Capítulo I - En casa de ella.
Mati volvió a casa flotando en una nube rosa. Cuando su madre le abrió la puerta le dió un beso de día de fiesta grande, lo que a Margarita, señora de Pachón, le pareció algo raro. Pero Mati cogió el teléfono portátil del salón, dió otro beso a su padre, que casi ni le hizo ni caso porque Ronaldo había controlado el balón dentro del area, en Canal Plus, y se encerró en su cuarto y marcó el 908.823.845, el móvil de su queridísima Carmencita Miguelañez, que iba a ser la primera en enterarse de la gran fecha.
- El teléfono móvil que ha marcado está apagado o fuera de cobertura, si desea dejar un mensaje en su buzón de voz, hable cuando suene la señal... Piiiii.
-Carmencita, soy yo, Mati, llámame cuanto antes, que me caso...
Había perdido el Barcelona y su padre estaba de buen humor, Pedro y Santiago, sus hermanos habian regresado del cine y toda la familia reunida terminaba la cena dominical, entonces Mati, con toda solemnidad, dijo:
- El 1 de septiembre del próximo año, me caso.
Santiago, el pequeño, medio la cortó:
¡ Te quieres callar ! ¿ no ves que están dado la quiniela ?
-¡ Pero que burro eres, hijo ! Dime, mi niña, ¿le has convencido ya a Edgardo Jose?
- Sí, mamá, y no veas lo ilusionado que estamos. Así que, papá, ¡ tenemos que empezar a pensar ya en la boda !
Don Inocente Pachón Garrido, Jefe de Negociado de una Entidad Bancaria, padre amantísimo de Mati, esposo de Margarita Ulloa y Fernández de los Monteros, hincha del Atlético de Madrid y experto filatélico, empezó a sentir una serie de sensaciones contradictorias. Por una parte sintió una gran ternura al pensar que su hijita del alma, la pequeña, les iba a abondanar y, si se descuida, casi se le escapa una lágrima furtiva, porque era más bien sensible y de llanto fácil, como su hija ( ¡Cómo se parecía a él! ) Por otra parte, ya era hora de que alguien empezase a desfilar. ! A ver si con esto se animaban los dos mayores ! Y lo que era peor, ya no tendría más remedio que afrontar lo de la celebración de la boda.
Margarita, que sin duda ya tenía cuidadosamente pensada la extrategia para este momento, empezo a pormenorizar todos los pasos que habría que dar. Lo primero era hablar con D.Melchor - de eso se encargaba ella - para reservar ese día en la parroquia...
- Mamá, interrumpió Mati con un cierto reparo, Asunción, la mamá de Pepito, siempre ha dicho que le gustaría que nos casásemos en los Jerónimos...
- Vaya por Dios, ¡ ya empezamos ! Esa es una hortera, que lo único que quiere es presumir delante de las verduleras del mercado...
- ¡Vamos, Margarita, la que no tiene que empezar eres tu ! Deja que sean los niños los que decidan lo que quieren hacer, y ya sabes, si fuese por mí, íbamos a terminar muy pronto, porque sería una ceremonia extrictamente familiar; nosotros, sus padres y ...
- Y nadie más ¿ verdad ? ¡ qué gracioso eres ! Di que no, hija mía; tu padre, ya le conoces, es un gruñón y sólo le gusta llevar la contraria, pero tú vas a tener una boda como Dios manda, ¡ faltaría mas !
La tertulia se prolongó hasta pasada la una de la mañana. Pedro y Santiago, con la excusa de ver el resumen de los partidos en la dos, se quitaron de enmedio lo antes posible para evitar las indirectas que eran previsibles. Inocente procuró no intervenir nada más que lo extrictamente imprescindible para evitar tensiones innecesarias, y el coloquio se redujo a un monólogo de Margarita con leves aportaciones de Mati, que en lo esencial estaba totalmente de acuerdo con mamá.
Capítulo II - En casa de él.
- Estás muy callado, Edgardo, ¿ te pasa algo ?
- No, mamá, que Matí se está poniendo pesada y quiere que nos casemos el día 1 de septiembre del año que viene.
- Es normal, hijo. Tu ya sabes que a nosotros no nos estorbas nunca, y que cuando te cases nos vas a dejar muy solos, pero ella es muy buena chica, educada, cariñosa y es lógico que quiera casarse, teniendo en cuenta que los dos tenéis trabajo, que tu ya tienes piso y que tienes ya treinta y dos años.
- Si es que la juventud de ahora vive demasiado bien, hace todo lo que quiere, y, claro, así no tienen ninguna prisa por casarse. Era José Federico, bueno, Pepe, para abreviar también, que en el fondo estaba un poco harto de tener que aguantar todos los caprichitos que su mujer daba al niño, así le llamaba ella . Claro que siempre era preferible que le llamase niño a Edgardo-José, que eso sí que era una pasada fina.
- Ya está bien de tus sermones, el niño trabaja mucho y también tiene derecho a divertirse. Y dime, habrá quedado bien claro que os casareis en los Jerónimos, ¿verdad?
- A mí me da igual, eso lo tendrás que hablar con Mati, porque me parece que su madre es muy amiga del Párroco de su Barrio y quiere que nos casemos en su parroquia.
- ¡ Hasta ahí podíamos llegar ! En una iglesia que no es ni iglesia ni nada, que parece un garaje, sin santos, y además que ni tiene escaleras para que se luzcan los novios.
- No seas intransigente Asun, tampoco tiene tanta importancia la ceremonia; lo que sí tenemos que pensar bien es donde celebramos la comida, porque es la única oportunidad que tenemos para quedar bien con todas nuestras amistades.
- Eso, desde luego. A mí me gustó mucho la boda de Amparito que se celebró en el Meliá Castilla... claro que también habrá que ponerse de acuerdo con tus suegros, porque yo creo que aunque son un poco estirados y parece que que son alguien, la realidad es que no deben andar muy bien de dinero.
- Ellos no sé, pero la realidad es que yo estoy tieso. Ya sabeis, el piso, el coche, ahora, los muebles, o me echáis una mano o no paso de un bocata en la tasca de la esquina.
- Faltaría más, hijo. Aquí está tu padre para lo que haga falta. ( En el fondo, pensó, tampoco era demasiado doce mil euros de golpe y quitarte al niño de encima, en vez de estar padeciendo sus sablazos periódicos)
- Así se habla, José Federico - dijo Asunción. Lo de José Federico sólo lo usaba en ocasiones solemnes. La verdad es que Pepe no se había enterado que se llamaba también Federico hasta que no se fué a la mili, pero desde que fué presidente del Senado José Federico de Carvajal a su mujer le hacía ilusión presentarle con sus dos nombres a las nuevas amistades.
Su situación financiera era saneada. Los buenos tiempos de la tienda de ultramarinos habian pasado, pero de la época de vacas gordas conservaba un capitalito depositado en pagarés del Banco Central, en Cédulas Hipotecarias de la Caja y en una supercuenta del Santander. En una ocasión su consuegro le aconsejó que suscribiese Fondos de Inversión de su Banco, pero él prefería tener sus más de trescientos mil euros en sitio seguro y como toda la vida. Así que, aunque con la llegada de las grandes superficies, las ganancias sólo daban para ir viviendo - bien, por supuesto - como, por otra parte, sus necesidades no eran grandes, la verdad es que se podian permitir algún que otro lujo, como el de organizar la boda de su único hijo por todo lo alto.
También sería alrededor de la una y media cuando se fueron a dormir.
Ya en la cama, Asunción no pudo evitar que le brotase una lágrima mientras pensaba que su pequeñín les iba a dejar y se quedarian muy sólos. Porque, la verdad, Matilde - a ella eso de Mati le parecía una cursilada - como buena, era buena, pero no tenía ni idea de lo que era llevar una casa. Y de concinar... ni con un cursillo acelerado de Simone Ortega y de Arguiñano juntos, sería capaz de freir un huevo. Y en esas condiciones era normal que su Edgardo tuviese sus recelos para casarse, porque él estaba acostumbrado a todo lo mejor ¡estaría bueno! Ya echaría de menos su merluza con salsa de gambas y su ternera con crema de champiñones y setas silvestres; y de los postres... más de una vez iba a venir por casa para que le preparase una tarta de gelatina de frambuesas con queso de burgos confitado...
Como a estas alturas de octubre refrescaba por las noches, se arrebujó con Pepe, que desde hacía unos minutos roncaba plácidamente y se fue quedando, también, profundamente dormida.
La verdad es que al día siguiente no sabía muy bien si era cierto o lo había soñado, pero casi podría jurar que aquella noche había llegado hasta la habitación de Edgardo José, le había arropado cuidadosamente, y después de besarle en la frenta, como cuando era un bebé, se había quedado durante minutos y minutos viendo como dormía...