Aquella tarde Matilde llegó pronto a su casa. Había quedado con Carmencita para dar una vuelta, pero su amiga le llamó a última hora diciéndole que le había surgido un "asunto" de esos que no podía desaprovechar y que la vuelta la darían el día siguiente y que ya le contaría.
Pepito estaba en su cuarto haciendo que estudiaba y Margarita mandando mensajes con su móvil, porque, según le dijo ella, ya había terminado de hacer los deberes.
-¡Ah!, mamá, ha llamado "el viejo" diciendo que se ha tenido que quedar en la oficina para solucionar unos asuntos; que no le esperes para cenar porque se puede retrasar.
Era miércoles, los programas de televisión no le entusiasmaban y como tenía el cuerpo en fiestas pensó darle un sorpresa a su marido, ir a buscarle y después salir a tomar algo, como cuando eran novios.
Lo pensó mejor. Ella sabía que a su Jose no le gustaban las sorpresas. Marcó el número uno en su teléfono donde estaba programado el de la oficina...
Gloria salió de la salita de reuniones ajustándose la falda y abrochándose los botones de la blusa para dirigirse a su mesa donde el teléfono sonaba insistentemente...
- Jose, llaman de tu casa...
- Cógelo tu, que yo ahora no estoy para hablar; si es Matilde le dices que he tenido que salir con Manolo, porque nos han llamado de Mapfre.
- Remajosa, dígame, le habla Gloria.
- ¡Hola Gloria! soy Matilde, ¿ Está Jose por ahí?
- No. Ha salido con Manolo, porque les ha llamado el Sr. Gallegos de Mapfre, para un tema de la Sucursal de Bravo Murillo.
- Vale, le llamaré al móvil... Y tú, ¿qué haces ahí todavía? No trabajes tanto que es malo...
- No, si ya me iba... es que me he quedado para archivar unos albaranes... pero tienes razón, es muy malo esto de trabajar tanto...
Había recalcado lo de "muy malo" y mientras colgaba el teléfono, guiñó el ojo a Jose que salía, todo sofocado, del cuarto de aseo.
-Ya puedes apagar el móvil si no quieres tener que dar "en caliente" explicaciones a tu mujer...
Mientras hablaba se había sentado en su sillón con ruedas, se empujó suavemente apoyando las dos manos sobre la mesa, con lo que la silla se separó lo suficiente como para dejar al descubierto sus piernas que apenas si se cubrian con la minúscula faldita que no llegaba ni a ocultar que debajo no llevaba ropa interior.
- ¡Por Dios, Gloria!, tápate un poco, que uno ya no está para estos trotes y me voy a morir de un infarto...
No obstante, Jose se acercó a ella por detrás e introdujo sus manos por el escote de la blusa hasta llegar a sus dos pequeños senos que aún palpitaban ardientes.
- Tienes razón - dijo ella, desembarazándose de él mientras se levantaba - Vamos a dejarlo ya, porque si no, mi gordito se puede poner malo.
Gloria, la secretaria, tenía treinta años. Era morena, medía un metro setenta, no debía pesar más de cincuenta y cinco kilos y aunque no era lo que generalmente se entiende por guapa, se sabía atractiva y no dudaba en resaltar sus atributos. No usaba nunca sujetador - porque realmente no lo necesitaba - y procuraba que sus blusas y sueters lo hicieran más patente. Normalmente usaba minifaldas pero, si se ponía pantalones, siempre eran lo suficientemente ajustados para resaltar todas sus curvas y su minúsculo tanga.
Tenía un novio "oficial", desde hacía ocho años, pero no disimulaba que eso de la boda iba para rato. Hacía dieciseis meses que había entrado a formar parte de la empresa, y aunque inicialmente el accionariado femenino había mostrado un cierto recelo, su eficacia en el trabajo y su buen hacer con los clientes habían acallado toda clase de oposición.
Como los asuntos legales y fiscales de la Empresa permitían que Adela se pudiese encargar también de organizar los asuntos de su marido, o sea, del Director General; Gloria se había convertido, en la práctica, en una colaboradora personal del Departamento Comercial, o sea, del marido de Matilde, es decir, de Jose; lo que había contribuido a estrechar sus relaciones... laborales, claro está.
- Ringggg.... Ringggg...
- ¡Mamá!, es Manolo, que pregunta por papá...
Matilde, que había desistido de sus proyectos para esa noche, estaba delante del espejo de su alcoba escrutando si los michelines de la cadera se habían reducido con esa crema tan cara que le habían ofrecido en la farmacia y si la celulitis de las cartucheras habría disminuido el centímetro que prometía la publicidad del nuevo producto que anunciaba la tele, después de una semana de aplicación. Poniéndose la bata de estar por casa, cogió el teléfono.
- ¡Dime!, Manolo, ¿ no está Jose contigo ?
- No, llamaba por si estaba ya en casa...
- Pero si acabo de hablar con Gloria y me ha dicho que había salido contigo para no sé que asunto de Mapfre.
Manolo se dió cuenta que estaba metiendo la pata...
- Bueno, sí, realmente salimos juntos de la oficina, pero me llamaron del Ayuntamiento y se fué él solo a lo de Mapfre, ¿No ha llegado todavía?
- Pues no, no ha llegado; y le he llamado al movil pero lo tiene apagado...
- Estará en una reunión, y ya sabes... para no molestar... Bueno, cuando llegue, le dices que me llame para que me informe de lo de Mapfre, porque tengo curiosidad de cómo ha ido todo...
- Vale, yo se lo digo... Un beso..
- Adios, Mati.
A Matilde, que todavía estaba preocupada en determinar lo del centímetro de celulitis, no le chocó, en principio, la llamada de su socio.Se fue al cuartito de estar, cogió las gafas de leer y se sentó en su sillón para documentarse en las últimas importantísimas informaciones que esa semana publicaba el "Hola".
No había pasado más de cuarenta minutos cuando reconoció el BMW de Jose entrando en el garaje.
- No sabes el atasco que había hoy en Santa Eugenia... A este paso nos vamos a tener que cambiar de casa...
Matilde no le hizo demasiado caso porque estaba enfrascada en el reportaje de la moda de otoño-invierno...
- Por cierto, te ha llamado Manolo...
- ¿Sabes qué quería? - se atrevió a preguntar Jose, procurando disimular el sofoco que sin poderlo remediar le había subido a la cara.
- Algo de Mapfre, contestó Matilde sin levantar, afortunadamente, la cabeza.
Salió al jardin. Aunque ya se había puesto el sol, la temperatura de esa noche de primeros de junio invitaba a sentarse en el porche mientras los aspersores regaban el cesped. Cogio el móvil, marcó el número de su socio, sonaron dos llamadas, y antes de que pudiese decir nada escuchó la voz de Manolo con un tono un tanto zumbón.
- Me tiene que contar, don José, ese asunto tan importante de Mapfre al que hemos ido los dos - y recalcó estas palabras - esta tarde...
- Déjate de coñas, Manolo, ¿qué querías?
- No, nada. Que te quería recordar la reunión de mañana en el Santander, para que pases por casa a recogerme.... Pero, ¿ A qué venía lo de la visita a Mapfre?
- Si no tiene mayor importancia... Que tenía que poner al día, precisamente, lo de mañana, me he quedado a comer... y Gloria que también tenía que arreglar unos papeles se ha venido a comer conmigo... Después ha llamado Matilde, y para evitar suspicacias, le he dicho a Gloria que le dijese lo de nuestra visita a Mapfre... Nada más...
- Bueno, bueno... mañana hablaremos... Te espero a las ocho y media...
- Adios...
Se quedó sentado, absorto en el ir y venir de los chorritos de agua que iban despertanto los olores de los rosales que estaban en plena floración mezclándolos con el característico olor a tierra mojada. Tambien en su mente se mezclaban dos sensaciones contradictorias; la placidez de esta noche primaveral en el hogar y la morbosa incertidumbre que le provocaba el recuerdo del cuerpo sensual de Gloria.
- Papá, dice la "gordi" que prepares la mesa que vamos a cenar hoy en el jardín.
- Un día te voy a romper la cara como sigas siendo tan mal hablada y con tan poca vergüenza. Lo que tenías que hacer es poner tu la mesa, que estás todo el día sin dar un palo al agua.
- Desde luego, "vieji" no tienes sentido del humor... venga, te voy a ayudar... porque después me tienes dar "pasta" para recargar el móvil...
La cena - una ensalada y un poco de jamón - se desarrolló con normalidad, aunque a Matilde le pareció que su marido estaba menos hablador que de costumbre, pero ella lo justificó por el interés que mostraba en la película policiaca que ponían en el plus.
Pepito y Margarita les dejaron solos enseguida porque tenían que preparar un examen para el día siguiente y lo que a Matilde sí le extrañó un poco es que cuando le dijo que ella se iba a la cama y le preguntó - insinuante - que si le esperaba, él le dijo que se iba a quedar a ver terminar la película y cuando se acercó para darle el beso de buenas noches, no aprovechó para darle un azotito en el culo, como solía hacer en situaciones similares.
Terminó la película y el último teledíario; cuando llegó al dormitorio ella roncaba plácidamente y él se metió en la cama procurando no despertarla.
A la mañana siguiente salió de casa más temprano con la excusa de tener que recoger a Manolo para ir al banco. Apenas si se tomó un café...
- Matilde, me voy, que tengo prisa...nos vemos en la oficina.
Cuando terminó la reunión con el Director del Banco, los dos socios entraron en la cafeteria de enfrente.
- No me fastidies, Jose, cuéntame lo de ayer. Ya eres mayorcito para saber que no se pueden mezclar tus aventuras con el trabajo.
- Si no hay nada que contar... Que estuvimos comiendo juntos porque coincidimos al salir de la oficina y después nos quedamos para terminar unos asuntos...
- ¿Y a qué vino todo el jaleo de que habíamos salidos los dos a una entrevista...?
- Pues nada, que para evitar suspicacias... ya sabes que Matilde en algunas ocasiones se pone celosa... se me ocurrió lo de la reunión... Pero no pasó nada... ¡de verdad, Manolo, creeme!
Mientras tanto en la oficina, Adela que estaba al corriente - por Manolo - de las extrañas llamadas de la tarde anterior, se acercó a la mesa de Matilde con la excusa de entregarle el balance de cierre del primer trimestre.
- ¿Te has fijado cómo ha venido hoy Gloria?
Efectivamente hoy se había superado. Sin duda que las temperaturas preveraniegas aconsejaban despojarse de prendas supérfluas, pero ella lo había llevado al límite. Una blusa malva tan ajustada que hacía prácticamente imposible el abrocharse los tres primeros botones, una minifalda azul que a poco que se inclinase dejaba casi adivinar una minúscula braguita a juego con la blusa... unas sandalias... y, desde luego, sin sujetador, como era su costumbre.
- Vamos a tener que llamarle la atención, porque a este paso un día va a venir a trabajar en tanga.
Adela se percató que su socia estaba en la inopia y que no tenía ninguna sospecha, por lo que decidió no echar más leña al fuego.
Por su parte Matilde, después de observar disimuladamente a la secretaria, le dió en pensar por qué Adela le había advertido y sin saber por qué le vino a la mente el tonillo con que Gloria, la tarde anterior, le había dicho que era "muy malo" eso de quedarse a trabajar en la oficina...
Después, cuando llegaron Jose y Manolo, todo parecía desarrollarse con aparente y rutinaria normalidad. Gloria les paso nota, a ambos, de las llamadas que habían recibido y cada uno siguió dedicándose a sus tareas.
La mesa de administración que ocupaba Matilde se encontraba al fondo de la oficina y desde allí se dominaba toda la estancia, incluso la entrada de los dos despachos de los Directores, pero no su interior, aunque las puertas siempre permanecían abiertas salvo que hubiese una visita externa.
Las entradas de Gloria a los despachos, sobre todo al de Jose, eran frecuentes y normalmente permanecía dentro el poco tiempo necesario para entregar o recoger algún documento o pasar algún recado cuando el teléfono estaba ocupado.
Aquella mañana, Matilde lo estaba controlando sin saber por qué; habían sido exactamente tres al despacho de Manolo y cinco al de Jose y su permanencia dentro no había durado más de un minuto en ninguno de los casos.
Nuevamente vio cómo Gloria, con unos sobres en la mano, se dirigía al despacho del Director Adjunto. Desde la posición de Matilde, y con el ruido normal de una oficina, era imposible poder oir lo que se hablaba en el despacho, pero le pareció intuir que el tono de voz que empleaban era deliberadamente más bajo que lo habitual, por lo tanto no oyó lo que Gloria le decía a su marido.
- Jefe, hoy no me has dicho nada de mi blusa nueva ni de mi falda - y mientras se inclinaba para dejar los sobres en la mesa le mostró toda la generosa panorámica que ofrecía su blusa medio abierta.
- Por Dios, Gloria, ¡que te van a oir!
- No te pongas nervioso, si nadie se va a enterar... Tu te lo pasas bien... yo me lo paso bien... y, desde luego, sin ningún compromiso...¡anda!, gordito, que te pones muy atractivo cuando estás tenso...
Y salió con toda naturalidad del despacho... exactamente un minuto y deciseis segundos después.
La cabeza de Jose era una jaula de grillos. A sus años y con su experiencia no era normal que esa cría le sacase de de tal forma de sus casillas. Aunque admitía que sólo él tenía la culpa... esa costumbre suya de insinuarse a todas las mujeres que se ponían a tiro... y como hasta ahora le había dado buenos resultados... pero no había contado con que se podía encontrar con la horma de su zapato...
La verdad es que a la niña le gustaba provocar y parecía que disfrutaba con estos juegos... recordaba aquél día...cuando apenas llevaba un mes trabajando en la empresa... y la comidilla entre todos los de la oficina era que nunca llevaba sostén.
- Gloria, llevas un sujetador muy bonito...
- ¿Tú crees?... Cuando quieras te lo enseño...
Y siguió escribiendo en el ordenador sin perder la sonrisa...
O cuando un día, al entrar en su despacho, se le cayó la carpeta de firmas, esparciéndose los documentos por debajo de la mesa, y mientras él permanecía sentado, ella se arrodilló para recogerlos, quedó entre sus piernas y mirándole con picardía le dijo:
- Anda que si entra alguien ahora, nunca se iba a creer que no es lo que parece...
La verdad es que nunca había pasado de ser un juego en el que ella ponía su pizquita de pimienta pero siempre con esa picardía ingenua que marcaba un cierto distanciamiento.
Y ayer... Era cierto que habían coincidido al salir y que se fueron a comer juntos porque tenían que terminar unos asuntos por la tarde... y que después en la oficina, como estaban solos empezaron con sus juegos...a lo que posiblemente ayudó el güisqui doble que se tomaron después del café.
- Hoy, Gloria, no llevas ropa interior...
Y ella, ni corta ni perezosa, se levantó la falda, se quitó la braguita y la agitó como si fuese una bandera ...
- Si me coges te la regalo...
Aunque Jose no estaba para demostraciones atléticas logró acorralarla en la sala de reuniones, donde ella había buscado cobijo ya que era la única estancia donde había un sofá...
Y realmente no pasó nada. Cuando apenas habían empezado los forcejeos en pos de conseguir el regalo prometido y tan sólo se había iniciado el proceso recíproco de desabrocharse los botones... sonó el teléfono y era Matilde...
Pero era consciente del peligro... Siempre había tenido claro que nunca debería mezclar sus aventuras con el trabajo... aunque creía conocer bien a Gloria y sabía que nunca se iba a aprovechar de estos devaneos, que para ella sólo eran un juego... lo que más le preocupaba es que de quien no se podía fiar, realmente, era de él mismo.
La voz de Manolo le sacó de su ensimismamiento.
- Adela y yo nos vamos porque vamos a casa de mis suegros... ¿Te vas a quedar también esta tarde?
Jose no estaba para entrar en polémicas y no se dió por aludido por el tono que había empleado su amigo.
-No, tengo que comprar unas cosas para el jardín y quiero volver hoy pronto a casa.
Después pensó que podía comer con Matilde.
- Mati, si has terminado podíamos quedarnos a comer hoy por aquí.
- No, lo siento, pero he quedado con Carmencita y después vamos a ir de escaparates... Si quieres, en el frigorífico, te he dejado comida, sólo tienes que calentarlo...
Mientras Jose tomaba el desvío a la Nacional III, su mujer, después de dar dos besos a su amiga Carmencita Miguelañez, le decía, a punto de llorar:
- Carmencita, mi marido me engaña... estoy segura... puede que sólo sean coincidencias... pero son muy sospechosas....