Llegamos a Cervatos en la mañana del domingo. Los pronósticos anunciaban nieves y en esta ocasión los meteorólogos no se equivocaron. Pero la nieve puso en contrapunto ideal para visitar esta Iglesia de San Pedro.
Cervatos se sitúa a unos cinco kilómetros al sur de Reinosa; al margen derecho de la carretera hacia Palencia.
El templo se halla situado en lo más alto de la pequeña población. Llama de inmediato la atención lo cuidado de las calles, con piedras colocadas de canto en pacientísima labor.
El material constructivo del templo es de una piedra dura, de aspecto granítico, con bellas tonalidades y vetas rojizas haciendo ondas. Es algo infrecuente en Aragón, donde lo habitual es la piedra arenisca, más deleznable y monótona. Su aspecto me evoca a primera vista, al material de Leyre, en Navarra.
Consta de una sola nave, canónicamente orientada, a la que en fechas posteriores se le añadió capilla al lado norte, con acceso bajo la primera arcada norte del cilindro absidal. Hay otro acceso a la misma edificación a mitad del muro norte, dando paso a la actual ubicación de la pila bautismal.
Adosada al hastial de poniente, y descentrada al norte, una gruesa torre, cuyos dos últimos cuerpos, delimitados por impostas decoradas poseen ventanales en grupos de dos o tres, anárquicamente colocados y decorados con columnitas y capiteles. Algunos de los mismos lucen ya un arco apuntado, evidenciando su tardía ejecución.
La nave se remata al este por un ábside semicircular, cubierto por cuarto de esfera, en el que tres ventanales decorados al modo jaqués, proporcionan iluminación.
Pero la Iglesia de Cervatos tiene una peculiaridad. La profusión de temas explícitamente sexuales.
Simplemente es una explosión de vida, de libertad absoluta, de traducir en piedra lo que debió de ser su vida cotidiana. Probablemente en tono de caricatura.
Carnaval absoluto traducido en piedra. Máscaras, fornicadores, onanistas, bestias copulando, seres itifálicos, damas provocativas...una deliciosa e inquietante vorágine; para la cual, pòdría ser la explicación la necesaria incitación a la procreación para aquellos tiempos en los que la esperanza media de vida no superaba los treinta años y más de un cincuenta por ciento de los niños apenas alcanzaban los cinco.
Es posible que estemos, como en tantos otros temas, intentando comprender y juzgar con nuestras mentes del S. XXI, acciones del XII.
Toda una experiencia a pesar del tiempo despacible que hacía esa mañana.