El miércoles 20 de enero de 2010 publicaba en este blog una entrada titulada: LOS MOSAICOS DE ISABEL ROLDAN GARCÍA, en el que mostraba los expléndidos mosaicos que Isabel realizó.
Hace unos días, tuve la fortuna de conocer en casa de Eduardo Carretero a Mariluz Escribano Pueo, que fue Catedrática de la Universidad de Granada, es una extraordinaria escritora y en la actualidad dirige la prestigiosa revista EntreRíos, Revista de Artes y Letras.
Mariluz Escribano es una de las figuras más relevantes de la literatura granadina actual con una voz muy personal y versátil en los distintos géneros.
Ha publicados los poemarios “Sonetos del alba”, “Desde un mar de silencio” y “Canciones de la tarde”; memorialísticas como “Sopas de ajo” y “Memoria de azúcar” y tres recopilatorios de artículos periodísticos, “Ventanas al jardín” (2002), “El ojo de cristal” (2004) y “Jardines, pájaros” (2006).
El año pasado publicó un libro de relatos cortos titulado “Los Caballos ciegos”. De ella, Remedios Sánchez García, profesora de la Universidad de Granada y especializada en crítica literaria ha dicho que usa una “escritura artística, llena de elegancia, originalidad y exquisitez” lo que “se ha convertido en una circunstancia poco habitual en estos días en los que se acaba poniendo negro sobre blanco hasta las mayores nimiedades”.
En estos días he estado leyendo algunos de sus escritos, y quiero compartir con todos vosotros un artículo que MariLuz escribió sobre Isabel Roldán el 17 de mayo de 2008 y que también tituló: Los mosaicos de Isabel Roldán.
“Hasta el pueblo de La Zubia, después de una iniciativa apasionante de la Fundación Vilpomas que preside José Luis Vilches, han llegado los mosaicos de Ysabel Roldán García. Ha sido una clara lección de bonhomía, de saber hacer y de justicia, recuperar para la historia y la memoria de Granada -siempre tan indiferente, tan ajenada respecto a sus mejores hijos- la figura y los quehaceres de una mujer que supo alcanzar el arte y la belleza, mediante el juego de las teselas de mármol, la paciencia del yunque y el martillo, el dibujo apresurado de paisajes que están más vivos en sus mosaicos que en la realidad del caminante.
Fueron las manos de Ysabel -tan campesinas, tan morenas, tan bellas- manantial de colores, ofrenda permanente de soles descendidos sobre campos abiertos o pueblos diminutos y encaramados en las sierras, cuyos nombres deben silenciarse, para no hacernos cómplices de la destrucción de su belleza: pueblos de la serranía de Málaga, abiertos a los cielos, o de Castilla o Granada, con sus blancos de nata en campanarios y casas, cortijuelas aisladas en la soledad de un extenso sosiego. Caminos interminablemente asombrados por álamos y olmos, extensiones de olivos, los verdes oscuros de los zarzales de las cunetas o los bancales, árboles maravillosos en la flor de todos los febreros: los almendros, mayo blanco o mayo rojo, en las extensiones del frío.
Ysabel tuvo siempre la facilidad de atraer con su retina prodigiosa y su sensibilidad a flor de piel, todo el lirismo que canta en los paisajes por los que pasamos, indiferentes y apresurados, los viajeros de hoy, y lo dejó plasmado en la estampa con las teselas de mármol, partidas en el yunque con primor y paciencia y un sentido inusual de la belleza: mármoles grises, coralinos, siena, negros, verdemar, índigos y garzos se conjugan en sus mosaicos con la misma eficacia con la que el poeta edifica sus versos. Y supo captar la gracia de una sombra, el aéreo temblor de las flores frutales, la indecisión de los caminos, la inmensa soledad de las aldeas y nos cautivó siempre con su júbilo, con aquella perseverancia en la guitarra y en las canciones más tradicionales, recogidas en los hermosos cancioneros populares. Y fue, junto a Eduardo Carretero, musa y compañera, amiga y samaritana indesmayable de la alegría de la que se desprendía con inusual generosidad. Muchacha hermosísima y bordadora, voz de plata y pájaro, conversadora indesmayable en tardes de profundidad y ponientes.
Los mosaicos que hoy se exponen en la galería 'Vilpomas' de La Zubia son una demostración de arte profundo y recio, de armonía y extrema sensibilidad, fortaleza y reciedumbre. Poesía del paisaje traspasado de austeridad y vigor. El mundo de Isabel, los múltiples mundos de sus mosaicos, nos trasladan a las tierras del silencio, a la vida sencilla y elemental de aquello que es natural y se olvida, o se desprecia e ignora desde la brutalidad de una vida artificial y de neones.
Parecería que Ysabel se hubiera educado en las aulas institucionistas en las que la pasión por los paisajes patrios fue, más que una consigna, una manera de entender la vida, de desenvolverse con naturalidad en la austeridad y el ascetismo que trasminan los parajes naturales y la dulce arquitectura popular de los pueblos.
Sabia, dulce Isabel. «Cuando me muera, seguid hablando de mi», dejó escrito. Y eso hacemos desde la convicción del agua manantiálica que fue tu vida, tu alegría indomeñable, tus canciones, la amistad que creció como espiga entre nosotros, todos los que fuimos tus amigos, el grano de apasionamiento que pusiste en tu vida y en tu obra, el tesoro que dejaste en nuestras manos. Tu risa y tu canciones. También a ti se te llenaba la boca de alhelíes cuando reías y acariciabas tu larga trenza como el que mima al niño que no pudo nacer nunca.
Existe un vuelo de palomas cada vez que te recuerdo, y te recuerdo mucho. Hay todo un mundo de aguas frías cuando me sumerjo en aquel 31 de marzo de 1985 y comprendo -¿qué difícil!- que nos abandonaste para convertirte en un ser que empezaba a caminar por otras lejanías.
Hoy, desde La Zubia, vuelves a estar más cerca, con la terquedad de la piedra que no se hunde en el lago de la desmemoria. Un abrazo, Isabel, desde Granada”.
Las ilustraciones, son algunos de los mosaicos de Isabel Roldán.