Un grupo de amigos nos acercamos hace unos días al Valle de los Caídos.
Todos habíamos estado allí, pero hacía muchos años y ya casi no nos acordábamos
de muchos de los detalles que íbamos descubriendo.
Después de tantas controversias que durante los últimos años se han
vertido sobre el lugar, podemos decir que Cuelgamuros no
es solamente un santuario construido para que los odios de la guerra cedieran
el paso a la memoria y veneración de los que en ella murieron soñando con una
España mejor; su conjunto, asombroso en estos tiempos, encierra también
numerosas obras, especialmente esculturas, cuya realización fue encomendada a
artistas de conocida fama que, al llevar a efecto su encargo, realizaron
espléndidas obras de arte, dignas del lugar y del motivo para el que fueron
proyectadas.
Ya el conjunto de la
Basílica y el risco sobre el que fue construida, representa un maravilloso
concepto de perfecta unión del arte y la naturaleza. y si en un primer momento;
la contemplación de la cruz monumental, alzada en el centro de un valle de
singular belleza, mueve a la emoción, la contemplación de las obras que allí
dejaron sus creadores, son un motivo de admiración, por la belleza y armonía de
sus líneas y la serenidad y emoción religiosa de sus figuras.
Vaya en primer lugar
lo que desde el exterior de la Basílica puede contemplar el visitante. Sobre la
puerta de entrada, la imagen de la Virgen Dolorosa que tiene en sus brazos al
primer caído de la vida, su hijo Jesucristo, consagró para la inmortalidad del
nombre de su autor, el gran escultor Juan de Avalos. Imagen
dramática en la que se aúnan la serena angustia de la Madre y la patética
muerte del Hombre al que Dios unió su naturaleza divina. Símbolo de todas las
madres que vieron el cuerpo de su hijo-soldado muerto en los campos de España.
Juan de Avalos nació
en Mérida en 1911.Autor de famosos monumentos, había ya consagrado su nombre
con el que en Teruel se alzó sobre el sepulcro de los Amantes. Numerosas obras,
en todo el mundo, testifican la alta inspiración y el oficio genial, de este
escultor.
Pero si la imagen de
la Dolorosa hubiera sido bastante para conquistarle la fama, hay otras cuatro
esculturas, al pie mismo de la cruz, que son otras tantas muestras de su genio.
Figuras gigantescas de los evangelistas, Juan, Lucas, Marcos y Mateo, se
levantan como si sus hombros -su obra- fuesen el pedestal inamovible de la Cruz
de Cristo. De indudable escuela miguelangelesca, la grandeza y magnitud de
estas estatuas, en perfecta armonía con el conjunto de la obra y la magnitud
del risco sobre el que se alza, son una muestra del espíritu de Juan de Avalos
que en alguna ocasión manifestó que su deseo hubiera sido, no poner sus figuras
sobre la montaña, sino convertir esta en gigantesca Dolorosa.
En
una mañana luminosa en los albores del otoño madrileño, en la explanada de la
basílica parecían oírse las notas del “Cara al sol”, “Montañas Nevadas” y otras
canciones falangistas que han debido quedar impresas en el granito que surge
del bello paraje de la sierra madrileña.
Os
dejo una serie de fotografías que hice durante la vista de los exteriores del
monumento, y solo una –robada- del interior, donde, incomprensiblemente no
dejan hacer fotografías.
Las fotos son de m.carrasco.m (Para asumir las responsabilidades que se puedan derivar)