rico quiere expandirse. Hemos visto que el control político logrado a través de un ejército de ocupación es costoso y extremadamente peligroso. Los ejércitos de ocupación drenan la economía del ocupante y atraen una terrible publicidad en todo el mundo. Hay muchos mejores medios para lograr sus fines y la DEUDA los proporciona casi todos. La DEUDA es la herramienta perfecta para forzar al adversario a hacer nuestra voluntad, exactamente como dijo Clausewitz. La DEUDA también es útil para controlar la infraestructura de los países. Es lo que se denomina el canje de la deuda por los activos del país.
Sabemos que la DEUDA lleva a la violencia contra personas que protestan frente a medidas que amenazan su propia supervivencia ... pero son el ejército y la policía de los deudores los que sofocan las protestas. Es lo que se denomina conflicto de baja intensidad (CBI) en la terminología estratégica. "Los Estados conquistados... pueden ser mantenidos por el conquistador en tres diferentes maneras. La primera es arruinándolos. La segunda es que el conquistador se vaya a vivir allí en persona. La tercera es permitirles continuar viviendo bajo sus propias leyes, sujetos a un tributo regular, y crear en ellos un gobierno de algunos que mantenga el país como amigo del conquistador.." Esto fue excrito por Nicola Macchiavelli en su Tratado “El Príncipe”. Es verdad en 2012 como lo fue en 1513.
Para los países que tenemos problemas estructurales, el aumento del crecimiento a largo plazo exige aplicar políticas de ajuste, orientadas a la reforma institucional y a la reasignación de los recursos. A diferencia de las medidas de estabilización, que dependen a menudo de un ajuste rápido y tajante, la reestructuración económica requiere además planificación a largo plazo. El régimen de intercambio comercial, el sector financiero y la estructura normativa interna son elementos decisivos de esta tarea. Además, es esencial la adopción de medidas consecuentes que convenzan al sector privado de que la orientación de la política económica se mantendrá.
Los organismos financieros multilaterales, por su parte, no están desempeñando el papel que cabría esperar de instituciones cuya razón de ser es la de preservar la estabilidad y armonía en las relaciones económicas de sus países miembros. El Fondo Monetario Internacional se ha covertido en una especie de “director de orquesta” que dicta el sentido y dirección de las medidas que deben soportar los países deudores y los compromisos que debe asumir la banca privada internacional. La insistencia del FMI en políticas de corte recesivo ha conducido al descrédito en los países deudores y a la negativa a suscribir acuerdos de estabilización ortodoxos y poco flexibles, perdiendo así su función catalizadora. Por su parte el Banco Mundial, en sus intentos por sustituir al FMI como el gran estratega en materia de DEUDA, lo único significativo que ha hecho es adoptar su condicionalidad para préstamos de carácter estructural a los mismos principios del FMI. Es su segura garantía de fracaso.
Igualmente limitada está siendo la contribución del Banco Central Europeo, sometido a fuertes presiones de la ortodoxia teutona.
La estrategia tradicional está contribuyendo más bien a exacerbar las dificultades de los países deudores y a agravar los problemas sociales al recaer las políticas de ajuste sobre los segmentos más pobres de la población al estar asociadas con una caída de los salarios, elevados niveles de desempleo y recortes del gasto público en los sectores de educación, salud, vivienda y seguridad social.
Como resultado de las medidas de ajuste los recursos se están yendo a los acreedores más ricos bajo la forma de emigración forzada, superávits comerciales y fuga de capitales forzada. Los niveles de vida españoles se desploman.
Los esfuerzos de austeridad detienen la inversión interna y alimentan la fuga de capitales mientras que los préstamos sirven para financiar pagos de deuda y no para reavivar el crecimiento económico.
Cuando la banca internacional se encontró con una situación de gran liquidez y necesitaba imperiosamente colocar sus activos aparecieron los teóricos del endeudamiento fácil que, sin reparar en ningún tipo de preocupación, abogaron por obtener créditos externos, “más fáciles y más baratos”, que los créditos internos, ampliando las bases del financiamiento local. No hubo ningún organismo financiero que alertara sobre tamaño despropósito. Al contrario. Por su parte, la banca privada descubrió o redescubrió en los deudores institucionales, en las Autonomías encarnadas en sus Gobiernos y en los Ayuntamientos, unos magníficos y sensacionales clientes con los que operar en gran escala, mediante grandes o enormes operaciones con mínimos gastos generales. Clientes que -a menudo- no discutían excesivamente las condiciones a que las operaciones se pactaban, especialmente cuando alguna oportuna comisión venía a engrasar los goznes burocráticos. Clientes, en fin, de los que se decía que “no podían quebrar”.
En su afán por la realización de lucrativos negocios, la banca internacional no reparó en nada. La cuestión era prestar que ya se encargarían ellos de cobrar de algún modo.
Y así se facilitaron créditos a administraciones corruptas participando en proyectos que no tenían un elemental grado de recuperación. Resulta evidente la corresponsabilidad tanto de los gobiernos autonómicos y locales por haberse endeudado alegremente, como de la banca por no ajustarse a su función de intermediación financiera.
Otra veta activada por la banca transnacional es la profundización de la desnacionalización de importantes sectores económicos lanzando ofensivas privatizadoras de manos de capitalización de la DEUDA, con el riesgo de inflación por la expansión monetaria. Asociado a la capitalización de la DEUDA se plantea la repatriación de los capitales fugados garantizando la impunidad por la evasión efectuada. Es lo que se denomina el blanqueo impositivo.
Una crisis prolongada de la DEUDA y el crecimiento degenera en desorden político y social. Esta alternativa justifica los esfuerzos necesarios para realizar reformas estructurales.
Para el país deudor, una transferencia al exterior tiene un coste económico: absorbe ahorro interno que se detrae de la inversión, impone restricciones a las importaciones y al consumo, limita la expansión y la transformación socioeconómica de la economía. Esto significa estancar o reducir los niveles de vida y, además, se producen estrangulamientos en los procesos de producción. Esto tiene un efecto sobre los países acreedoras en forma de pérdidas de sus exportaciones.
En un plano general, un ajuste socialmente eficiente y con reestructuración debe necesariamente ser dinámico y basarse en el crecimiento. Para lograrlo sería necesario un cambio de estrategia: la transferencia de recursos financieros al exterior tendría que ajustarse a la capacidad de pago de los países deudores, definida en términos de niveles mínimos aceptables de inversión y ritmos adecuados de crecimiento económico. En otras palabras, la inversión y el crecimiento económico no pueden concebirse como subproductos sino como objetivos explícitos para el control de la DEUDA. Inversión y crecimiento claves para el control de la deuda.
TERTULIAELBOTÁNICO