Esto,de hacer una crónica de viajes en el recuerdo, ofrece más dificultades que yo pensaba. Y eso a pesar de disponer de una buena colección de fotografías, organizadas cronológicamente; pero, ya digo, es difícil, porque ya se sabe que la memoria es selectiva y puede jugarte malas pasadas. No obstante, lo voy a intentar.
Lo primero es concretar la fecha exacta del viaje. Y mira que conservo el pasaporte; pero en el visado aparecen los datos en grafía copta y no logro determinar el año exacto en que hicimos el viaje. Debió ser hacía el año 2002 o 2003, por el mes de abril, porque allí, más adelante hace un calor insoportable.
Habíamos intentado ir varias veces pero la situación de peligro por la situación política lo había desaconsejado. Entonces parecía que la situación estaba más tranquila y nos decidimos.
Y no nos arrepentimos. Un viaje a Egipto tiene el atractivo de conocer una civilización mítica y unos monumentos incomparables. Fue un viaje para recordar, pero no para repetirlo, sobre todo a nuestra edad.
El viaje en avión se nos hizo muy largo, hasta el aeropuerto de Luxor; pero después los días se nos pasaron volando.
Allí en Luxor, la antigua Tebas, pudimos visitar los templos de Luxor y Karnak construidos a la memoria de Ramsés II, para admirar las imponentes columnas, las enormes estatuas, y el paseo de las esfinges que mide cerca de tres kilómetros.
Visitamos también El Valle de los Reyes, donde están las tumbas de los faraones más importantes, incluida la de Tutankhamen, las tumbas de los nobles y los Colosos de Menmon.
Y a la caída de la tarde llegamos al barco en el que íbamos a iniciar el crucero por el Nilo.
Nos habían dicho que teníamos que tomar todas las precauciones para no enfermar de gastroenteritis, que solo tomásemos agua envasada... pues tomando todas las precauciones no nos libramos de la “maldición del faraón” y nos perdimos la visita a la presa de Asuam. De la gastronomía guardamos vagos recuerdos porque los menús en el barco eras de comida occidental, aunque abundaban las ensaladas que posiblemente fueran la causa de nuestra afección intestinal, porque sabe Dios con que aguas habían sido lavadas las verduras.
Afortunadamente solo nos duró unas horas y no nos impidió la visita al Templo de Kom-Ombo y al Templo de Ezfu en honor del dios Horus hasta donde llegamos en un coche de caballos, cuyo olor permaneció con nosotros durante todo el día.
Desde el barco pudimos ver las antiguas falucas por el Nilo y a la cubierta solo podíamos subir por la noche, de tanto calor que hacía. Una de esas noches pudimos asistir al paso de una de las esclusas que hay para salvar los desniveles del Nilo.
Al día siguiente cogimos un avión para llegar a Nubia, al sur de Egipto para visitar Abu-Simbel, el templo que fue rescatado de las aguas cuando se hizo la presa de Asuan. El autocar nos dejó a más un kilómetro del templo que tuvimos que recorrer bajo un sol implacable por lo que se agradecía la sombra del interior del templo. Un monumento único que es aconsejable visitar aunque haya que sufrir las inclemencias de los elementos. En el aeropuerto coincidimos con la excursión de un grupo de jóvenes de un instituto español, que la mayoría de ellos habían sido atacados también por la “maldicion faraónica”.
Y terminado el crucero llegamos a la capital. Allí nos esperaban las pirámides de Giza y la Esfinge.
La primera visión de las tres pirámides, Keops, Kefren y Micerinos, es una experiencia inolvidable en la que te viene a la mente las imágenes vistas en los libros y que ya nunca podrás olvidar.
Nos alojamos en el Hotel Hilton, en el centro del Cairo, muy cerca del Museo egipcio, un gran edificio en el que se amontonan cientos y cientos de esculturas, muchas de ellas sin catalogar. Allí visitamos los tesoros de la tumba de Tutankhamen que se encuentra en un perfecto estado de conservación, y es la parte del museo que se había reformado recientemente. Además te podías encontrar con varias momias en cualquier esquIna o en el recodo de cualquier escalera.
Una de esas tardes, en el Hotel, se estaba celebrando una boda que debía ser de personas importantes, ya que los invitados lucían trajes lujosos y muchas joyas, aunque nadie nos invitó a participar.
Luego pudimos comprobar el caos del tráfico y hacer las compras de rigor en las tiendas típicas, donde te invitaban a tomar un típico té bien calentito.
Y después de ocho días, de vuelta para Madrid, revelar las fotos y pasados los años, volver a recordar aquellos días, que hoy he querido compartir con vosotros.
En resumen un fabuloso viaje que guardar en el recuerdo, que se puede aconsejar a los demás, pero que, como decía antes, ya no es aconsejable repetir a nuestra edad.