Chinchón, posiblemente por ser cabeza de partido judicial - lo que obligaba a los habitantes de los demás pueblos del partido a llegar hasta aquí para solucionar asuntos oficiales- y por estar ubicado en el centro de de su territorio, siempre tuvo una cierta tradición comercial, aunque estos comercios estuvieron regentados por personas foráneas, entre los que habrá que destacar los almacenes de don Atenodoro Marcitllach, cuya portada de su comercio ha llegado hasta nuestros días, y permanece, casi invariable, en la calle Grande.
Pero cambiaron los tiempos, las costumbres empezaron a modificarse, aparecieron los vehículos particulares y los hábitos de compra cambiaron drásticamente. Las distancias se acortaron y los grandes almacenes de la capital eran una competencia demasiado importante contra los que no podían competir los pequeños comercios de los pueblos. Y en esto, poco tuvo que ver la circunstancia de la pérdida de la cabeza de partido judicial.
En un debate celebrado en la jornada sobre el Patrimonio inmueble de Chinchón, alguien insinuó que la decadencia de Chinchón se había iniciado por esa pérdida de capitalidad comarcal y que no se hubiera producido si los chinchonenses hubiesen luchado por ello.
Pienso que no. Las causas de la decadencia de Chinchón en la posguerra y durante el siglo XX, fueron otras, que ahora no es el momento de abordar.
Y para reforzar esta opinión, voy a referirme a otro sector que también tuvo unos antecedentes florecientes y por las mismas circunstancias. La tradición de las posadas, a las que acudían, sobre todo, los vendedores de toda clase de artículos. La posada del tío Tamayo, la posada de la familia Carrasco, primero en la calle de Morata y después en la plaza, la posada de Comendador, son los antecedentes de la gran oferta de hospedaje que existe actualmente en Chinchón, que se inició con la construcción del Parador de Turismo y que se ha completado con una gran variedad de Casas rurales y nuevos hoteles que suponen una de las ofertas más importantes de la provincia de Madrid.
La cuestión es que de nada, o casi nada, vale lamentarse ni buscar culpas ajenas. El futuro se labra trabajando y emprendiendo, y las circunstancias se pueden modificar si nos afanamos en ello.
De nada vale rememorar los “tiempos mejores” de antaño. De nada vale buscar comparaciones con los pueblos vecinos para ver si somos más grandes o si tenemos más habitantes. Somos lo que somos, y seremos lo que nosotros logremos construir.
Sólo es necesario tener un poco claro cuales son los objetivos, y pedir a todos nuestros munícipes que trabajen para conseguirlo.