CAPÍTULO
XI. OCIO Y DEPORTE.
“La
puebla de las mujeres” de los Hermanos Álvarez Quintero en el escenario del
Teatro Lope de Vega de Chinchón. Ataulfo, Petrita Esteban y Antoñita Moya. Una
de tantas comedias montadas por los aficionados al teatro de Chinchón.
Durante
los largos y fríos inviernos de la posguerra, los ensayos teatrales eran unas
de las pocas oportunidades de ocio y diversión para los jóvenes.
Obras
de teatros dirigidas por Pilar Montero y coros de zarzuelas que organizaba el
Maestro Peco. Entre ensayo y ensayo, no faltaron las parejas que se conocieron
en estas manifestaciones artísticas.
En
los tiempos que estamos recordando el cine era prácticamente el único
espectáculo a que se podía tener acceso en Chinchón. Todos los domingos se
daban tres sesiones de cine. La infantil a las cuatro de la tarde; otra sesión
a las siete y otra a las diez de la noche.
Las
películas llegaban muchos meses después de haber sido estrenadas, pero era el
mejor cine que se podía ver por aquí.
El
precio no era demasiado asequible para todos los bolsillos, y solamente los más
privilegiados tenían abono para todas las semanas, que además copaban las
mejores butacas y las primeras filas del principal. Las carteleras se colocaban
en los soportales, junto a la casa de la tía Juanilla, y allí se acudía para
ver las películas que ponían, pues era diferente la película de la función
infantil que la de los mayores. Allí se indicaba claramente su calificación
moral. De las “toleradas” o aptas para todos los públicos, a las “Solo para
mayores” a las que se solía añadir “gravemente peligrosa” y que nosotros
llamábamos “granas”.
En
alguna ocasión alguno de nosotros intentó colarse a la sesión de los mayores,
escondiéndose después de la película de las cuatro, aunque era una tarea
difícil por la eficiencia de los “acomodadores” que también ejercían el
servicio de vigilancia para evitar estas contingencias.
Uno
de los tantos programas de mano de las representaciones teatrales que se
hicieron en aquellos años. En este caso es del año 1964, de una función
homenaje a don Fidel Martínez, hermano de don Santiago, que fue coadjutor de
Chinchón. Como en casi todas estas funciones teatrales se representaba una
comedia y se hacían varios coros de zarzuelas y actuaciones de solistas. Los
ensayos duraban varios meses y era un modo de llenar las largas y tranquilas
noches de Chinchón.
También
había en Chinchón una gran tradición teatral, pero las representaciones se
distanciaban en el tiempo. Aunque alguna vez podía llegar alguna Compañía
profesional, el teatro era representado por aficionados de Chinchón, que
lograron una calidad bastante aceptable.
La
inauguración del teatro en el año 1891 fue clave para fomentar esta gran
afición teatral que ha tenido siempre Chinchón.
Desde
su construcción, el teatro va a ser el centro de una gran actividad cultura y
teatral que se va a desarrollar en Chinchón hasta nuestros días. Durante todas
las épocas se han ido representando obras teatrales y musicales por grupos de
aficionados, teniendo que destacar las actuaciones de Enrique de la Vara
Fuentes que nació en Chinchón el 21 de mayo de 1911. En el año 1950 le fue
concedida la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Hombre
polifacético, se dedicó también a la pintura y a la enseñanza musical, siendo
un enamorado de su pueblo que en el año 1951 le concedió el título de
"hijo predilecto".
Es
también de justicia destacar la gran labor del maestro Patricio Peco que
desarrolló una importante labor tanto en la dirección musical de las
representaciones como en la enseñanza de música a los jóvenes de Chinchón.
Hasta
su casa en la calle del Espejo, llegaban todos los días los jóvenes que querían
estudiar música. Con él aprendió también Juan de la Peña García-Tizón, que
después llegó a ser un reputado director en Extremadura, y con él estudiaron
muchos de los que mataron el gusanillo artístico de la música, aunque no
llegasen a dedicarse a ello profesionalmente.
Los
coros, dirigidos por el Maestro Patricio Peco representaban diversos cuadros de
zarzuelas.
Bajo
su dirección se formaron los coros que actuaban en el Teatro Lope de Vega, en
las funciones generalmente benéficas que se organizaban periódicamente, y cuyos
ensayos servían de entretenimiento para los jóvenes en las muy largas y frías
tardes del invierno de Chinchón, y de donde no era difícil que salieran parejas
que podían llegar hasta el matrimonio.
Posteriormente
fue Pilar Montero quien tomó el relevo en la dirección de comedias, y de esta
base de intérpretes se nutrió "La Pasión de Chinchón", que a partir
del año 1963 se empezó a representar con guión de Luis Lezama.
Esta
labor la están desarrollando en la actualidad los grupos "Amigos del
Teatro", "Arco Iris" y "La Cultural", celebrándose
anualmente un certamen teatral que lleva el nombre de nuestro paisano, el actor
y director, José Sacristán.
Aunque
el cine y el teatro era un atractivo para todos, a nosotros los niños, nos
gustaba más el fútbol.
Desde
siempre, el verdadero “estadio de fútbol” de Chinchón fue la Plaza de Armas del
Castillo.
Allí
fueron jugando los distintos equipos que se fueron formando a través de todos
estos años. En la instantánea de abajo vemos a los equipos de futbol saludando
con el brazo en alto, antes de comenzar el partido, mientras se cantaba “el
cara al sol”.
Los
niños teníamos que contentarnos con coleccionar los cromos de Dulcinea en que
salían los futbolistas y escuchar los partidos por la radio. Los domingos por
la tarde, si teníamos el real que costaba entrar, también íbamos a la plaza de
armas para ver el partido del Chinchón.
Se
cercaba con cuerdas la parte superior de las eras, se cerraba el acceso con
unas vallas donde se ponía una mesa para vender las entradas. Allí Eladio París
era el que controlaba los accesos y era de una gran eficacia. En la parte del
fondo sólo había algún vigilante y en la parte del foso del castillo no era
necesario. También teníamos los niños grandes dificultades para colarnos en el
futbol.
A
veces nos poníamos en el foso del castillo con la esperanza de que cayese algún
balón y nos dejasen entrar cuando lo subíamos.
Entonces,
los jugadores del Chinchón eran nuestros héroes. Estaba Juanito Monegre, Poli
el “Negro” Federico Vega y Vinuesa, que nada tenían que envidiar a los Ronaldos
y Messis de ahora.
Durante
los años de la posguerra, el campo de
fútbol de la plaza de armas del Castillo, fue el “estadio” de Chinchón.
Los
niños, entonces, jugábamos en las calles y en la plaza con pelotas de goma. Los
“balones de reglamento” eran todo un lujo sólo al alcance de unos pocos, que
sabían la ascendencia que conseguían ante los demás cuando nos permitían jugar
con ellos. Fuera de las horas del recreo, se organizaban partidos de fútbol en
las eras. Las porterías eran unas piedras o las carteras del colegio. Los
equipos los componían un número indeterminado de jugadores en función del
tamaño del campo y de los jugadores disponibles. El dueño del balón y uno de
sus amigos eran lo “capitanes” que “echaban a pies” para ir escogiendo los
componentes de sus equipos respectivos. La prioridad en la elección estaba
marcada por la amistad con los capitanes y, principalmente, por la destreza en
el arte futbolístico. Los últimos en ser elegidos se tenían que poner de
portero, y los demás se tenían que conformar con ser espectadores, con la
esperanza de alguna lesión fortuita o el abandono de alguno de los
privilegiados que habían sido elegidos para jugar.
No
había árbitro y tampoco solía haber demasiadas controversias a la hora de fijar
lo que había sido falta, fuera de juego o gol; esto último era lo más
controvertido al no haber larguero en las porterías, por lo que su altura era
proporcional a la altura del portero. Esa era la cantera, de la que después se
irían surtiendo los equipos oficiales.
El equipo de fútbol de Acción Católica
en el Campo de los Grupos: José París, Pepe Luis y Juanjo Magallares, Enrique
Pedrero, Jesús Clemente, Pedro García, Manolo Carrasco, José María, Cheito, Jesús
Sáez y Joaquín “El Relojero”. Ese día ganamos a un equipo de Madrid.
Y
así, poco a poco, también nosotros nos íbamos incorporando a los equipos que
después del campo del castillo, empezamos a jugar en los Grupos, en el campo de
la Estación, para mucho después llegar al actual campo que tiene hasta hierba
artificial.
El equipo del Chinchón C.-F. en el
campo del Grupo Escolar.
Y
algunos tenemos la esperanza que también los niños de entonces recuerden aquel
equipo en el que jugábamos Valentín, Camuñas, Manolo Montes, Pablo el herrero y
su hermano Pedro, Santiago Ontalva, Cheito, Manolo Carrasco, Joaquín el
Relojero, Antonio Ahijón, Chuli Carrasco y el Ariza, entre otros, que nos
quedamos a las puertas de salir a jugar fuera de Chinchón, como ya lo ha
conseguido algún paisano al que deseamos todos los éxitos.
Entonces
no estábamos federados ni jugábamos en ligas oficiales. Eran liguillas que se
formaban con los equipos de los pueblos de alrededor. Nuestros máximos rivales
de entonces eran los de Villaconejos y nuestros “entrañables enemigos”, como no
podía ser de otra forma, los de Colmenar, a los que ganamos un trofeo de sus
fiestas y en su propio campo, aunque a cambio terminé con un esguince en el
tobillo derecho.
Continuará....