( Crónica de un viaje por las tierras de Soria, en la que se recogen las aventuras turístico-festivas durante un fin de semana a finales de mayo de 1997.
Nota del Autor: Aunque no es obligatorio, se puede poner como música ambiental la canción de Gabinete Caligari que lleva el título que encabeza esta crónica.
Me habian hablado mucho y bien de Soria, pero tengo que reconocer que al dia siguiente tuve que fijarme en la información del tiempo del Telediario para ubicarlo concretamente. Después vi en un mapa de carreteras que la distancia desde Madrid no superaba los 220 kilòmetros y que había que ir por la carretera de Barcelona.
De Soria conocía que su equipo de futbol era el Numancia que había llegado a una eliminatoria con el Barcelona en la Copa del Rey; que de allí era Fermin Cacho, Medalla de Oro en 1500 metros en las Olimpiadas de Barcelona, que por Soria pasaba el rio Duero y que Antonio Machado había sido profesor de literatura en Soria y había cantado a sus árboles, a sus gentes y a su rio, y que en las tierras de Soria estaban los escenarios de las célebres leyendas de Gustavo Adolfo Becquer .
Así que cuando aquel sábado, mientras cenábamos en el Café de la Iberia, nuestros amigos nos propusieron ir a pasar un fin de semana a Soria, nos apuntamos sin dudarlo. Como ya es de todos conocida mi poca afición a la conducción, mi amigo se brindó a que fuésemo en su coche y yo a gestionar el alojamiento.
Esto que inicialmente no representaba mayor problema casi nos hace cancelar el proyecto, porque, aparentemente, en ese fin de semana todo el mundo había decidido trasladarse a Soria. No había ni una habitación en ninguno de los hoteles. A última hora nos decidimos por un hotel - de cuyo nombre no quiero acordarme - que estaba a unos tres kilómetros de la Ciudad y que según varias informaciones debía estar bien .
Llegó el viernes; los dias anteriores, los hombres y las mujeres del tiempo había predicho tiempo revuelto para el fin de semana y a eso de las cinco y media de la tarde enfilábamos la Nacional II camino a Soria.
No teníamos una programación preconcebida del viaje, pero sí teníamos una idea más o menos concreta de lo que era necesario visitar, y así, cuando nos desviábamos de la carretera nacional nos encontramos con Medinaceli, conjunto histórico artístico y Premio de Turismo 1990 que le concedió la Junta de Comunidades de Castilla-León, que desde su alta atalaya dominaba el valle de las primeras tierras sorianas parapetándose detrás de su célebre arco romano, que según se indica en sus folletos turísticos es el único en España con tres arcos y que fue contruido, probablemente en el primer tercio del siglo II.
Parecía un pueblo fantasma porque apenas si nos encontramos a nadie por sus calles. Su plaza que estaba en rehabilitación por la Comunidad de Castilla León, invitaba esa tarde de cielo plomizo a pasear recorriendo sus soportales , ver las obras de rehabilitación del Palacio Ducal de estilo renacentista (XVI-XVII) y a contemplar la casa del Profesor Grande Covian que ya había sido restaurada. En la Oficina de Turismo, una señorita, que seguro que no había recibido una visita desde hacía dias, nos facilitó, muy amablemente, toda la información necesaria para el viaje que iniciábamos, entregándonos folletos y planos y recomendándonos que nos de- jásemos de visitar la puerta árabe que se encontraba en un buen estado de conservación. Como la Colegiata de Ntra. Sra. de la Asunción, levantada en el año 1561- gótico tardio - por el cuarto Conde de Medinaceli sobre una antigua iglesia románica, pero estaba cerrada, y continuamos nuestro viaje por la Nacional III y a poco más de media hora nos encontramos con Almazán, donde por primera vez cruzamos el rio Duero que nos iba a acompañar durante todo el viaje.
En Almazán hay que visitar su plaza en la que se encuentra la Iglesia de San Miguel levantada a mediados del siglo XII. En ella coinciden los estilos cisterciense en su estructura, lombardo catalan en la decoración externa del ábside y linterna y mudejar en la cúpula , y un antiguo palacio de estilo renacentista donde ahora está el Ayuntamiento y no te puedes marchar si haber probado sus yemas famosas en toda la comarca e incluso puedes comprar loteria que sin ninguna duda no te va a tocar. Mientras tomábamos un café vimos en la tele cómo Rivera Ordoñez cortaba una oreja en la corrida de San Isidro en la Plaza de las Ventas de Madrid y cruzando de nuevo el rio Duero, cuando el sol empezaba a esconderse bajo lás últimas nubes del horizonte nos dirigimos a buscar el que iba a ser - eso pensábamos - nuestro alojamiento los dos próximos dias.
Cuando viajas por España adviertes las importantísmas inversiones que se han hecho en los últimos años en las carrreteras, pero su contrapunto está en que en las entradas de las ciudades se han hecho tal cantidad de rotondas y desvios que más parecen intrincados laberintos para poner a prueba a los esforzados héroes mitológicos. Esto viene a cuento porque lo de encontrar la carretera a Zaragoza, donde estaba ubicado nuestro innominado hotel, no fue una tarea tan fácil como habíamos supuesto, y ya sería más o menos las diez de la noche cuando arribamos al "confortable hotel de carretera" - sigo sin querer recordar su nombre - que era de carretera pero no tan confortable como se anunciaba.
Cuando entramos en la recepción ninguno de los cuatros nos atrevimos a expresar nuestra primera impresión, sin duda con el lejano deseo que las habitaciones presentasen el aspecto acogedor anunciado. Pero desgraciadamente la realidad fue todo lo contrario y a los cinco minutos tomamos la decisión de buscar una alternativa para nuestro alojamiento, para que- una vez más - se cumpliese el adagio gitano de que son buenos los malos principios.
La distancia hasta el Parador de Turismo " Antonio Machado" no es más de un cuarto de hora, y en ese corto espacio de tiempo es seguro que alguno de nosotros inicio una plegaria para que el recepcionista del Parador nos dijera:
- ¿ Dos habitaciones para hoy y el mañana? Sin problemas.
Seguro que advirtió en nuestras caras la sensación de alivio. Nosotros solventado el problema pasamos al comedor y el surtido de ibéricos, las sopas castellanas, el salmón con gambas y la trucha con setas sobre crema de pimientos, todo ello regado con un crianza del Marqués de Cáceres, nos pareció de los más exquisitos manjares que un mortal puede degustar.
No tardamos más de media hora en volver a recoger nuestro equipaje y alojarnos en las habitaciones 1 y 3 del Parador , donde esa noche dormimos a pierna suelta, sin duda libres de la pesadilla de haber tenido que pernoctar en ese hotel del que no voy a decir su nombre ni voy a volver a mencionar.
La previsiones meteorológicas, al párecer, no se cumplían y la mañana amaneció plácida y las pocas nubes que había en el cielo parecian que estaban pintadas para dar mayor profundiidad a nuestras fotografias.
Las nueve de la mañana fue la hora acordada para el desayuno en el que hasta nos atrevimos a degustar unas migas sorianas además de los quesos, embutidos, frutas, bollerias, zumos y el obligado café con leche. Un desayuno copioso para reponer fuerzas ya que el programa matinal se nos presentaba apretado e interesante.
El Parador de Turismo está esclavado en el paraje conocido como el Castillo, y aunque es de construcción moderna tiene un gran atractivo por las vistas que desde el mismo se pueden contemplar. Toda la Ciudad discurre a los pies del parador, allí " por donde traza el Duero - como decía el poeta - su curva de ballesta en torno a Soria."
Saliendo de la Ciudad , camino de Zaragoza y Logroño, nada más cruzar el rio, se encuentra el Monasterio de San Juan de Duero. De este antiguo Monasterio de la Orden de los Hospitalarios de Jerusalén sólo se conserva el claustro románico del siglo XIII y la Iglesia del Siglo XII donde actualmente hay instalada una exposición sobre el arte románico en la Provincia de Soria. A las diez de la mañana, cuando la visitamos, el sol bañaba ya los pecualiares arcos del claustro cuadrangular, con puertas en los cuatro vértices por las que se podia acceder a la verde pradera en la que se ha convertido el patio central. Estas arcadas sin techo constituyen un monumento único y más original del arte románico español.
No muy lejos de allí, por el mismo margen del rio, un paseo, por donde acostumbraba a pasear D. Antonio, nos lleva hasta la Ermita de San Saturio, patrón de la Ciudad. Es una Iglesia construida en el Siglo XVII sobre una gruta en las peñas sobre el rio Duero, allí donde cuenta la tradición que el Santo vivia retirado en oración. La subida hasta la Iglesia por el interior de la gruta es de una gran belleza y originalidad, ya que se han aprovechado los recovecos naturales de la roca para costruir la escalera.
Cruzando de nuevo el rio, nos encontramos con la Concatedral de San Pedro en la que visitamos en primer lugar su precioso claustro de la segunda mitad del Siglo XII, en el que destaca su perfecta conservación. Después visitamos la Colegiata, que fue construida en el Siglo XVI, que la estaban adornando porque se iba a celebrar una boda. Una moneda de cien pesetas nos permitió encender las luces del altar mayor y el órgano - ¿sería éste el que inspiró a Becquer? - amenizó nuestra visita.
Después nos trasladamos al centro de la Ciudad para visitar la Iglesia de Santo Domingo, cuya fachada está considerada como una de las más bellas del arte románico español. Las arquivoltas, el tímpano y el gran rosetón de su portada tienen una gran riqueza arquitectónica, si bien la impresión que recibimos la noche anterior, cuando la vimos iluminada, fue de mucho más impacto.
Muy certa está el Palacio de los Condes de Gómara, de la segunda mitad del Siglo XVI, con una expléndida fachada renacentista y un patio interior, recien restaurado. La Plaza Mayor, con el edificio de Los Doce Linajes, la Iglesia de Ntras. Sra. La Mayor y la Torre de Doña Urraca. Las calles de los aledaños albergan la oferta comercial de la Ciudad, y presentaban una gran animación a la hora del aperitivo. Nosotros repusimo fuerzas con unas cañas bien frias servidas en unos basos de fino cristal para acompañar una sepia a la plancha.
No muy lejos de allí está la Iglesia de San Juan de Rabanera, de estilo románico, en la que se mezclan influenicas orientales, recuerdos clásicos y tanteos ojivales. Mientras la visitábamos se celebraba un bautizo y una primera comunión.
Camino de vuelta nos acercamos hasta la Iglesia del Mirón, delante de la cual hay una monumento dedicado a San Saturio en el año 1775. También aquí se estaba celebrando una boda, y hay una vistas muy bonitas de la Ciudad y del Parador que está en las montañas de enfrente.
La mañana había sido de una gran riqueza cultural pero era tiempo de también satisfacer las necesidades más prosáicas, aunque no menos gratificantes y optamos por degustar las ofertas culinarias que nos ofrecia el parador : Pimientos de piquillo rellenos de bacalao, ensalada de pasta con gambas, merluza, salmón, solomillo a la pimienta y rabo de toro nos obligaron a tener que pedir de postre un sorbete de limón a pesar de nuestra bien ganada fama de golosos oficiales,
La siesta no duró nada más que lo imprescindible para reponer míni- mamente las fuerzas y la jornada vespertina se habia programado para visitar los alrededores.
A tan sólo 7 kilómetros de Soria, en un cerro cercano al pueblo de Garray están las ruinas de la ciudad celtíbero-romana de Numancia. La visita no tiene más atractivo que el pisar las viejas piedras que nos traen recuerdos infantiles de cuando estudiábamos el Catón con Doña Matilde y Don Ramón.
Por la carretera nacional 234, dirección a Burgos, nos encontramos con el pueblo de Cidones, donde nos desviamos por una carretera comarcal, en muy buen estado por cierto, para una vez discurrir a lo largo del Embalse de la Cuerda del Pozo en el que se divisaba la torre del campanario del pueblo de la Muedra sumergido en el agua, llegamos al pueblo de Vinuesa en la que visitamos su Iglesia del Siglo XVII.
La tarde se estaba entoldando y el depósito de la gasolina del coche había llegado a la reserva, por lo que se aconsejaba el retorno ya que no habíamos visto ninguna gasolinera desde que salimos de Soria. La visita a la Laguna Negra la aplazábamos para una futura visita .
De vuelta, reservamos mesa para cenar en Casa Maroto, que nos habian aconsejado, y después de vestirnos al efecto nos dirigimos al Paseo del Espolón, junto a la Alameda de Cervantes donde ni el oportunista gol de Ronaldo en el último minuto logró chafarnos el surtido de ibéricos, las setas a la plancha la merluza y - ahora sí - los esquisitos postres de la casa que nos ofreció el "maitre" que no podía disimular que era del Real Madrid. Debió ser por eso que nos invitó a unas copas después de lo cual se hacía aconsejable una retirada discreta a nuestros aposentos para el reconfortantes descanso, dejando al libre albedrio de cada uno los ejercicios oportunos a realizar para mejor conciliar el sueño reparador.
Nota: (Entonces Ronaldo Nazario jugaba en el BARCELONA, para los desmemoriados)
A la mañana siguiente - la hora fijada para bajar al comedor era las nueve y media - después del frugal desayuno - eliminé las migas sorianas - de terminar de recoger el equipaje y pagar la cuenta,el destino nos había reservada una sorpresa. El coche no arrancaba porque se le había gastado la batería. El servicio de asitencia de Maphfre fue espectacular y en poco más de media hora salíamos, con todo solucionado, con destino a Burgo de Osma.
Estábamos en camino por la nacional 122 que lleva hasta Segovia , y a poco más de media hora nos encontramos con Calatañazor, un pueblo al que se le ha parado el reloj del tiempo y parece no haber salido de la Edad Media. Sus casas fabricadas con entramado de madera de sabina, encestado de ramas con barro, adobes o en el mejor de los casos ladrillos circundan una Iglesia románica y están bajo la protección del Castillo de los Templarios que actualmente sólo conserva un torreón medio derruido y la cimentación de las paredes del patio de armas y desde donde se puede contemplar los campos de Calatañazor donde se libró la célebre batalla del mismo nombre en la que los Reyes de Navarra y León se unieron para vencer al Caudillo árabe Muhamad Ben Abdallah Ben Abi Ahmer El Moaferi, también conocido como Almanzor.
El paseo por el pueblo, del que conservamos abundante información gráfica, fue una delicia y es de resaltar las cultas explicaciones del "santero" que nos mostró el Museo de la Iglesia a cambio de un "donativo" de 125 pesetas por persona.
Mientras la mujeres visitaban el "Museo Etnológico" en el que un simpático lugareño había recogido toda clase de utensilios antiguos, el "cantinero" nos invitó a pasar a su casa donde nos ofreció un extraordinario vino sobre madre de la ribera del Duero, servido en finas y altas copas de cristal, con un queso de cabra y un salchichón casero, mientras nos contaba que vivia allí apartado del mundanal ruido.
Con el cuerpo y el espíritu reconfortado continuamos nuestro itinerario hasta llegar al Burgo de Osma, donde nos admiró el gusto con que se habían restaurado todas las casas de la calle Mayor, la Catedral, que es sede del Obispado de Osma-Soria, de estilo gótico la parte inferior y barroco la superior. No pudimos visitar su interior debido a que el dia siguiente se iba a inaugurar por el Principe de España la Exposición de "Las Edades del Hombre" y por lo tanto no pudimos apreciar su bello claustro gótico ni el retablo de la capilla mayor tallado por Juan de Juni y Juan Picardo.
Junto al edificio de la Universidad de Santa Catalina, de estilo herreriano,fundada en el siglo XVI por el prelado Pedro Alvarez de Acosta, está el restuarante "Virrey Palafox" donde pudimos degustar un extraodinario cordero asado que nos confirmó la justa fama de que goza entre los entendidos. En la mesa de al lado comía con unos amigos el diputado por Soria del PP. Gabriel Cisneros.
Aunque la tarde amenazaba lluvia tuvimos tiempo de parar brevemente en San Esteban de Gormaz, donde pudimos admirar la galeria porticada de la Iglesia de San Miguel que data de finales del siglo XI y está considerada como el arranque del románico soriano. Su otra Iglesia Nuestra Señora del Rivero no la pudimos visitar por encontrarse en obras de restauración.
A los pocos kilómetros nos estaba esperando la tormenta que quiso acompañarnos ya durante todo el camino hasta pasar el puerto de Somosierra. Habíamos previsto parar en Ayllón pero la lluvia que caía nos aconsejó pasar de largo hasta llegar a Riaza, donde pudimos comprobar cómo su puede destrozar una bellísima plaza porticada edificando un "bodrio" para instalar allí el Ayuntamiento del pueblo.
A eso de las siete y media de la tarde, cuando aún el Atletic de Bilbao no había marcado su gol al Real Madrid, llegamos a nuestro destino, pero guardando en nuestra retina los bellos paisajes sorianos y recordando aquellos versos de Machado:
He vuelto a ver los álamos dorados
álamos del camino en la ribera del Duero,
entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas de Soria
- barbacana hacia Aragón, en castellana tierra -
Estos chopos del rio,
que acompañan con el sonido de sus hojas secas
el son del agua cuando el viento sopla
tienen en sus cortezas grabadas
iniciales que son nombres de enamorados,
cifras que son fechas.
Nota: las fotografías están digitalizadas a partir de las analógicas hechas en aquel viaje, aunque han perdido calidad, he considerado que son más auténticas que otras que pudiese conseguir en internet.