Parece ser que ya han restaurado el monumento a las víctimas del 11M de Madrid. Se erigió en el año 2004 y ya estaba hecho una pena.
Cuentan que hace unos años el Ayuntamiento de Santiago de Compostela se gasto un millón de las pesetas de antaño en la inauguración de la placa en un calle a nombre de Manuel Fraga.
Y es que en España somos muy dados a eso de poner placas, hacer monumentos o erigir estatuas, y no duelen prendas a la hora de gastarse los cuartos para estos menesteres tan poco productivos y, muchas veces, innecesarios.
Porque la mayoría de las veces estas muestras de exaltación y reconocimiento son más unas demostraciones de vanagloria de los promotores que un homenaje a los que se quiere honrar. Demasiadas veces, esos monumentos, esas estatuas y esas placas solo sirven para recoger los excrementos de las palomas, desaparecer entre la maleza de los alrededores y caerse a pedazos de modo que, pasado el tiempo, es casi imposible reconocer el motivo por el que se levantaron.
Hay otros medios para honrar a las víctimas y a los prohombres (y mujeres de pro) que se distinguieron por sus méritos, en vez de que los tiempos contemplen como se deterioran sus monumentos y sus estatuas bajo la hojarasca, los "graffitis" y las cacas de gaviota.