Parodiando el título de la comedia de Miguel Mihura, la tragicomedia que están escribiendo en el partido popular, podría dar no para una novela, sino para una de las series turcas que ahora están de moda.
Pero, desgraciadamente, tiene muy poca gracia. Se mire por donde se mire, si te sitúas en una posición de espectador, intentando por no tomar partido, tanto unos como otros de los protagonistas están dando una imagen lastimosa que dice muy poco de la categoría política de todos ellos.
Tanto Elisabette (léase Isabel Díaz Ayuso) como el señor de Murcia (Aquí, leer Teodoro García Egea): nos hicieron sentir vergüenza ajena en sus respectivas intervenciones en televisión, dejando patente que lo importante para ellos no era su partido, ni sus votantes ni, mucho menos, el bien de los españoles; sino conseguir el poder y aniquilar a sus enemigos-amigos con toda la saña que difícilmente nadie, antes, hubiera podido imaginar.
Ahora resulta que el ambiente de crispación que lleva presente en la política desde el inicio de esta legislatura, ha calado hasta lo más profundo de la personalidad de estos políticos que no son capaces de distinguir quienes son sus adversarios y sus amigos, y no entienden que no existen enemigos a quienes no se cansan de insultar, ningunear e, incluso, utilizar todas las armas que estimen necesarias, tanto legales como ilegales para combatirlos. Ya decía el entrenador argentino Carlos Bilardo que al enemigo, ni agua. Pero para éstos, el agua, ni a los compañeros de partido.
Luego están los periodistas amigos. Es curioso cómo han ido cambiando de opinión, día a día, hora a hora, y hasta minuto a minuto, según han ido evolucionando los acontecimientos.
Y a todo esto, como Putin sigue sin invadir Ucrania, no vamos a tener más remedio que seguir hablando de Isabel, Casado y del señor de Murcia.