Un artículo de Juan José Millas en El País. 22 de enero 2016.
Observado con la perspectiva que proporciona el estudio de Oxfam Intermón, el espectáculo que dimos en el Congreso hace unos días fue tremendo. ¡Una mujer amamantando a su hijo y unos jóvenes en ropa de calle exhibiéndose frente a unos señores que acudían de negro a su propio entierro! ¿Aún no hemos comprendido que el Congreso es un lugar para darse la razón y el pésame? Veamos: el mundo tiene sesenta o setenta propietarios, quince o veinte de los cuales viven en España o pasan temporadas en ella.
A esta gente le sobran medios para fundar un Estado propio, pero prefieren poner sus huevos en los ya existentes. No precisan de un ejército porque tienen a su disposición los de todo el mundo, ni de una policía porque todas están a sus órdenes, ni de un aparato legislativo porque ya han asaltado los Parlamentos regionales. Cuando se les antoja hacer una reforma laboral, cursan las instrucciones oportunas y se lleva a cabo. Quien dice una reforma laboral dice una ley mordaza, etcétera.
Si permiten que se publiquen las conclusiones de la ONG citada, es para que nos hagamos una idea de su poder. Les da igual: nadie va a tomar las armas con las que ellos trafican y venden aquí o allí en función de sus intereses. De hecho, ya nos hemos cuidado de no sacar la noticia, pese a su importancia, a cinco columnas en la primera página de ningún periódico.
Mucho ojo, pues, con lo que hacemos, porque se pueden enfadar y enviarnos a unos matones para que nos rompan las piernas. Sesenta o setenta personas son las dueñas de un mundo en el que la mayoría pasa hambre, sed, frío y un sinfín de calamidades. Es lo que llamamos estabilidad. Menos mal que nos quedan las rastas y el amamantamiento como materia para el análisis político riguroso.