Cuando llegamos a Santillana, un municipal nos invitó a salir del pueblo para dirigirnos a un aparcamiento en las afueras desde donde, a pie, pudimos recorrer sus calles y visitar sus monumentos.
Lo que en un principio nos parecía una incomodidad, pronto pudimos apreciar que era una bendición, porque era una delicia poder pasear sin tráfico. Era la forma ideal de poder admirar esas casas, esas calles y ese pueblo que parecía haberse anclado en el pasado para ofrecer al visitante un panorama casi imposible de admirar en otros sitios.
Salvando las distancias, fue lo que muchos años después me paso cuando visité Praga; no era cuestión de resaltar uno u otro monumento, era el conjunto al completo que conservaba toda su armonía, sin la agresión de edificaciones posteriores que desvirtuasen su imagen antigua.
La villa fue declarada conjunto histórico-artístico en 1943 En sus inmediaciones se encuentra la Cueva de Altamira que no pudimos visitar por estar protegida como Patrimonio de la Humanidad. Es uno de los pueblos más turísticos y más visitados de Cantabria que fue y sigue siendo una parada imprescindible para los turistas que visitan la región. Esto ha hecho que gran parte de los habitantes del municipio vivan de la actividad turística, especialmente de la hostelería, los alojamientos rurales y las tiendas de productos típicos.
Desde julio de 2013, Santillana del Mar forma parte de la red “Los pueblos más bonitos de España”, como Chinchón.
Y allí, igual que en Chinchón, hay un parador nacional de Turismo que tiene el nombre de Gil Blas.
Entre sus monumentos podemos destacar:
La Colegiata de Santa Juliana, con su claustro románico.
El Palacio de Vivedo,
El Palacio de Mijares,
Y todas y cada una de sus casas que son un ejemplo vivo de la arquitectura popular cántabra.
Sin olvidarse, claro esta, de los “sobaos” pasiegos que puedes comprar en cualquiera de esas casas que te ofrecen los productos típicos del lugar.
Unos recuerdos que nos hacen añorar la vida tranquila del pueblo.