miércoles, 7 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA.X (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPITULO IX. LOS ANIMALES DOMÉSTICOS.


Los animales en los tiempos de la posguerra eran imprescindibles para la vida económica de los agricultores, y a su alrededor se organizaba la vida de toda la familia. En su cuidado participaban todos, incluso los niños que eran los encargados de su alimentación y limpieza.
Los hombres se encargaban del trabajo, aunque también en eso era necesaria la participación de los más jóvenes.
En esta fotografía vemos a un agricultor arando en el campo con una mula uncida al arado. Pero al fondo, podemos ver a un niño que deambula sin hacer nada. Ha ido al campo para llevar el botijo del agua a su padre. Pero ese día no había podido ir al colegio. Eran también unas de las circunstancias de aquellos años que tuvimos que vivir.

La presencia de los animales en la vida laboral y económica del pueblo tenía suma importancia. Si el ganado vacuno, porcino, ovino y avícola eran la base de la alimentación y con importante influencia en la economía familiar, los caballos, las mulas y los burros eran los elementos de carga y tracción fundamentales para la mayoría de las tareas agrícolas y elementos insustituibles para el transporte.

Y es que los trabajos del campo ocupaban a casi todos los hombres de Chinchón


Podríamos decir que la vida familiar de un agricultor giraba en torno a los animales. Su cuidado y alimentación eran tareas prioritarias a la hora de organizar la actividad y los niños eran los encargados, como hemos comentado, de preparar sus comidas y de la limpieza de cuadras, corrales y apriscos.

Por otro lado, los animales de compañía tenían más funciones que las propiamente de acompañamiento. Los perros eran imprescindibles como guardianes de las casas que tenían grandes espacios abiertos, apenas guardados por tapias fácilmente superables, y como grandes colaboradores en la caza que también representaba una apreciable ayuda en el suministro de víveres.

Los gatos, por su parte, eran el mejor remedio contra la invasión de roedores que acudían a las trojes repletas de grano y a las cámaras en las que se almacenaban las legumbres y las frutas. Las deficientes infraestructuras higiénico-sanitarias contribuían a la proliferación de estos repugnantes animales que había que combatir con todos los medios disponibles, entre los que el gato era el más eficaz.

Por eso, en aquellos tiempos era muy importante la festividad de San Antón, patrono de los animales. El día de la fiesta, se engalanaba a los animales y se acudía a su ermita para que recibieran la bendición del Santo. Era lo que se llamaba "dar vueltas a San Antón".

La festividad de San Antón coincide con la época de la matanza que, por su gran importancia desde el punto de vista gastronómico, ha tenido un capítulo aparte.

En este día se confeccionaba un dulce típico en Chinchón: los tostones. Más que postre era una golosina para los niños y estaba hecho con cañamones tostados y miel. Se mezclaban en una bandeja dando un espesor de medio centímetro y cuando se solidificaban se cortaban en trozos cuadrados de cinco a siete centímetros.
Una estampa que podría ser típica de aquellos años. Es la calle del Convento. Los hombres vuelven por la tarde con sus carros cargados de cubetos repletos de uvas camino de las bodegas. Mientras, las mujeres sentadas a la puerta de la casa se afanan en alguna labor doméstica. Los carros están aparcados en el paseo del castillo. Es otoño en Chinchón.

Los medios de transporte para la agricultura, eran los carros, tirados por mulas y burros, menos, por caballos; aunque ya se utilizaban los camiones para los trasportes de largo recorrido. En Chinchón no se utilizaban los bueyes como animales de trabajo. En cuanto al transporte de personas, ya entonces existían los automóviles, que nosotros llamábamos coches. Tan sólo se utilizaban los tílburis tirados por un caballo, como transporte de paseo y sólo por los señoritos.

Sin embargo hasta entrados los años cincuenta, los agricultores llevaban los melones hasta el mercado de Legazpi en los carros, que hacían el camino por la noche, saliendo de la vega al atardecer para llegar lo antes posible que les facilitase la venta de su mercancía. Después estos viajes se hacían en camiones, lo que acortaba en gran manera el tiempo de llegada.

Los perros eran entonces, sin ninguna duda, los mejores amigos del hombre. Cazadores, cuidadores y compañía, y además no requerían demasiada atención. Ellos mismos se procuraban el sustento, si bien siempre estaban junto a la mesa a la hora de comer, para “arrebañar” los platos, en los que entonces no solía quedar demasiada comida.

Yo quiero ahora recordar a “Cantinflas” el perro de mi tía Paula, que durante nuestra niñez siempre jugaba con los niños, compitiendo con nosotros ya jugásemos a la pelota, o al “rescatao”. Murió de viejo y ese día yo creo que alguna lagrimilla se nos llegó a escapar, disimulando para que no se diesen cuenta los mayores.
Continuará....

lunes, 5 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA. IX (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPITULO VIII. LOS TRABAJOS DE LA CASA.


Si la agricultura era la base económica de Chinchón, la casa era el principal centro de trabajo; porque aunque hubiese que ir todos los días al campo, en la casa se tenía que preparar todo lo que era necesario para la supervivencia diaria.
Desde el cuidado de los animales, a la preparación de los alimentos, a los arreglos de los vestidos y la limpieza, eran el cometido diario de las mujeres y de los niños de entonces.

Nuestras casas no tenían las comodidades que ahora consideramos imprescindibles para vivir. Lo primero que hay que decir es que en casi ninguna había cuarto de aseo. Tan solo un palanganero, con su jofaina y su jarrón, en un rincón del dormitorio, en un mueble que tenía un espejo en el frente y debajo se colocaba un recipiente para las aguas ya utilizadas. El retrete no existía y se utilizaba el orinal o bacín, para cuando las urgencias eran mayores por la noche; por el día se utilizaba el corral. En algunas casas, anexo al corral había un pequeño cuarto con una tabla con un agujero redondo en el centro, que servía de excusado.
Eran frecuentes los grandes caserones donde vivían varios vecinos, generalmente con lazos familiares, que son el antecedente de las actuales comunidades de vecinos, aunque con una organización más entrañable y menos normalizada, donde se repartían los trabajos de mantenimiento de los sitios comunes. El patio, era el centro de convivencia y donde cada uno de los vecinos tenía asignado su sitio donde colocar el carro y los aperos de labranza. En uno de los rincones siempre había un pozo que surtía de agua fresca para bebida de las caballerías y para el aseo de las personas. También había ya entonces una fuente de agua potable que cada vecino tenía que llevar hasta su vivienda.

Nuestras casas solían ser compartidas con otros familiares.

Al fondo, a la derecha del patio, salía una escalera que nos llevaba a un piso superior donde estaba nuestra vivienda. Una puerta grande, pintada de color marrón oscuro, nos franqueaba el paso a una cocina pequeña, con su fogón alto con una chimenea, y con la poca luz que entraba por una pequeña ventana casi en el techo. De allí se pasaba al cuarto de estar, donde había una mesa camilla y una cama turca, con un ventanal desde donde se divisaba todo el patio. Una puerta pequeña nos llevaba al dormitorio, que era la habitación más grande con la cama de matrimonio y donde, pasados los años, se fueron instalando las camas donde dormían los pequeños. Yo, cuando fui un poco mayor, dormía en la cama turca del cuarto de estar.
La vivienda se completaba con otra habitación que era el comedor y que solo se usaba en las grandes solemnidades y un cuarto que se utilizaba como despensa y trastero y donde se trasladó después el palanganero para hacernos el aseo diario.
Luego estaban las cámaras, con sus trojes para el grano, su zafra para el aceite, donde se colgaban los melones y las uvas para que durasen hasta el invierno y donde estaban depositadas todas las cosas inservibles que ya no se utilizaban, pero que nadie se atrevía a tirar.
Pese a que no abundaban las comodidades, mi madre se las ingenió para arreglar la vivienda de forma que ofreciesen una cierta sensación de confort. Con ayuda de la máquina de coser, que ya era una herramienta imprescindible para el ama de casa, había forrado una de las paredes con la misma tela que la colcha de la cama turca y las faldas de la mesa camilla.
Porque las mujeres de entonces, además de ser amas de casa, ayudar en las tareas del campo si era necesario, cuidar a los niños, hacer las conservas y el jabón, y colaborar con las vecinas en el mantenimiento de los lugares comunes de la casa, también tenían que ser buenas costureras. Sólo se compraban los vestidos y trajes imprescindibles para los hijos, que después iban pasando a los hermanos más pequeños. Los jerséis de punto y los vestiditos de las niñas se hacían en casa; también había que zurcir los rotos en los pantalones y sobre todo en los calcetines, y como he dicho antes, allí no se tiraba nada.
En invierno se instalaba en el cuarto de estar, una estufa de paja que era suficiente para calentar toda la vivienda y que había que llenar todas las mañanas; se ponían dos palos de unos tres centímetros de diámetro, que se introducían uno por la parte superior de forma vertical y otro por un agujero que había en la parte inferior de uno de los laterales, de forma horizontal; se iba llenando la estufa con la paja y se iba prensando, de forma que cuando se sacaban los dos palos, quedaba formada una especie de chimenea interior que facilitaba su combustión. Posteriormente se introducían trozos de leña para que durase más la lumbre. La estufa, además de dar calefacción, se utilizaba para calentar agua, calentar la comida y secar la ropa, sobre todo cuando había niños pequeños, para lo que se ponía alrededor de la estufa una especie de biombo de palos de madera y alambrera metálica, que además servía para que los niños no se pudiesen acercar la estufa. También se empleaba el serrín como combustible, si bien la paja era más utilizada en las casas de los agricultores, porque se había recolectado también para alimento de las caballerías.
También existía el carolo que era una estufa redonda de hierro fundido en el que se utilizaba la leña como combustible. En ambos casos tenían unos tubos a modo de chimenea, que sacaban los humos de la combustión al exterior.
Entonces todo se hacía en casa. Como he dicho, desde las conservas a la cría de animales, la preparación del combustible y, por supuesto, las tareas domésticas… pero sin la ayuda de electrodomésticos.
Y en todos estos quehaceres era muy importante la participación y la ayuda de los más pequeños.
Teníamos asignada la preparación de los sarmientos o recortillos para encender la lumbre del fogón. También subir la leña que habían cortado nuestro padre hasta la cocina, procurando que nunca faltase en la pequeña leñera que había debajo del hogar.
También teníamos que subir desde la fuente del patio el agua que se ponía en unos cántaros de la cocina o en una pequeña tinaja de donde se usaba el agua para fregar. Había que sacar del pozo el agua para las caballerías y también para ponerlo en el tinajón del patio donde lavar la ropa.
Éramos los responsables de que la pajera de la cuadra siempre estuviese llena y que no faltase la cebada para la comida de las caballerías. Cuando se terminaba la trilla de la mies y se recogía el grano, la paja también había que recogerla para su utilización como alimento del ganado. Se llevaba a las casas desde las eras para ponerlo en las cámaras o pajares donde se almacenaba para todo el año, y de allí había que trasportarlo hasta las pajeras de las cuadras.
También había que recoger, aproximadamente una vez por semana, el estiércol de la cuadra para depositarlo en el corral de las gallinas, de donde se sacaba una vez al año para ponerlo como abono en las tierras de labranza.
Los ajos, posiblemente con el anís, es el producto que más renombre ha dado a Chinchón; y los ajos eran la base de la economía del pueblo. Los agricultores sembraban cereales, tenían viñas y olivos, y cultivaban remolacha, maíz y otros esquilmos, que vendían para conseguir el sustento de todo el año. El ajo era un producto especulativo. El ajo blanco fino de Chinchón, el que le dio fama, era un producto que duraba todo un año, y cuando los demás ajos del mercado ya no eran aptos para el consumo, sólo quedaba el ajo fino de Chinchón. Esto suponía, que en función de la producción y demanda, el ajo de aquí podía llegar a alcanzar precios muy altos, o tenerlos que tirar si al final no se lograban vender.
Si se vendían bien, los agricultores conseguían un ahorro que era la base para posibles inversiones, o simplemente para vivir más desahogadamente el año siguiente. Luego, con la llegada de las cámaras frigoríficas y las importaciones desde otras latitudes, el ajo de Chinchón dejó de tener el valor estratégico de entonces, aunque permaneciese su valor culinario.
Pero el ajo es un producto que requiere mucha mano de obra y entonces toda la familia tenía que colaborar. Había que deshacer las cabezas del ajo para preparar la semilla. Por la noche, en el cuarto de estar, porque era el único lugar donde hacía calor, se iban desgranando y poniendo la simiente en los costales para al día siguiente ir a sembrar. La siembra del ajo, que se hace en invierno, era muy trabajosa, porque había que ir agachado todo el día cuidando de que los dientes de ajo quedasen hacia arriba; teniendo que soportar los fríos del invierno de la Vega del Tajuña.
Luego, la recogida del ajo se hacía en pleno verano, y también suponía un trabajo duro, pero ahora soportando un tórrido calor. Los ajos, atados en manojos se cargaban en el carro para trasportarlos hasta la casa. Allí había que dejarlos extendidos en los patios y corralizas para secarlos, y en eso era fundamental la ayuda de los niños, cuidando de que no se mojasen si había tormenta, cosa que era demasiado frecuente.

Unas mujeres tienden las ristras de ajos para que terminen de secarse antes de hacer la “encina”.

Una vez secos, había que enristrarlos. Las mujeres, sentadas en los soportales de los patios se afanaban en hacer esas vistosas ristras de ajos, que después se iban colocando unas sobre otras en unos montones, que aquí llamábamos encinas, en las cámaras hasta que llegaba el momento de la venta. Y también los niños participábamos en todos estos trabajos.
Una de las tareas que menos nos gustaba era la de atender al cerdo. Pero el cerdo era la fuente principal de la alimentación de toda la familia durante todo el año y por tanto era una de las principales tareas para todos los componentes de la familia. Pero además, una vez al año, la matanza del cerdo era la fiesta más importante en nuestras casas.
Cuando llegaba el invierno, alrededor de la festividad de San Martín, los vecinos se ponían de acuerdo para hacer, correlativamente, la matanza del marrano. Ese día, muy temprano se empezaba a preparar todo lo necesario. Llegaba el matachín y los hombres abrían la corte para sacar al cerdo. En el patio se había colocado un banco tocinero y entre cuatro o cinco hombres se inmovilizaba al cerdo cogiéndole por las patas y las orejas, mientras el pobre animal iniciaba sus gruñidos lastimeros, y se le tendía en el banco de costado. El matarife estaba preparado con un gran cuchillo que le clavaba en la papada, iniciándose la más cruel escena que yo he presenciado hasta ahora, en la que se mezclan los alaridos y las convulsiones del animal con los gritos de los hombres que tienen que hacer acopio de todas sus fuerzas para evitar que el pobre guarro se zafe de su presa, hasta que se desangraba totalmente en un cubo de zinc que se había colocado junto al banco.
Siendo muy pequeño me despertaron los gruñidos del cerdo y pude observar desde la ventana de mi habitación, todo lo que les he contado Me quedé entre sobrecogido, asustado, inmóvil y aterrado. Mi madre me tuvo que consolar y explicarme que eso era normal, pero yo, desde entonces, todos los años me levantaba ese día más temprano y me marchaba a la plaza hasta que había terminado todo. Se me ha olvidado decir que el día de la matanza se hacía fiesta “oficial” y los niños no íbamos al colegio.
Después, en el centro del patio se hacía una gran hoguera con gavillas de esparto sobre la que se tendía al cerdo para quemar sus gruesos pelos y ayudándose con unos tejones se iba rascando toda su piel hasta dejarla totalmente limpia de pelo y suciedad. Después, se le colgaba cabeza abajo en una viga del portal, introduciendo una soga por los huesos del culo y se procedía a abrirlo en canal para sacar todos los intestinos.
En ese momento se iniciaba la participación de las mujeres con la poco agradable tarea de limpiar las entrañas del animal, ya que todo se iba a aprovechar para hacer las distintas conservas.
El matarife había preparado varias muestras - un trozo de lengua y otro de las costillas - que se llevaban a las dependencias del Ayuntamiento para que fueran analizadas por los servicios sanitarios municipales y hasta que no llegan los "consumeros" para pesarlo y poner un sello redondo con tinta azul en diversas partes del cerdo como muestra visible de que la carne del animal es apta para el consumo humano, el cerdo permanecía colgado abierto en canal. A los niños nos asustaba acercarnos a él, aunque ninguno nos atrevamos a decirlo.
Dicen que del cerdo se aprovecha todo, y debe ser verdad. Lo primero que se utiliza es la vejiga que una vez limpiada se nos daba a los niños que la hinchamos, introduciendo una pequeña caña, como si fuese un globo y la usamos como improvisado balón de fútbol, aunque no resistía mucho tiempo a una utilización tan agresiva.
Cuando, a eso del mediodía, se recibía el visto bueno municipal, se procedía a descuartizar el animal y a la preparación de la comida que era el acto social más importante del día, porque nos reuníamos a comer todos los vecinos que de una u otra forma habíamos participado en el rito de la matanza.
El plato principal eran las puches. En algunos sitios lo llaman gachas. Se hacen con harina de almortas y el hígado del cerdo cocido y después rayado. Se cocinan en una gran sartén que después se pone en el centro del círculo formado por todos los comensales que de pié se van acercando a mojar los trozos de pan pinchados en el tenedor o en la navaja. También se fríen los torreznos que son trozos de la falda del cerdo y la sangre que ha sobrado de hacer las morcillas y que se ha dejado coagular. El postre suele ser los últimos melones que aún quedaban colgados en las cámaras. Los mayores se van pasando el porrón de vino tinto que es el complemento ideal para una comida tan fuerte. Los niños sólo agua, claro está.

Una mujer lava en el “tinajón” del patio. Otra, con su máquina Singer, haciendo el vestido para sus hijas. 

Pero había otros muchos trabajos cotidianos en la vida de entonces. Las mujeres tenían que lavar en tinajones. (El tinajón era media tinaja cortada verticalmente y puesta hacia arriba sobre unos soportes, formando una especie de tina de tejón. La parte de abajo se había cortado para que el borde fuese más ancho de forma que se pudiese poner la tabla de lavar. También se procuraba que la espita de la tinaja quedase en la parte más honda, de forma que sirviese para desagüe.
Era entonces la alternativa a tener que ir al lavadero público del Pilar en la Plaza, donde ahora está la oficina de turismo, que a su vez era la alternativa de los lavaderos públicos de Valdezarza y de Valquejigoso, demasiado alejados del pueblo, y a donde había que desplazarse con algún medio de transporte para llevar la ropa, sobre todo a la vuelta cuando aumentaba su peso por estar mojada.
El jabón también se hacía en casa. Con los posos del aceite y sosa, añadiendo alguna planta aromática, se hacía un jabón que se colocaba en cajones de madera hasta que secaba para después cortarlo formando las típicas pastillas.
Como ya he comentado, las mujeres también tenían que ser unas buenas costureras, incluso modistas, para arreglar o confeccionar los vestidos para las niñas. También, de jóvenes, preparaban la dote de novia, haciendo primorosos bordados en sus juegos de camas y manteles. Lo de los encajes de bolillos, ya entonces, había pasado a la historia. Las niñas y jóvenes iban a aprender a bordar a casa de la Tía Nicolasa en el Barranco.
También, toda joven que se preciase debía conocer las labores de gachillo con las que se hacían preciosos pañitos de mesa y visillos para las ventanas y confeccionar los jerséis de lana, utilizando las agujas largas de distintos grosores, según lo tupidos que se querían las prendas. Ya entrados los años sesenta, empezaron a llegar a las casas las máquinas de tricotar, con las que las amas de casa, además de hacer los jerséis para la familia, podían conseguir unos ingresos extras, tan necesarios en aquellos años..
Continuará....

viernes, 2 de septiembre de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA. VIII (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPITULO VII. GASTRONOMÍA Y ACTIVIDADES ECONÓMICAS.


La actividad económica de Chinchón en este periodo de la posguerra se centraba principal y casi únicamente en la agricultura. Y la agricultura tenía una influencia muy directa en la gastronomía y en la economía del pueblo.
Pero también en Chinchón, por ser el centro administrativo de la Comarca, se fue creando una infraestructura comercial y de servicios de cierta importancia, que se mantuvo durante todo este tiempo, aunque posteriormente fue decayendo, cuando la proximidad y la mejora de los accesos a la Capital hicieron que el comercio dejase de tener la importancia de aquellos años.

La gastronomía en Chinchón en tiempos de posguerra era más bien escasa y poco variada.
En casi todas las casas de Chinchón, se comía el cocido; ya se sabe, con sus tres vuelcos: la sopa, los garbanzos y la carne. Pero, lógicamente, había distintos cocidos en función de la economía familiar.
Aparte del cocido, la gastronomía estaba impuesta por los productos que se tenían en la propia casa. En casi todas las casas había un cerdo que se cebaba con las sobras de las comidas y el pienso que se elaboraba con cebada. Los jamones, el tocino, los chicharrones, los embutidos, las morcillas, eran la base de la alimentación en aquellos tiempos.
Otra fuente importante eran las gallinas del corral que suministraban huevos diarios y carne para las grandes ocasiones y su manutención era barata. En una casa media de agricultores, sólo había que comprar el pan, la leche y la poca carne que se echaba en el cocido. También se utilizaba la carne de carnero, la de vaca y la de cordero; menos la de ternera, que era de uso prohibitivo para las economías modestas.
Las frutas, las verduras, las patatas y las legumbres nunca faltaban, y se solían hacer conservas con el fin de que durasen durante todo el año. Cuando terminaba la campaña, con las últimas cosechas se preparaba la conserva de los tomates, de las alcachofas, de los pimientos, de la carne de membrillo… En estas tareas solíamos ayudar los niños, que como luego contaré, siempre teníamos que participar en las tareas domésticas.
Pero si tuviéramos que determinar cuál es el plato más característico de Chinchón, este es, sin duda, el guiso de patatas; y sobre todo, el guiso de patatas que se hacía en el campo. La Vega de Chinchón está a diez kilómetros del pueblo, y hasta allí tenían que desplazarse los hombres para sus labores agrícolas. Esta distancia obligaba a los labradores a comer en el campo; y de ahí la tradición de buenos cocineros de los hombres de Chinchón.
Las comidas eran sencillas y de rápida elaboración, utilizando productos que se podían conseguir, en muchas ocasiones, allí mismo. Aunque se hacían algunos fritos, generalmente debían ser comidas de alto valor energético que ayudasen a soportar los rudos trabajos del campo: Los guisos.
Cuando todavía la civilización no había inventado lo de cambiar la hora para adaptar la jornada laboral a las horas de sol y casi nadie utilizaba reloj, el agricultor conocía la hora por las sombras en las distintas estaciones del año.
Así, en verano, te colocabas de espaldas al sol, y cuando podías pisar la sombra de tu cabeza, eran las doce del mediodía. A esa hora se iniciaba el rito de la comida. Generalmente se trabajaba en cuadrillas y por lo tanto se compartía la comida. El de mayor edad, o el que había conseguido la fama de mejor cocinero, preparaba el fuego. Al resguardo de un lindazo, o junto a una frondosa noguera se colocaban las trébedes o se formaba el hogar con tres piedras sobre las que se colocaba la "caldereta" o sartén. Con sarmiento o "recortillos" y hojarasca seca se encendía el fuego que después se iría alimentando con trozos de leña secos que se recogían en los alrededores.
Mientras se calentaba el aceite se cortaban unas patatas en gruesas rodajas unos pimientos recién cortados de la mata y con unos ajetes se formaba el aperitivo. Al aviso del "cocinero" toda la cuadrilla paraba para echar una "mascá", un trago de vino y volver al corte hasta que estaba preparada la comida.
Por otra parte hay que decir que en aquellos años de la posguerra era muy escaso el pescado que llegaba hasta Chinchón. Unos de los pioneros que se atrevieron con el oficio de pescaderos fue el tío Tomás y la tía Paula, que tenían su pescadería en la calle Grande a la entrada de la plaza, donde después ella puso el puesto de periódicos.
Luego también podemos recordar a Juan Carrasco y a Isidoro Olivar cuyos descendientes han mantenido la tradición hasta casi nuestros días.
Por entonces eran más frecuentes los pescados en salazón y los ahumados, como el bacalao y las sardinas arenques que eran una de las meriendas preferidas en las tardes calurosas de la trilla, aunque ese día había que consumir bastante más agua fresca del botijo.
Dentro de la gastronomía, también tenían su importancia la caza y la pesca, que eran una base importante en la alimentación de la familia y un medio de ingresos, cuando se vendían los excedentes.
Entonces la caza se practicaba con perros y eran menos utilizadas las armas de fuego, sobre todo por los menos pudientes. El conejo, la liebre, la perdiz y la codorniz, las palomas, incluso los gorriones, formaban parte de la gastronomía de la posguerra.
Los más jóvenes usábamos los tiradores o tirachinas para cazar pájaros. Había quien ya disponía de escopetas de aire comprimido y con una linterna íbamos por la noche a cazar gorriones en los árboles, que ya teníamos localizados.
También se utilizaban las redes y la “liga” una materia pringosa que se ponía en la hierba, cerca de fuentes y charcas, en donde quedaban pegados los pájaros.
Aunque menos abundante, también la pesca era otra fuente de alimentación. El río Tajuña, ahora sin apenas caudal y mucho más contaminado, tenía carpas y barbos que llegaban hasta los caces y caceras, y había grandes especialistas que los pescaban y después vendían por el pueblo.
También eran abundantes los cangrejos, ya totalmente desaparecidos, que eran muy apreciados y un bocado exquisito.
Y por fin, los caracoles que se cogían entre la maleza de los bordes de las caceras, y eran un complemento imprescindible para los guisos que se hacían los agricultores en el campo.
Entre los alimentos de primera necesidad, el pan tenía entonces una importancia y una presencia importante en las mesas de todas las familias.
Había varias tahonas; que ahora recuerde, la del Señor Vidal, en los soportales de la plaza, que se conoció siempre como la de “Las Lolas”, la de Monegre, precisamente en la calle de la Tahona, la panadería de los “Gallegos” que antes fue de Jesús Moya, la del Ontalva y la del Sindicato en la Calle de Zurita. También estaba la tahona de María, la Vda. de Severiano Pintado en la calle de Solares y la de Martiniano Codes en la calle Carpinteros.
Había un pan negro de centeno que era más barato y que comían los pobres, y luego estaba el pan de trigo del que se hacían las “libretas” de pan candeal, con su abundante miga y la base, aún hoy, para hacer las pozas. También se hacían las “vienas” que eran un adelanto de las barras actuales. Lo del pan artístico es un invento mucho más moderno y dirigido solo al turismo.
La leche es otro producto de primera necesidad. En Chinchón no había una gran tradición de ganado vacuno. Sólo unos pocos tenían sus vacas para producir leche. Entre ellos, las monjas de las clarisas, que vendían la leche a granel, como todos, y hasta allí bajábamos los niños con nuestras lecheras de zinc a por el cuartillo o cuartillo y medio que era el consumo diario de la casa.
Estaba también María la lechera, la mujer del tío Nicanor, que tenían el despacho en la calle de la Tahona. Ellos, ya entonces, promocionaron lo que ahora sería la leche desnatada. Consistía en echar un poco más de agua en la leche, lo que les permitía ofrecer a la clientela varios precios, en función de la mayor o menor cantidad de agua con que había sido "bautizada" la leche.
También podemos recordar a Juan "el Jaro", de la familia de los gallegos,también conocidos como los lecheros, que así se llamaba a todos estos ganaderos; que además de venderla en su casa, repartían la leche por las calles. La llevaban en un borrico con unas cántaras y después cambiaron el transporte a un carrillo con ruedas de goma, y llegaban hasta las casas para atender a sus clientes habituales.
Lógicamente las garantías sanitarias eran mínimas, pero no recuerdo que, por entonces, se produjese ninguna intoxicación grave.
También, dentro de la gastronomía, podemos hacer una pequeña reseña del aceite, del vino y sobre todo, del aguardiente anisado; el típico anís de Chinchón.
Que el aceite ha sido uno de sus productos más importantes para la economía de Chinchón, lo prueban la gran cantidad de almazaras que existían en el pueblo. Además de la Aceitera, estaban la de la calle Nueva propiedad de los abuelos de Julio González, la de la calle de la Tahona propiedad de la Familia Montes, la de la calle Benito Hortelano, que actualmente es el Mesón de las Cuevas del Vino, la de la calle Toledillo de Martiniano Codes, etc. etc.
La recolección de las olivas duraba gran parte del invierno. Pasada la fiesta de San Antón, cuando los días empezaban a alargarse y los soles de febrero empezaban a calentar, aparecían las cuadrillas formadas por toda la familia, en las que hombres, mujeres y niños rodeaban los olivones pertrechados con largas varas y mantas tejidas con sacos de arpillera para recoger las aceitunas.
Previamente, se habían recogido las aceitunas aún verdes o sin terminar de madurar para utilizarlas como aceitunas de mesas para ensaladas, aperitivo o meriendas, poniéndolas en una solución de agua y sosa para quitarlas el sabor amargo y aderezándolas después con vinagre, ajos, tomillo y otras hiervas aromáticas haciéndolas varios cortes verticales con una navaja para que tomasen mejor el aderezo y depositándolas en unas vasijas de barro con boca ancha que se cubría con una tapa de madera en la que había una ranura por la que salía un cazo con agujeros que se utilizaba para sacar las aceitunas.
Durante los meses que duraba la molturación y el prensado de las aceitunas por los arroyos de las calles discurría el alpechín, un líquido negruzco que desprendía un olor característico que parecía premonitorio de la llegada de la primavera.
Los trabajos de la almazara eran duros pues las jornadas de trabajo se alargaban hasta bien entrada la noche. Llegaban cada año hasta Chinchón cuadrillas de hombres fornidos que venían de la Mancha y de Extremadura, y que después de unos meses su piel quedaba tersa, blanca y brillante por el continuo contacto con el aceite y su nula exposición a los rayos del sol.
Algo parecido podríamos decir del vino. Prácticamente en todas las casas grandes del pueblo quedaban los restos de bodegas y cuevas con sus grandes tinajas que daban una idea de la importancia y cantidad de la producción vinícola en Chinchón.
Hasta hace relativamente poco tiempo siguieron funcionando las bodegas en las que se elaboraba el vino de forma artesanal. En el año 1958 se creó la Cooperativa Vinícola San Roque que acapara la mayor parte de la producción de Chinchón.
Como antes comenté, el anís es posiblemente el producto que más hizo para la promoción y conocimiento de Chinchón. Durante el tiempo que estamos hablando, todavía se podían encontrar, arrinconados entre los trastos viejos de las cámaras, algún que otro antiguo alambique de los que funcionaban en la mayoría de las casas de Chinchón, hasta que se unificó la producción en la antigua Alcoholera.

La fábrica de la Alcoholera de Chinchón, en la Ronda del Mediodía. Las fábricas de anís fueron durante mucho tiempo las únicas industrias de nuestro pueblo.

En aquellos años de mediados del siglo XX, varios empleados de la Alcoholera de Chinchón fueron instalándose como industriales y creando sus propias fábricas. Luciano Sáez, Francisco Grau, Zacarías Montes y también Recuero en la finca de la Tenería, estuvieron fabricando anís bajo distintas denominaciones. Además de la más conocida “Alcoholera de Chinchón” tuvo mucho renombre el “Anís Castillo de Chinchón” que tuvo su fábrica en el mismo castillo de Chinchón, hasta que la destruyó un incendio.
Luego, las normas de seguridad obligaron a que todas las fábricas se instalasen fuera del casco urbano, y poco a poco, todas ellas o desaparecieron o pasar a ser propiedad de las multinacionales.
Aunque estamos hablando de la gastronomía, como hemos hablado de algunas de las industrias que existían en Chinchón, vamos a aprovechar para hablar de las distintas actividades productivas que había en Chinchón durante estos años. La agricultura aglutinaba a la mayoría de la mano de obra disponible, aunque aquí se daban una serie de circunstancias que favorecía la existencia de otras actividades comerciales.
Cuando termina la guerra civil se produce una importante transformación en la actividad laboral en Chinchón. Hasta entonces, la existencia de grandes “casas” de ricos terratenientes, facilitaba puestos de trabajo, si no bien remunerados, si fijos y seguros, tanto para las mujeres que se empleaban como criadas o para los hombres en los trabajos del campo. A partir de la posguerra, esa situación cambia drásticamente porque cada vez hay menos casas donde las mujeres jóvenes puedan entrar a servir y donde los jóvenes tengan un trabajo asegurado para todo el año. Entonces, las mujeres tienen que buscar esos puestos en la capital y los jóvenes tienen que pensar en la emigración. Algunos, jóvenes y no tan jóvenes, encuentran puestos de trabajo en Madrid como porteros, donde proyectar su vida laboral con expectativas familiares, aprovechando la proliferación de los bloques de vecinos que se están construyendo en el ensanche de la capital.
Para paliar esta falta de trabajo para los jóvenes, a excepción de la agricultura y de sus industrias derivadas, como el aceite, el vino y el aguardiente, y de las actividades comerciales, durante este periodo de la posguerra, en Chinchón funcionaron dos industrias textiles, dirigidas principalmente a las mujeres. Una fábrica textil y los telares de alfombras de nudo español.

Las jóvenes de Chinchón tuvieron su oportunidad laboral trabajando en las “alfombras” de nudo español o en la “Fábrica de Cintas” de don Arturo Ruiz Falcó, en el Alamillo Alto.

En los años cuarenta, un ingeniero, don Arturo Ruiz-Falcó, instaló en la calle del Alamillo Alto, una fábrica textil dedicada principalmente a la confección de productos elásticos para cinturones y otras finalidades relacionadas con la ropa del ejército para el que trabajaban habitualmente. Allí trabajaban unas veinte personas, la mayoría mujeres, hasta el año 1968, en que cerró la fábrica.
También en los años 50, surgió otra industria: Los telares. Las pioneras fueron 14 jóvenes que aprendieron el oficio en la Fundación Generalísimo, en Madrid. Alrededor de 50 telares trabajaron en plena actividad en Chinchón hasta 1967, cuando este tipo de trabajo prácticamente desapareció. Cada trabajadora tenía su propio espacio de 120 filas de nudo, alrededor de medio metro y recibían 8 pesetas (0.048 €) por cada 1000 nudos. Era un trabajo a destajo y el salario se recibía cuando terminaban la alfombra. Las tejedoras que querían recibir un salario razonable tenían que hacer 12.500 nudos cada día. Una alfombra de 3.5 m. de largo y 2,5 m. de ancho, tardaba en ser tejida por 5 mujeres unos 15 días. Su precio, entonces, era de unas 15.000 pesetas (menos de 100 euros).
Josefa Montes, Genuina Díaz, Ceci y el Sr. Valladares, fueron algunos de los queregentaron estos telares que estaban instalados en casas particulares.
La particularidad del "nudo español" es que en su fabricación no se utiliza ningún tipo de máquina: todo el proceso se hace a mano; cada hilo es un nudo y nudo a nudo se teje la alfombra hasta su finalización. En su fabricación no intervienen ningún tipo de lanzadera, ni otro tipo de mecanismo, lo que hizo que estas alfombras fueran consideradas entre los mejores del mundo. Si se examina la parte posterior de la alfombra se puede ver el mismo diseño que se ve en la parte delantera.
Era un trabajo penoso y muy duro, pues el roce de la urdimbre y el uso continu de tijeras causaban deformidades de las manos de la mujer; además, la lana desprendía un polvo nocivo, que las trabajadoras respiraban continuamente. Pero fue una industria que durante casi 20 años llegó a crear en Chinchó unos 200 puestos de trabajo.
Chinchón, al ser cabeza del partido judicial, era el centro administrativo de la comarca y recibía la visita de los que tenían que acercarse aquí de los otros pueblos para solucionar algún asunto burocrático y, de paso, aprovechar para hacer algunas compras.
Pero también llegaban los que venían a vender. Se solían alojar en las posadas y llegaban periódicamente. Los chatarreros, que paseaban el pueblo con un carro, recogiendo todo lo que pudiese parecer inservible. No faltaban quienes lograban algunos “tesoros” aprovechándose de la ignorancia de la gente, que desconocía el valor real de aquellos trastos viejos olvidados en las cámaras.
También estaban los cacharreros que pregonaban su mercancía:
- ¡“El Cacharreroooo, cambio platos, vasos, cacharros, por trapos viejos”…!
También recorrían el pueblo los “garbanceros”. Ofrecían garbanzos tostados. Por dos medidas de garbanzos crudos, te daban una medida de los famosos “torrados”.
No faltaban a su cita anual los “muleteros”. Venían a vender mulas jóvenes, que traían en reatas, para exponerlas en la plaza, donde se acercaban los agricultores para negociar con los “tratantes”, como así llamaban a los dueños del ganado.
A finales del verano llegaban los “marraneros”, con sus cerdos. Venían de Carranque y solían traer hembras que ya habían parido, para que las terminasen de engordar en las casas con vistas a la matanza de primeros de febrero.
Un viejo llegaba de vez en cuando, creo que desde Colmenar, rifando gallos de corral, para lo cual iba vendiendo por las casas unas papeletas. Una vez hecho el sorteo, volvía por donde le habían comprado para pregonar el número premiado.
Otro hombre recorría el pueblo ofreciendo tortas, bollos y dulces de malvavisco. Los niños le solíamos acompañar por si con un poco de suerte nos caía algún regalito. Para mí, que siempre fui muy goloso, hasta que los médicos me prohibieron el azúcar, lo que más me gustaban eran aquellos altísimos y blancos milhojas de merengue, que nuestros padres nos compraban en los puestos de golosinas que llegaban en las fiestas.

La Ferretería Marcitllach en la calle Grande. que fundara don Atenodoro Marcitllach. Una tienda con tradición desde el siglo XIX. Gonzalo Gómez, despacha a sus jóvenes clientes.

Además de esta actividad comercial externa, también, por entonces, hubo en Chinchón una actividad comercial de cierta importancia. La ferretería de Marcitllach, en la calle Grande, que atendía entonces Gonzalo Gómez y que iniciara el siglo anterior don Atenodoro Marcitllach; la mercería de Manuel Sardinero, junto a la Puerta de la Villa, conocida por “Sepu”, porque su titular había trabajado en esos almacenes de Madrid. Algo parecido ocurría con la relojería de Ontalva, que llamaban de Canseco, porque había trabajado con ese famoso relojero.
Estaba la tienda de ultramarinos de Benito Lozano en la calle Grande, que después se bajó detrás de la Fuente Arriba; la tienda de telas del Señor Antero y su esposa Susana; la tienda de ultramarinos de “Los franceses”, junto a la columna de la calle de Morata, que también vendían muebles y todo lo que se pudiese necesitar, y que colgado en la puerta de entrada tenían un gran zapato como reclamo.
Estaban las tiendas de telas de los hermanos Pedrero y la tienda de Pakolín, y la Confitería de Pedro de la Vara en los soportales de la plaza, además de las carnicerías de Tino Clemente, la de su tío Clementino que atendía “El Pelos” ayudado por Barrena; las dos junto a la Posada del tío Manolo Carrasco; y la carnicería de Gregorio, enfrente de la columna de los franceses. También, junto al Barranco, la actual calle de las Mulillas, estaba la otra posada de “Comenda”.

La tienda de María Fernández en la calle Grande. Allí se podía encontrar todo lo necesario para el ajuar de las jóvenes casaderas.

Estaba la tienda de María Fernández, “La Alta”, en la calle Grande, donde se podía encontrar todo lo necesario para la dote de las mocitas casaderas; desde las ropas de cama y mesa, a lámparas para la casa y el menaje para el hogar. Allí también podías encontrar las “mantas” de lana que eran la prenda de abrigo más utilizada entonces. Cuentan que, años después, cuando se rodó en Chinchón la película de “El Fabuloso mundo del Circo”, Claudia Cardinale descubrió estas prendas y compró todas las existencias para regalar a sus amistades.
Ya entonces, María Fernández ofrecía la venta de fiado. Abría un cuadernito a nombre de cada clienta, de forma que iba anotando las entregas que iban haciendo, cuando disponían de dinero y las mercancías que iban retirando. No era, ni más ni menos, que lo que después puso en práctica El Corte Inglés, pero sin la célebre tarjera de compra.

La tienda de ultramarinos de Lorenzo Salas en la Esquina de Pedro. En las estanterías de atrás se pueden ver los cromos de los futbolistas que salían en el chocolate Dulcinea.
La mercería de “Sepu” en la puerta de la Villa. Años después,  entonces regentada por su hija y Basilio Viñerta.

En los tiempos de la posguerra en Chinchón, sin embargo, no había tiendas de confección. Como hemos visto, sí había tiendas de venta de telas, pero de la confección se encargaban las propias amas de casa y las modistas.
Todas las amas de casa eran buenas costureras. De ellos se encargaban no solo las madres que enseñaban a sus hijas los secretos de la costura, sino también la Cátedra de Costura, Corte y Confección de la Sección Femenina, a la que estaban obligadas a asistir todas las jóvenes para cumplir con el Servicio Social.
Las modistas, con gran tradición entre las profesiones del principio del siglo XX, también tenían su representación en Chinchón, Eusebia Moreno, Mary Ruiz, Pili López y Mari Carmen Ortego, entre otras, que ofrecían sus servicios a sus clientas mostrando los “figurines” en los que se podían ver la última moda llegada del mismísimo Paris. Allí acudían también las aprendizas que las ayudaban a sobrehilar, poner los botones y demás tareas menores, a cambio de su aprendizaje, y como mucho, las pequeñas propinas que recibían de las clientes cuando les llevaban las prendas terminadas.
Una imagen muy común en aquellos años era la del ama de casa, sentada en el patio en verano, o junto al carolo en invierno, zurciendo por enésima vez los calcetines, pegando algún botón o subiendo el bajo de la falda, para que le sentase mejor a la pequeña que lo había heredado de su hermana mayor.
Todas estas modistas o costureras, como también se les llamaba, tenían el taller en el saloncito de sus propias casas y el probador en el dormitorio, donde siempre había un armario con un espejo de luna en la puerta, donde las clientas podían ver la evolución de su vestido cuando iban a hacerse las pruebas pertinentes.
Sin embargo, la principal concentración del comercio estaba, como no podía ser de otra forma, en la plaza, pero de eso ya hablaré cuando haga un recorrido por lo que era entonces nuestro “patio” de juegos de todos los niños de la posguerra.

Continuará....

jueves, 1 de septiembre de 2016

EN SEPTIEMBRE Y EN CHINCHÓN...

LAS FIESTAS DEL ROSARIO...


miércoles, 31 de agosto de 2016

CHINCHÓN EN LA POSGUERRA. VII (MEMORIA HISTÓRICA)

CAPITULO VI. LOS AMIGOS.



Dicen que el que tiene un amigo, tiene un tesoro; si esto es verdad, nosotros entonces éramos afortunados, porque teníamos muchos y buenos amigos.
Los amigos de entonces eran para toda la vida. Los amigos se hacían en las calles de tu barrio, se continuaban en el colegio, seguían cuando ibas a buscar novia y después se conservaban durante toda la vida, reuniéndose todos los domingos para jugar al tute y al mus y para tomar unas “alcahueses” que habían comprado en la plaza, entre trago y trago de limonada.


Entonces la amistad era un bien duradero que se mantenía durante toda la vida.
En aquellos años el concepto de amistad tenía una gran importancia para los niños.
Desde muy pequeños nuestros padres nos daban una gran libertad. Nada comparable con la situación actual. Entonces la sensación de inseguridad no existía y lo único que se podía temer era algún que otro pequeño accidente mientras perpetrabas las travesuras propias de la edad.
La única norma inflexible de los padres es que tenías que estar de vuelta a casa, cuando “venía la luz”, es decir, cuando se encendía la iluminación de las calles. Y pensándolo bien era una norma concisa pero flexible, que además no era necesario cambiar dependiendo de la estación meteorológica, porque siempre iba marcada por la hora en que se hacía de noche.
Por eso era muy importante lo de tener amigos con quienes compartir tantas horas de libertad. Bien es verdad que antes de salir había que hacer los pocos deberes que te mandaban en la escuela, y ayudar en las tareas de la casa, de las que ya os hablaré más despacio.
En esos años los amigos eran, propiamente, los compañeros de juegos, que sobre todo en verano, llenaban gran parte de nuestra actividad. Y casi todos los juegos de entonces eran de participación, porque no existían ni las “tabletas”, ni los “comecocos”, ni la televisión. Como mucho sólo los tebeos, pero que también se compartían y cambiaban porque nuestro poder adquisitivo era pequeño para comprar todos los que salían a la venta. También escuchábamos por las tardes las novelas de la radio. Yo lo hacía cuando iba a merendar a casa de mi abuela y mientras me comía el cantero de pan con una onza de chocolate, escuchaba “Diego Valor” o “Tres hombres buenos”, que mucho después supe que estaba escrita por José Mallorquí Figuerola.
Aunque había pandillas de amigos por todos los barrios, al final casi todos terminábamos jugando en la plaza, que era, como si dijéramos, el gran estadio de toda clase de competiciones.
Desde la pídola al “rescatao”, desde el peón a los güitos, desde las “bastas” a la “chita”, de los niños; desde los “alfileres” al “aparato”, o desde los “cinturones” a la comba, de las niñas, la plaza ofrecía cobijo a todos los juegos conocidos o los que se nos podían ocurrir, porque otra de nuestras cualidades era la inventiva.
No teníamos juguetes, pero con un cajón y unos rodamientos creábamos unos bólidos que no tendrían nada que envidiar a un fórmula uno de ahora, sobre todo bajando por las empinadas cuestas de Chinchón. El aro, el “guá” la “tornija”… y las “dreas”.
Por si alguno desconoce qué es eso de las “dreas” os lo voy a explicar. Eran sencilla y llanamente un lucha tirando piedras de verdad a los del bando contrario. Aquí era muy importante contar con un buen grupo de amigos que te secundasen porque si estaban en inferioridad numérica, existía un riesgo evidente. A fuer de sinceros, estas salvajadas no se prodigaban demasiado y además, por aquel entonces, los ángeles de la guarda debían estar muy atentos, porque los daños nunca fueron demasiado graves, a pesar del peligro evidente de aquella práctica. En estas luchas era donde se ponía de manifiesto la rivalidad que existía entre los distintos barrios.
También se podían organizar “guerras” o batallas en las que se formaban dos bandos, que podían ser determinados por los barrios de residencia, quienes armados con espadas de madera y escudos fabricados con cartones y tablas se lanzaban al campo de batalla –normalmente la plaza- desde su “cuarteles”; uno en la plazuelilla del Rosario y otro en la Plaza Galaz. Se hicieron famosos en aquel tiempo dos “caudillos”: Jesusito “El de Sepu” y Pepe “Trastornos”, que por su gran arrojo y valentía conducían a sus huestes generalmente a la victoria. Fue famosa la célebre “Batalla del Vertedero” celebrada en un día de finales de un otoño frío y lluvioso en la que “El de Sepu” perdió en el barro uno de sus zapatos, motivo por el que su madre le obligó a abandonar su incipiente y prometedora carrera militar.
Este grupo de amigos se iba manteniendo en el tiempo. Después de los juegos de niños, se pasaba a la edad de merecer y entonces también era importante contar con algún amigo que te acompañase para cortejar a la moza que te gustaba, que también siempre, iba acompañada por una amiga.
Esta práctica de acompañamiento se mantenía aún después de haber formalizado el noviazgo, es decir, después de haber pedido permiso al padre para “hablar” formalmente con la joven. Y es que entonces no estaba bien visto que una joven, sobre todo si era de la Congregación de Hijas de María, saliese sola con el novio, sin llevar carabina.

Las reuniones. Los amigos de toda la vida se reunían los domingos por la tarde en casa de uno de ellos, rotativamente, para jugar al mus, al tute y al julepe, mientras tomaban los frutos secos y la limonada que había preparado el anfitrión.

Y estos grupos de amigos llegaban a desembocar en las “reuniones”. Y es que los hombres, en Chinchón, formaban las "reuniones".
Ese grupo de amigos, de los de toda la vida, se reunían aún después de casados, todos los domingos por la tarde, rotativamente, en casa de cada uno de ellos.
Antes de llegar a la casa donde se iban a reunir, uno de ellos se pasaba por la plaza.
Allí en el centro de la plaza se colocaban el Ariza y el tío Eustaquio “El cachigordo”, con sus puestos de frutos secos. Las "alcagüeses", las chufas, los garbanzos tostados, las pasas en sacos de lona blanca y las aceitunas que tenían puestas en agua en un pequeño tonelito de madera y que sacaban con un cazo con agujeros en el fondo.

Eustaquio, el tío “Cachigordo”, en su puesto de frutos secos en medio de la plaza. Visita obligada todos los domingos antes de acercarse por las “reuniónes” donde los hombres acudían para pasar la tarde con los amigos.


- Ariza, ponme un surtido que voy "pa" la "regunión".
En un cucurucho de papel de estraza colocado en uno de los platos dorados de la balanza iba echando, cuidadosamente, con un cacillo de hojalata un poco de cada producto, hasta que vencía el peso del otro plato en el que unas pesas negras y redondas marcaban la cantidad de la compra.
- Son dos reales.
El hombre, después de pagar los cincuenta céntimos, guardaba la compra en uno de los grandes bolsillos de su blusa negra, sacaba de su faja la petaca y un librillo de papel "Dominó" y liaba, con parsimonia, uno de "caldo de gallina", que para eso era domingo y estaba en la plaza. Sacudía con la palma de su mano izquierda la ruedecilla que rascaba la piedra de su mechero hasta que una chispa lograba prender la mecha, ayudada por la fina brisa que entraba por la Puerta de la Villa.
Mientras, los demás preparaban una limonada, y con los frutos secos se iban tomando un "reo" y otro y mientras jugaban a las cartas -generalmente al mus, al tute y al julepe - comentaban los acontecimientos y "discutían" de todo lo divino y de los humano. Las mujeres no participaban en estas reuniones, y como mucho, llegaban acompañadas de los niños, a la caída de la tarde, para volver con su marido a casa al finalizar la reunión. En ocasiones muy señaladas se reunían también para comer.
Una de estas ocasiones podía ser cuando había que celebrar un alboroque.
La palabra "alboroque" procede de la palabra árabe "albaraca" que significa dádiva, y se define como el agasajo que hacen el comprador o el vendedor o ambos a los que intervienen en una venta. En Chinchón tenía un significado más lúdico, y era el agasajo que alguien daba a sus amigos para celebrar cualquier acontecimiento gratificante.
Así, el mozo tenía que pagar el alboroque a sus amigos cuando formalizaba las relaciones con su novia. Aunque en este caso parece que no existe el factor de agradecimiento que aparece en la definición, debemos convenir que, en la mayoría de las ocasiones, los amigos tenían un papel fundamental y muchas veces decisivo en conseguir que la moza aceptase "hablar" con su pretendiente. Por eso se puede considerar como acertado emplear este término cuando pedían al novio que se pagase el alboroque, teniendo en cuenta que en toda relación amorosa existe un cierto contrato comercial. Y más en tiempos pasados, cuando los padres concertaban la boda de sus hijos pensando en ampliar sus tierras de labor y el mozo podía llegar a adquirir un atractivo especial en función de las viñas y los olivos de la familia.
También había que pagar el alboroque cuando se compraba una "muleta" -mula joven- nueva, se construía una casa o te llegaba una herencia imprevista.
Y el convite solía ser proporcional al acontecimiento que se celebraba. El compromiso, por ejemplo, de un mozo con la hija de un rico terrateniente - lo que hoy conocemos como un buen braguetazo - requería una celebración por todo lo alto, no menos que un cordero asado, al breve o cochifrito.

Tampoco faltaba una buena comida preparada en el campo. Era lo que entonces se llamaba una “juerga” y una buen guiso de patatas era el complemento ideal.

Estas celebraciones tenían lugar, por lo general, en la casa del anfitrión. Pero también había la costumbre de hacerlas en el campo. Entonces se decía que “se iba de juerga”. Aun hoy se va “de juerga” para celebrar la terminación de una casa, para organizar la fiesta de cualquier cofradía, para agradecer los favores que alguien te ha hecho, o para montar una fiestecilla con los amigos, para lo que no es necesario buscar demasiadas excusas.
Una costumbre de entonces, cuando no había televisión, eran las tertulias que se formaban a la puerta de las casas en verano. Al anochecer, cuando ya empezaba a refrescar, los vecinos sacaban sus sillas a la puerta y allí se comentaban las noticias que cada uno había sabido.

Sin duda un precedente de los programas de cotilleo, mezclados con el telediario de la noche, que ahora podemos ver en televisión.
Continuará....

ESTAS SON LAS ÚLTIMAS ENTRADAS

ESTAS SON LAS ÚLTIMAS ENTRADAS
Si quieres seguir leyendo las de los días anteriores, pincha en "ENTRADAS ANTIGUAS" de más arriba... te pueden interesar. Hay mas de 3100, pero no es necesario que las leas todas hoy...

ENCUENTRA LOS TEMAS QUE MÁS TE INTERESAN

GRAN NOVEDAD

AHORA PUEDES ACCEDER AL CONTENIDO INTEGRO DE LA MAYORÍA DE LOS LIBROS QUE SE ANUNCIAN A CONTINUACIÓN.

SÓLO HAY QUE PULSAR EN LAS PORTADAS EN LAS QUE SE INDICA ESTA POSIBILIDAD Y PODRÁS LEER CÓMODAMENTE Y GRATIS TODOS ESTOS LIBROS.

IGUALMENTE PODRÁS ESCUCHAR Y VER LOS VÍDEOS DE LAS CANCIONES DE "MIS EDICIONES MUSICALES", PULSANDO EN LAS CARÁTULAS DE LOS DISCOS.

¡TIENES MUCHAS HORAS DE LECTURA Y ENTRETENIMIENTO!

¡¡¡Y PRÓXIMAMENTE, MÁS!!!

MIS EDICIONES MUSICALES

MIS EDICIONES MUSICALES
SENTIRES. Canta Mª Antonia Moya. Edición remasterizada. 2012. Incluye las canciones siguientes:

AVE MARIA

AVE MARIA
De Schubert. Canta María Antonia Moya, acompañada por el Maestro Alcérreca. 2011. Para escucharlo, pinchar en la image.

LA TARARA

LA TARARA
Canta Maria Antonia Moya. Si quieres escuchar la canción, pincha en la imagen

LOS PELEGRINITOS

LOS PELEGRINITOS
La canción de Lorca, cantada por María Antonia Moya, con imágenes de Lucena (Córdoba) Para escuchar la canción pincha en la imagen.

EN EL CAFÉ DE CHINITAS

EN EL CAFÉ DE CHINITAS
La copla de Lorca, cantada por María Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. 1986. Para escuchar la canción, pinchar en la imagen

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE

VERDE, QUE TE QUIERO VERDE
Maria Antonia Moya canta el Romance Sonámbulo de Federico García Lorca. Puedes escucharlo pinchando la imagen.

LOS CUATRO MULEROS.

LOS CUATRO MULEROS.
Canta: María Antonia Moya. 1986.Para escucharlo,pinchar en la imagen.

PERFIDIA

PERFIDIA
Canta Maria Antonia Moya, acompañada a la guitarra por Fernando Miguelañez. Año 1986. Para escuchar la canción, pincha en la imagen.

PASODOBLE DE CHINCHÓN

PASODOBLE DE CHINCHÓN
Letra: L.Lezama - Música: Palazón. Canta: María Antonia Moya. 1987Puedes escucharlo pinchando en la imagen

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.

MIS LIBROS DE FICCIÓN. EL AMARGO SABOR DE LAS ROSAS.
"El amargo sabor de las rosas" Novela. Marzo de 2017

MIS QUERIDOS FANTASMAS

MIS QUERIDOS FANTASMAS
ENERO 2020. RELATOS Y CUENTOS..PRÓXIMA EDICIÓN

HISTORIAS IMPOSIBLES

HISTORIAS IMPOSIBLES
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICION.

SUI GENERIS

SUI GENERIS
ENERO 2020. PRÓXIMA EDICIÓN

LA BODA

LA BODA
"La boda" 1996 -2001. Inédito.Para leer el cuento, pincha en la imagen

ANDANZAS Y SENTIRES

ANDANZAS Y SENTIRES
"Andanzas y sentires" 2003. Inédito. Para leer el libro, pinchar en la imagen,

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS

EL CIELO DE LAS AMAPOLAS
nueva edición 2022

CUENTOS DE OTOÑO

CUENTOS DE OTOÑO
Cuentos de Otoño. 2006. Si quieres leer los cuentos, pulsa en la imagen.

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA

LUZ DEL CIELO Y OTROS RELATOS CON NOSTALGIA
“Luz del Cielo” y otros relatos con nostalgia. 2019. Proximamente en este blog

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE

CUENTOS DE CAFÉ CON LECHE
Cuentos de café con leche. Pinchar en la imagen para leer los cuentos.

CUENTOS AMORALES

CUENTOS AMORALES
"Cuentos amorales" 2005. Inédito. Para leer los cuentos, pincha en la imagen

LOS CUENTOS DEL ABUELO

LOS CUENTOS DEL ABUELO
Próximamente en este blog.

TRABAJOS FORZADOS

TRABAJOS FORZADOS
Recopilación de 44 relatos escritos para el taller literario.2007-2012. Para leer los relatos pinchar en la portada.

LOS VELOS DE LA MEMORIA I. HISTORIA DEL SOLAR

LOS VELOS DE LA MEMORIA I. HISTORIA DEL SOLAR
"Los velos de la memoria". Historia del Solar. Edición restringida de 95 ejemplares. Se presentó el 10.1. 2010.

LOS VELOS DE LA MEMORIA II. EL AMO.

LOS VELOS DE LA MEMORIA II. EL AMO.
Los Velos de la Memoria II. El Amo. Edición digital. 2012.

DÉJAME QUE TE CUENTE....

DÉJAME QUE TE CUENTE....
"Déjame que te cuente"... 2013. Recopilación. Para leerlo, pinchar en la portada del libro.

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA

LOS VELOS DE LA MEMORIA III LA HEREDERA
LOS VELOS DE LA MEMORIA III. La Heredera..AÑO 2014.

HISTORIAS DE INTRIGA PARA DORMIR LA SIESTA

HISTORIAS DE INTRIGA PARA DORMIR LA SIESTA
2013.Recopilación de relatos. Para leerlos, pincha en la portada

PAISAJES CON FIGURA

PAISAJES CON FIGURA
2013. Recopilación. Para leer los relatos, pinchar en la portada

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA

MIS LIBROS DE ENSAYO. LA OPINIÓN DEL EREMITA
LA OPINIÓN DEL EREMITA. Recopilación. 2008-2013. Para leer los trabajos, pinchar en la portada.

LA OPINIÓN DEL EREMITA 2º TOMO

LA OPINIÓN DEL EREMITA 2º TOMO
Segunda entrega. Próximamente en este blog.

MIS OBRAS DE TEATRO.

MIS OBRAS DE TEATRO.
Un ramito de Violetas. Para leerlo, pulsar en la portada.

MIS LIBROS DE POESÍAS.

MIS LIBROS DE POESÍAS.
"SINSENTIDO" Para leer las poesías, pinchar en la portada.

MIS LIBROS DE VIAJES

MIS LIBROS DE VIAJES
Los viajes del Eremita.Volumen I. 2016.

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II

LOS VIAJES DEL EREMITA VOLUMEN II
VOLUMEN II. LOS VIAJES DEL EREMITA.

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN III
Los viajes del Eremita. 2016.

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN IV

LOS VIAJES DEL EREMITA. VOLUMEN IV
Los viajes del eremita.Volumen IV. 2016.

EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.

EL CATÁLOGO DE MI PINTURA.
POLITÉCNICA. CATÁLOGO DE ARTE. Pintura, dibujo, diseño.Para ver el catálogo, pinchar la portada

FOTOGRAFÍA: ESPAÑA,UN MOSAICO DE IMÁGENES.

FOTOGRAFÍA: ESPAÑA,UN MOSAICO DE IMÁGENES.
ESPAÑA: UN MOSAICO DE IMÁGENES. Fotografías. Para verlo, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN DUOTONO.

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN DUOTONO.
CHINCHÓN EN DUOTONO. Fotografía.Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA. DETALLES

FOTOGRAFÍA. DETALLES
MAS DETALLES. Fotografías. Para ver la exposición pincha en la portada.

FOTOGRAFÍA: ACORTANDO DISTNACIA

FOTOGRAFÍA: ACORTANDO DISTNACIA
ACORTANDO DISTANCIAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: FRUTAS Y VERDURAS

FOTOGRAFÍA: FRUTAS Y VERDURAS
FRUTAS Y VERDURAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: PAISAJES EN MI RECUERDO

FOTOGRAFÍA: PAISAJES EN MI RECUERDO
PAISAJES EN MI RECUERDO. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: FOTOGRAFÍAS OCULTAS

FOTOGRAFÍA: FOTOGRAFÍAS OCULTAS
FOTOGRAFÍAS OCULTAS. Fotografía. Para ver la exposición, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: DENIA EN FALLAS

FOTOGRAFÍA: DENIA EN FALLAS
DENIA EN FALLAS. Fotografías. Para ver la exposición, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN FIESTAS

FOTOGRAFÍA: CHINCHÓN EN FIESTAS
CHINCHÓN EN FIESTAS. Reportaje fotográfico. Para verlo, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: TURISMO

FOTOGRAFÍA: TURISMO
TURISMO. IMÁGENES DE MIS VIAJES. Fotografías. Para verlas, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: MIS FOTOS.

FOTOGRAFÍA: MIS FOTOS.
MIS FOTOS. Folografías: para verlas, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: COMIDAS

FOTOGRAFÍA: COMIDAS
COMIDAS. Fotografías. Para verlas, pinchar en la portada

FOTOGRAFÍA: UN VIAJE A CÓRDOBA Y GRANADA

FOTOGRAFÍA: UN VIAJE A CÓRDOBA Y GRANADA
VIAJE A CÓRDOBA Y GRANADA.FOTOGRAFÍAS. Para ver el reportaje, pinchar en la portada.

FOTOGRAFÍA: FLORES Y PLANTAS

FOTOGRAFÍA: FLORES Y PLANTAS
Flores y Plantas. FOTOGRAFÍAS. Para ver esta exposición, pinchar en la portada.

LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.

LAS RECOMENDACIONES DEL EREMITA: CHINCHÓN MONUMENTAL.
CHINCHÓN MONUMENTAL. Una visita virtual por las calles, plaza y campos de Chinchón. Para verlo, pinchar en la foto.

Museo Etnológico LA POSADA DEL ARCO

Museo Etnológico LA POSADA DEL ARCO
Una visita al Museo LA POSADA DEL ARCO.Para ver la visita virtual, pinchar en la fotografía.

EL MUSEO ULPIANO CHECA

EL MUSEO ULPIANO CHECA
Una visita al Museo ULPIANO CHECA en Colmenar de Oreja.Para ver la visita virtual, pincha en la imagen:

IMÁGENES RELIGIOSAS DE CHINCHÓN

IMÁGENES RELIGIOSAS DE CHINCHÓN
Una visita a las IMÁGENES RELIGIOSAS de CHINCHÓN.Para ver las imágenes, pincha en la Galería.

CARTELES DE TURISMO EN EL MUNDO

CARTELES DE TURISMO EN EL MUNDO
Un recorrido por distintos países y ciudades, visitando sus carteles de turismo. Para verlos, pinchar en la imagen.

ALELUYAS CHINCHONETAS

ALELUYAS CHINCHONETAS
ALELUYAS CHINCHONETAS. Para poder ver todas las aleluyas chinchonetas, pinchar en el dibujo.

Archivo del blog

Etiquetas