CAPITULO
IX. LOS ANIMALES DOMÉSTICOS.
Los animales en los tiempos de la posguerra eran imprescindibles
para la vida económica de los agricultores, y a su alrededor se organizaba la
vida de toda la familia. En su cuidado participaban todos, incluso los niños
que eran los encargados de su alimentación y limpieza.
Los hombres se encargaban del trabajo, aunque también en eso era
necesaria la participación de los más jóvenes.
En esta fotografía vemos a un agricultor arando en el campo con
una mula uncida al arado. Pero al fondo, podemos ver a un niño que deambula sin
hacer nada. Ha ido al campo para llevar el botijo del agua a su padre. Pero ese
día no había podido ir al colegio. Eran también unas de las circunstancias de
aquellos años que tuvimos que vivir.
La presencia de los animales en la vida laboral y
económica del pueblo tenía suma importancia. Si el ganado vacuno, porcino,
ovino y avícola eran la base de la alimentación y con importante influencia en
la economía familiar, los caballos, las mulas y los burros eran los elementos
de carga y tracción fundamentales para la mayoría de las tareas agrícolas y
elementos insustituibles para el transporte.
Y es que los trabajos del campo
ocupaban a casi todos los hombres de Chinchón
Podríamos decir que la vida familiar de un agricultor
giraba en torno a los animales. Su cuidado y alimentación eran tareas prioritarias
a la hora de organizar la actividad y los niños eran los encargados, como hemos
comentado, de preparar sus comidas y de la limpieza de cuadras, corrales y
apriscos.
Por otro lado, los animales de compañía tenían más
funciones que las propiamente de acompañamiento. Los perros eran
imprescindibles como guardianes de las casas que tenían grandes espacios
abiertos, apenas guardados por tapias fácilmente superables, y como grandes
colaboradores en la caza que también representaba una apreciable ayuda en el
suministro de víveres.
Los gatos, por su parte, eran el mejor remedio contra la
invasión de roedores que acudían a las trojes repletas de grano y a las cámaras
en las que se almacenaban las legumbres y las frutas. Las deficientes
infraestructuras higiénico-sanitarias contribuían a la proliferación de estos
repugnantes animales que había que combatir con todos los medios disponibles,
entre los que el gato era el más eficaz.
Por eso, en aquellos tiempos era muy importante la
festividad de San Antón, patrono de los animales. El día de la fiesta, se
engalanaba a los animales y se acudía a su ermita para que recibieran la
bendición del Santo. Era lo que se llamaba "dar vueltas a San Antón".
La festividad de San Antón coincide con la época de la
matanza que, por su gran importancia desde el punto de vista gastronómico, ha
tenido un capítulo aparte.
En este día se confeccionaba un dulce típico en
Chinchón: los tostones. Más que postre era una golosina para los niños y estaba
hecho con cañamones tostados y miel. Se mezclaban en una bandeja dando un
espesor de medio centímetro y cuando se solidificaban se cortaban en trozos
cuadrados de cinco a siete centímetros.
Una
estampa que podría ser típica de aquellos años. Es la calle del Convento. Los hombres
vuelven por la tarde con sus carros cargados de cubetos repletos de uvas camino
de las bodegas. Mientras, las mujeres sentadas a la puerta de la casa se afanan
en alguna labor doméstica. Los carros están aparcados en el paseo del castillo.
Es otoño en Chinchón.
Los medios de transporte para la agricultura, eran los
carros, tirados por mulas y burros, menos, por caballos; aunque ya se
utilizaban los camiones para los trasportes de largo recorrido. En Chinchón no
se utilizaban los bueyes como animales de trabajo. En cuanto al transporte de
personas, ya entonces existían los automóviles, que nosotros llamábamos coches.
Tan sólo se utilizaban los tílburis tirados por un caballo, como transporte de
paseo y sólo por los señoritos.
Sin embargo hasta entrados los años cincuenta, los
agricultores llevaban los melones hasta el mercado de Legazpi en los carros,
que hacían el camino por la noche, saliendo de la vega al atardecer para llegar
lo antes posible que les facilitase la venta de su mercancía. Después estos
viajes se hacían en camiones, lo que acortaba en gran manera el tiempo de
llegada.
Los perros eran entonces, sin ninguna duda, los mejores
amigos del hombre. Cazadores, cuidadores y compañía, y además no requerían
demasiada atención. Ellos mismos se procuraban el sustento, si bien siempre
estaban junto a la mesa a la hora de comer, para “arrebañar” los platos, en los
que entonces no solía quedar demasiada comida.
Yo quiero ahora recordar a “Cantinflas” el perro de mi
tía Paula, que durante nuestra niñez siempre jugaba con los niños, compitiendo
con nosotros ya jugásemos a la pelota, o al “rescatao”. Murió de viejo y ese
día yo creo que alguna lagrimilla se nos llegó a escapar, disimulando para que
no se diesen cuenta los mayores.
Continuará....