Tenía un cuerpo proporcionado, de facciones armoniosas y semblante atractivo. Además era simpático, afable y dicharachero. Quizás en demasía, porque sólo tenía el defecto de una lengua demasiado larga. Todos sus amigos le conocían y sabían que tenía dificultad para guardar un secreto. En cambio su defecto, en algunos casos, llegaba a ser virtud. En su casa no se tiraba ningún tarro de mermelada, ningún bote de tomate, ningún yogurt con nada del producto dentro. Su madre, de pequeño, le hizo, para la lengua, un guante de látex a su medida, y dejaba los vasos relucientes hasta el fondo. Ya de mayor era proverbial su habilidad en las artes amatorias, en las que tenía un protagonismo relevante su alargado apéndice bucal, lo que le animó a crear una agencia para dar servicio de acompañante a damas viciosas y solitarias.
En un documental de naturaleza aprendió mucho de los camaleones, a los que siempre había admirado. Se ponía un poco de miel en la lengua y no dejaba ninguna mosca en la casa. Con gran éxito extendió también esta actividad a vecinos y conocidos, y así logró diversificar los servicios de su agencia.
Un día comprobó que tenía los ojos más saltones y que su piel cambiaba de color con gran facilidad según sus estados de ánimo. Ahora vive en un terrario solo rodeado de sus amigos los saurios.
En un documental de naturaleza aprendió mucho de los camaleones, a los que siempre había admirado. Se ponía un poco de miel en la lengua y no dejaba ninguna mosca en la casa. Con gran éxito extendió también esta actividad a vecinos y conocidos, y así logró diversificar los servicios de su agencia.
Un día comprobó que tenía los ojos más saltones y que su piel cambiaba de color con gran facilidad según sus estados de ánimo. Ahora vive en un terrario solo rodeado de sus amigos los saurios.