(Del trabajo sobre el descubrimiento de la quina, que ha sido galardonado con el segundo premio en el “concurso de investigación sobre Chinchón y su entorno” de este año, trascribo el capítulo que narra el nombramiento de virrey y su viaje hasta el Nuevo Mundo de don Luis Jerónimo Fernandez de Cabrera y Bobadilla, el Conde de Chinchón) El año 1628 iba a ser de gran importancia para el IV conde de Chinchón. El día 18 de febrero de ese año, S.M. el Rey de España, Felipe IV, nombra Virrey del Perú a don Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Bobadilla de la Cerda y Mendoza, conde de Chinchón. Tenía 39 años. El documento de este nombramiento se puede encontrar en el Archivo General de Indias, dentro de la unidad de la Casa de Contratación bajo la Signatura: Contratación, 5793, L.1,F.488V-489.
También, después de poco más de dos años de enviudar, probablemente a primeros de abril, contrae nuevo matrimonio con doña Francisca Enriquez de Rivera, nacida en Sevilla, hija de Perafán de Ribera y Castilla, y de Inés Enríquez de Tavera, condesa de la Torre, camarera mayor de Ana de Austria, reina de Francia e Infanta de España. La nueva esposa del conde era viuda de Francisco Chacón, y aportaba un hijo de su primer matrimonio. Es muy posible que el nombramiento del Conde aconsejara anticipar el casamiento para poder iniciar juntos el viaje al nuevo mundo.
El cargo de Virrey del Perú era uno de los de más prestigio en el Reino, sin embargo, el esplendor de España, en esta época, había iniciado su decadencia. Empobrecida por las guerras exteriores y despoblada por las colonizaciones, la situación de la metrópoli se hacía notar en las provincias de ultramar. El Gobierno de la Península urgía a los Virreyes para que enviasen los tesoros que encerraban las ricas tierras americanas para mejorar la decaída situación del Imperio.
Por lo tanto, las responsabilidades del nuevo cargo suponían grandes dificultades para el nuevo Virrey.
Este nombramiento iba a requerir del Conde no solo una lealtad sin límites a la Corona, sino también grandes dotes de carácter, energía y comprensión para resolver satisfactoriamente la multitud de problemas que presentaba el desempeño de este Gobierno. Problemas que planteaba, primordialmente, la gran extensión de los dominios que ponían bajo su mando, con los que era difícil la comunicación por estar tan alejados de España.
Todas estas circunstancias le fueron expuestas al recién nombrado Virrey en un despacho personal con Felipe IV, quien le dio las instrucciones preceptivas para ejercer un puesto de tanta importancia en las Indias.
El conde recibe 8.000 ducados para su viaje y otros 12.000 más a cuenta de su salario que le libraron en la Contratación de Sevilla. Recibió además una cédula para que a su llegada a Panamá le entregasen 13.000 pesos más.
A partir de ese momento se inician los trámites para organizar el viaje. Con fecha 21 de abril de 1628 encontramos, también en el Archivo General de Indias, en la Signatura: Contratación,5400,N.45, el Expediente de información y licencia de pasajeros a Indias del conde de Chinchón Luis Jerónimo Fernández de Cabrera, virrey y capitán general de Perú, con las siguientes personas:
- Francisca Enríquez de Rivera, su mujer
- Fray Lucas de Almao, agustino, natural de Aragón
- Fray Alonso Ruíz, agustino, confesor
- Miguel Aguado de Castaño, escribano, criado vecino de Ciempozuelos
- Jerónimo de Campos, criado, vecino de Madrid
- Juan de Vega, criado, vecino de Sevilla
- Agustín Gómez, criado, vecino de Chinchón
- Licenciado Juan de Porras de Cuéllar, abogado, criado, vecino de Chinchón
- Pedro Clérigo, criado, vecino de Ciempozuelos
- Juan López de Olivares, criado, vecino de Chinchón,
y hasta 72 criados más cuya relación de nombres viene recogida en un memorial contenido en éste expediente.
Como vemos, entre los expedicionarios no estaba el primer hijo de la condesa, que murió poco después, mientras su madre se encontraba en Perú.
Embarcan en Cadiz el 7 de mayo de 1628, en la armada de galeones al mando de don Fadrique de Toledo. A poco de haber salido de Cádiz recibió orden de S.M. de socorrer el fuerte de Mazmorra, en las costas de África, que le tenían cercados los moros. Después de treinta y tres días de navegación, arribaron al puerto de Cartagena de Indias, el día 19 de junio.
Continuaron el viaje, y el 5 de Julio arribaron a Portobelo donde el Conde revisó las fortificaciones dirigiéndose después a Panamá, llegando por fin al puerto de Paita hacia el mes de octubre.
Cuando llegaron a este puerto le informaron que en el Pacífico estaban navegando los buques piratas holandeses y se esperaba que llegasen a las costas peruanas, aconsejándole que no continuase el viaje por mar. El Virrey no dando crédito a dichos rumores, que luego se confirmó que eran falsos, tomó una embarcación y navegó sin novedad hasta el Callao. Sin embargo decidió que su esposa hicese el viaje por tierra por estar embarazada, teniendo que soportar una larga marcha hasta llegar a Lima. Antes de llegar, en Lambayeque, del Obispado de Trujillo, dio a luz a su hijo, el 4 de enero de 1629.
Fue bautizado por el licenciado don Fernando de Contreras, capellán y tesorero del Conde, con los nombres de Francisco, Fausto, Antonio y Melchor. Su padrino fue don Diego Flores de León, Caballero de la Orden de Santiago, Corregidor de la Ciudad de Piura y del Puerto de Paita.
Llega el Conde de Chinchón al Puerto del Callao el 18 de diciembre y allí permaneció hasta el día 14 de Enero de 1629 que entra en Lima, donde toma posesión como XIV Virrey del Perú. La Condesa llega a Lima el día 19 de abril, aunque el Virrey no permitió que se hiciese una recepción pública a su esposa, que entró de noche y privadamente, con el objeto de evitar gastos.
El clérigo Juan Antonio Suardo, en su “Diario de Lima” nos cuenta que el día 30 de mayo de 1629 se organiza la despedida del anterior virrey, el Marques de Guadalcázar. Éste, su esposa y sus hijas se acercan al Palacio del Virrey para despedirse de la Condesa de Chinchón, que no había salido del palacio por estar melancólica porque había recibido la noticia de la muerte del hijo que tuvo en su primer matrimonio y que, como vimos, se había quedado en España.
Por los datos que aporta el padre Bernabé Cobo en su Historia de la Fundación de Lima, los nuevos Virreyes del Perú se encontraron una ciudad que tenía una población de 25.000 españoles, 15.000 negros y 5.000 indios. Su longitud se calculaba en más de media legua y su latitud en casi media legua. Contaba con 4.000 casas dentro del núcleo central de la población; 600 en el barrio de San Lázaro; y 200 en el pueblo del Cercado. Un los últimos años se habían construido varios edificios, los conventos de San Diego, Guadalupe, el Noviciado y la Recolección de San Agustín; un monasterio: Santa Catalina; 3 ermitas: Nuestra Señora del Socorro, Copacabana y las Cabezas; 2 hospitales: la Convalecencia del Carmen y el de los Huérfanos; y 13 iglesias.