El Gobierno y la oposición juegan al gato y al ratón y al final somos los ciudadanos los que quedamos atrapados en el fuego cruzado
Javier Gallego, 10 de mayo de 2021 en El Diario.es
Se acabó el estado de alarma y empezó la libertad según Ayuso. Pero no se ha terminado la pandemia. Este fin de semana hemos visto las consecuencias que tiene el populismo a la madrileña que ha calado en toda España, sobre todo entre los más jóvenes, después de un año de confinamientos, toques de queda y fatiga pandémica. Han vendido que ser libre y patriota es pensar en ti mismo, cuando es al contrario: sólo somos libres en una sociedad que respeta y no existe más patria que la que cuida de sus compatriotas. El (mal) ejemplo lo dieron los populares en la fiesta por su victoria en Madrid, donde no se respetó ninguna de las normas de prevención. A los líderes del PP no se les ocurrió entonces que hubiera que pedir distancia y seguridad a sus seguidores. Si no es el 8M, las concentraciones no les parecen peligrosas. Ahora el alcalde madrileño, Martínez Almeida, dice que "el botellón no es libertad", pero unos días antes celebraba el éxito de la campaña "la libertad es irse de cañas". No se puede soplar y sorber al mismo tiempo.
El PP de Ayuso y Casado no ha dejado de usar la pandemia para hacer oposición. Culpaban de los muertos al Gobierno, pero se oponían a las restricciones para evitarlas. Le llamaban autoritario, al mismo tiempo que le pedían que tomara el mando. Cuando les cedió autonomía, denunciaron dejación de funciones. Las competencias son propias para ganar votos, ajenas cuando se pierden vidas. Se oponían a los estados de alarma cuando había que aprobarlos y lo echan de menos cuando se acaba. Gritan libertad pero le piden al Gobierno que le ponga límites. Los populares quieren organizar la fiesta y que otros se ocupen de los borrachos, los vasos rotos y la resaca.
A cada cual lo suyo, no obstante. Todos somos mayorcitos para saber lo que tenemos que hacer a estas alturas. También el Gobierno, que sigue teniendo la autoridad y la responsabilidad máximas. Las autonomías llevan meses pidiéndole una nueva herramienta legal menos restrictiva que el estado de alarma, que permita imponer medidas sin tener que pasar por los tribunales, con la consiguiente pérdida de tiempo, energía e igualdad jurídica. Sánchez no lo ha hecho ni nos ha contado por qué y ahora se apresura a anunciar que lo estudiará después del desmadre a la madrileña del fin de semana. Les falla la previsión e improvisan.
También la comunicación les patina. Dentro y fuera. No nos explican sus decisiones ni se las explican a sí mismos. El Ministro de Justicia publicaba este lunes un artículo justificando que no hacían falta más leyes, al mismo tiempo que su Gobierno le contradecía anunciando el posible cambio legislativo si el Supremo no avala la situación actual. La mano izquierda no sabe lo que hace la mano derecha. El desmadre también ha llegado a Moncloa. Dicen una cosa y la contraria. Para escapar de las trampas del PP caen en otras de las que somos las víctimas. El egoísmo irresponsable de la derecha al que llaman libertad debería ser contestado por la izquierda con un ejercicio responsable de la misma.
Pero parece que estamos en manos de jefes de comunicación y estrategia a los que importan más los votos que los votantes. El Gobierno y la oposición juegan al gato y al ratón y al final somos los ciudadanos los que quedamos atrapados en el fuego cruzado entre ambas aceras.