Recordar la fecha de este viaje es fácil. Desde hacía unos años toda la información se centraba en la inauguración de la exposición universal de Sevilla y la mascota “Curro” aparecía a diario para recordarnos que sería en la primavera de 1992, año que, por cierto, también compartió protagonismo con los Juegos Olímpicos de BARCELONA con su “Cobi”.
Y claro, no podíamos perdérnoslo. Fue en el mes de septiembre, cuando ya habían bajado un poco las temperaturas, y con nuestros amigos nos alojamos en el Hotel Regina, cerca del ferial, para poder ir andando.
Aún conservo la entrada que tenía el precio de 4.000 pesetas para un día.
Todavía, por entonces, los visitantes “presumían” de las horas que habían pasado en las colas para visitar los pabellones más importantes.
”Pues nosotros esperamos más de tres horas para ver el pabellón de España”, comentaba una pareja con la que coincidimos en el hotel.
A la vista de la situación, nosotros decidimos que el tiempo máximo de espera serían diez minutos, lo que nos limitó a solo visitar el pabellón de Madrid, donde, por cierto, estaba el Restaurante “El Alabardero” de don Luis Lezama, donde nos tomamos el aperitivo, y el pabellón de Omán, en el que compramos un perfume exótico.
Porque en realidad, los pabellones eran tiendas donde te ofrecían los productos típicos de cada país con una mezcla del arte y la artesanía típica.
Así que nosotros decidimos admirar el entorno y la arquitectura de las edificaciones y sus infraestructuras que tenían un gran atractivo.
Lo que si recordamos son los precios desorbitados tanto en la Expo como en todo Sevilla.
Y también aprovechamos para ver Sevilla. Aunque ya la conocíamos, Sevilla es una ciudad que siempre te va a ofrecer nuevos rincones y aspectos que antes pudieron pasarte inadvertidos.
La única excepción a nuestro tiempo de espera la hicimos en la Catedral de Sevilla, en la que esperamos una media hora, pero sentados a la sombra en el patio de los naranjos.
Luego estuvimos tomando unas cañas en la Hostería del Laurel, recordando a Don Juan Tenorio y visitamos una exposición de Botero de temas taurinos.
Tampoco faltó un paseo en una calesa desde la catedral hasta el Parque de Maria Luisa, amenizado con el “Carmen de España” de Antoñita, cuando pasábamos por delante de la Real Fábrica de Tabacos.
Un viaje más para el recuerdo, que he podido revivir con las fotografías, todavía analógicas que conservo en el viejo álbum de viajes.