Corría el año 1996 y ese año decidimos ir de vacaciones con parte de la familia a Benicasim, donde había una buena oferta de unos apartamentos recién estrenados. Pero aquello solo fue el punto de partida para hacer una gira por la provincia de Castellón.
Muy cerca estaba el Parque Natural del Desierto de las Palmas, que contrariamente a lo que se podría suponer por su nombre, la denominación de Desierto de Las Palmas no se refiere a una árida zona de desierto, tal como puede sugerir, sino que se trata de una parque natural.
Con una superficie de unas 3.200 hectáreas, el parque natural del Desierto de Las Palmas se extiende por la zona montañosa que hay a espaldas del pueblo costero de Benicasim.
La presencia allí de la Orden Carmelita ha dotado al parque de dos importantes monumentos como son el Monasterio antiguo (en ruinas) (s. XVII-XVIII) y el Monasterio nuevo (s. XVIII); también diseminadas en el paraje se hallan varias ermitas (ss. XVIII-XX). Además en el parque hay una serie de importantes ruinas como son el Castillo de Montornés y el de Miravet y la Ermita de Les Santes. Una excursión que resultó ser muy interesante e instructiva.
Otra excursión fue Peñiscola, una ciudad famosa porque allí rodó Berlanga en el año 1956 la entrañable película Calabuch. Años después, en 1961 también se hizo famosa en todo el mundo porque por sus playas cabalgaron Charlton Heston y Sofía Loren encarnado a Rodrigo Diaz de Vivar y a doña Jimena, en El Cid, la película dirigida por Antony Mann.
Pero sin duda Peñiscola no necesitaba de esta promoción cinematográfica porque ya era famosa por ser la sede del Papa Luna.
Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor que fue nombrado Papa por la obediencia de Aviñón con el nombre de Benedicto XIII de Aviñón, recordado como el Papa Luna, que convirtió el castillo de Peñiscola en su sede pontificia en 1411, durante el largo litigio sobre su legitimidad. La tenaz lucha que mantuvo el Papa Luna contra sus enemigos sirvió para que surgiera la frase popular de "mantenerse en sus trece" en referencia a la negativa de Benedicto XIII de renunciar a su posición de papa. Eran tiempos de infausto recuerdo por la actitud egoísta de los máximos responsables de la Iglesia.
Y como colofón pasamos un día en Port Aventura, que por aquel entonces estaba de moda; del que, personalmente, no guardo buenos recuerdos por mi propensión al mareo cuando subo en algunas atracciones, opinion, por otro lado, que no compartía el resto de los expedicionarios.