En una de las murallas de la entrada a la Alcazaba, hay una placa que recoge una frase célebre extraída de un soneto del poeta mexicano Francisco de Icaza, que dice:
Dale limosna mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.
Hoy vuelvo a Granada recordando la primera visita que hicimos a la ciudad. Después he vuelto otras veces, pero aquella fue una ocasión muy especial.
Eran las fiestas de las cruces de mayo y nos apuntamos a una excursión en autocar con entrada garantizada a la Alhambra.
Hacía un tiempo primaveral y nos alojamos en el Hotel San Anton, que está junto al rio Darro.
Que decir de Granada?
Mejor, solo dar gracias a Dios de no ser ciego y poder haber disfrutado de tanta belleza.
El mirador de San Nicolas, Los Cármenes, el Sacromonte, el Albaicin, la Catedral, el monumento de Isabel la Católica y Cristóbal Colon, el Generalife, el Palacio del Emperador Carlos V, y ...
LA ALHAMBRA!: el patio de los Leones, el de los Arrayanes, las fuentes del patio de la Acequia... sus paredes, sus techos, sus ventanas, sus columnas... todo.
Una mañana inolvidable para terminar paseando, ya a la caída de la tarde, por los jardines del Generalife...
Como estrambote de ese fantástico viaje, un día nos acercamos en autobús a la ciudad de Baza, para recordar los años de su niñez, que Antoñita quería recordar. De ese día, además de la añoranza de los viejos recuerdos, nos acordamos de una comida informal en la barra de un pequeño bar, que nos ofreció la oportunidad de degustar platos que no podíamos imaginar poder tomar en un lugar como este.
Pasados treinta años, aún podemos respirar aquel ambiente único de las flores de los jardines del Generalife y escuchar el rumor de las tantas fuentes que refrescan el ambiente de la Alhambra.
Las fotografías, como todas las de estos “Viajes en el recuerdo” son analógicas y que he tenido que digitalizar, por lo que la calidad no es la óptima. Todas son las tomadas en aquel viaje.