A los gritos de "¡Aleluyas, aleluyas finas, que pasa la procesión!" o "¡Aleluyas, finas aleluyas; aleluyas que va a pasar Dios!", anunciaban, todavía el pasado siglo, los vendedores ambulantes y copleros, estos papeles en donde, con mayor o menor acierto, se contaban historias del tema más diverso para ser recitadas, leídas o escuchadas por el pueblo llano. En último término servían -y esta costumbre también se ha mantenido hasta hace medio siglo- para ser recortadas en pequeños pedazos de papel y arrojadas sobre la carrera que iba a hacer alguna procesión o sobre el público que estaba en el templo el día de sábado santo cuando se decía en la misa “aleluya” después de haberse omitido la palabra durante toda la Cuaresma.
Tercera entrega:
RECUERDOS.