La industria textil en el Chinchón de la posguerra.
Para paliar esta falta de trabajo para los jóvenes, a excepción de la agricultura y de sus industrias derivadas, como el aceite, el vino y el aguardiente, y de las actividades comerciales, durante este periodo de la posguerra, en Chinchón funcionaron dos industrias textiles, dirigidas principalmente a las mujeres. Una fábrica textil y los telares de alfombras de nudo español.
En los años cuarenta, el ingeniero don Arturo Ruiz-Falcó, instaló en la calle del Alamillo Alto, una fábrica textil, conocida como “fábrica de cintas”, dedicada principalmente a la confección de productos elásticos para cinturones y otras finalidades relacionadas con la ropa del ejército para el que trabajaban habitualmente. Allí trabajaban unas veinte personas, la mayoría mujeres, hasta el año 1968, en que cerró la fábrica.
En los años cincuenta, surgió otra industria: Los telares. Las pioneras fueron 14 jóvenes que aprendieron el oficio en la Fundación Generalísimo, en Madrid.
Alrededor de 50 telares trabajaron en plena actividad en Chinchón hasta 1967, cuando este tipo de trabajo prácticamente desapareció.
Cada trabajadora tenía su propio espacio de 120 filas de nudo, alrededor de medio metro y recibían 8 pesetas (0.048 €) por cada 1000 nudos. Era un trabajo a destajo y el salario se recibía cuando terminaban la alfombra. Las tejedoras que querían recibir un salario razonable tenían que hacer 12.500 nudos cada día.
Una alfombra de 3.5 m. de largo y 2,5 m. de ancho, tardaba en ser tejida por 5 mujeres unos 15 días. Su precio, entonces, era de unas 15.000 pesetas (menos de 100 euros).
Josefa Montes, Genuina Díaz, Ceci y el Sr. Valladares, fueron algunos de los que regentaron estos telares que estaban instalados en casas particulares.
La particularidad del "nudo español" es que en su fabricación no se utiliza ningún tipo de máquina: todo el proceso se hace a mano; cada hilo es un nudo y nudo a nudo se teje la alfombra hasta su finalización. En su fabricación no intervienen ningún tipo de lanzadera, ni otro tipo de mecanismo, lo que hizo que estas alfombras fueran consideradas entre los mejores del mundo. Si se examina la parte posterior de la alfombra se puede ver el mismo diseño que se ve en la parte delantera.
Era un trabajo penoso y muy duro, pues el roce de la urdimbre y el uso continuo de tijeras causaban deformidades de las manos de la mujer; además, la lana desprendía un polvo nocivo, que las trabajadoras respiraban continuamente. Pero fue una industria que durante casi 20 años llegó a crear en Chinchón unos 200 puestos de trabajo.