La naturaleza nos está sorprendiendo constantemente; sólo es necesario que nosotros estemos atentos. Una vez será una nube, otra las ramas de un árbol que se balancean al ritmo que les marca el viento; otra, una flor que se nos aparece de improviso en medio del otoño.
Hoy me he dejado sorprender por las texturas de las hojas caídas, que van perdiendo el color verde, tiñéndose de ocres y mudando en pergaminos quebradizos a punto de desvanecerse bajo la pisada de un viejo que camina con dificultad apoyado en su bastón.
Hoy los troncos secos y viejos de los árboles, tintados por líquenes amarillentos o con la pequeña nota verde de unas hojas diminutas que parecen recién nacidas, resquebrajados o lisos, creando con sus capas leñosas caprichosas figuras abstractas que parecen ideadas por ángeles artistas en veladas oníricas, que nos sugieren monstruos de cabezas deformes o composiciones dispuestas para una exposición de arte de vanguardia.
Estos son los colores, las texturas, las sensaciones y las sugerencias que hoy, en una mañana fría de otoño que presagiaba ya la lluvia añorada en pueblos y campos, se me han aparecido para que yo los secuestrase con mi máquina de retratar, para poder ofrecéroslos a todos vosotros.
Los textos, las fotografías, los encuadres, todo, son de fabricación casera.