En el año 1946 consigue una beca
del Ayuntamiento de Granada de 3000 pesetas al año, por su obra “cabeza de
niña” en mármol, hoy propiedad de la familia de don Alfredo Daneo, y gracias a
esta beca puede tomar la decisión de casarse con Isabel.
Comienza a trabajar con el
arquitecto José Luis Fernández del Amo, encargado de rehabilitar las “regiones
devastadas”, visitando diferentes iglesias de la Alpujarra junto a su amigo el
pintor Antonio Rodríguez Valdivielso y el aparejador Paco Ruiz, para realizar
la catalogación de los daños producidos por la recién terminada guerra civil
española de 1936-39.
Cuenta Eduardo una anécdota de aquella
época: Todos los componentes del grupo, al tener que viajar constantemente de
pueblo en pueblo, y muchas veces por el campo, ofrecían un “aspecto de
izquierdas”, según la Guardia Civil, (unos tenían barba y otros vestían con
descuido) y fueron tomados por “maquis”
y arrestados en el pueblo de Valor; solucionándose el problema gracias a la
intervención de la mujer de Paco Ruiz. A Eduardo le “aconsejaron” que se
afeitase la barba y que procurase pasar desapercibido. Él, entonces, decidió
dejarse el bigote.
Fachada del Colegio de Isabel La Católica en Granada con los cuatro evangelistas.
Trabaja también como supervisor
de unas obras y en los ratos libres realiza los bocetos para el concurso que se
celebraría en 1947, convocado para la realización de cuatro figuras de los
evangelistas y una imagen de Santa Isabel de Hungría para la fachada del
Colegio Mayor Isabel la Católica de Granada, concurso al que se presentaron
grandes escultores de la época, como Cano Correa o Antonio Martínez
Olalla. Eduardo gana el concurso,
apoyado por el arquitecto Wihelmi, para
la realización de los cuatro evangelistas y recibe 14.000 pesetas, que debían
cubrir todos los gastos de la realización de las esculturas, que tenían que ser
esculpidas en piedra de Bogarre, y de una altura de dos metros y medio.
Los cuatro evangelistas en piedra de bogarra.
De esta labor escultórica
recuerda don Manuel Orozco, gran amigo del escultor, que con la piedra sobrante
de una de las grandes masas, pudo realizar Carretero un retrato suyo, en talla
directa, sirviendo además como referencia para alguna de las figuras de los
evangelistas.
Estas esculturas serán las primeras
de carácter monumental que realizará en su dilatada carrera artística y que
muestran esa forma de entender la escultura que desde el Renacimiento viene
influyendo en los grandes escultores.
Su amigo Manuel Orozco.
La obra causa sensación en los
promotores y son la admiración de todos, tanto de entendidos como paisanos,
llegando a ser una tema a tratar en el Ayuntamiento de Granada, que ya había
becado al joven artista en el año 1946,
y la Universidad de Granada
que le premia como reconocimiento a
estas obras.