Un reportaje de Manolo El Eremita, desde la Comunidad Valenciana, en este invierno más que primaveral, casi veraniego.
Saliendo del antiguo embarcadero de Cofrentes, donde el río Cabriel desemboca en el Júcar, cerca de la central nuclear con sus dos Grandes chimeneas echando un denso humo blanco, nos embarcamos en un pequeño barco todo acristalado, para hacer un recorrido de unos treinta kilómetros desde Cofrentes a Cortes de Pallas, en unas aguas limpias y de un color turquesa muy peculiar que discurre por unos parajes abruptos, escarpados y recónditos.
Las aguas llegan a alcanzar una profundidad de 100 metros y las paredes tienen una verticalidad que llega a alcanzar los 400 metros.
Pasamos por la Reserva Nacional de caza mayor y hasta pudimos divisar en lo más alto de sus escarpadas laderas la silueta de algunas cabras montesas y muflones, que a la caída de la tarde iban bajando a beber las aguas del Júcar.
En lo más alto se divisan las torres y las almenar del Castillo de Chirel, y más cerca de las aguas, las ruinas de la antigua cementera que ahora más parecen antiguos vestigios de una civilización perdida.
El recorrido termina en el Puente de Cortes de Pallas, debajo del Salto de bombeo de Cortes de la Muela y al límite de la Presa de Cortes II. Luego, de vuelta al lugar de partida, después de haber descubierto unos parajes muy poco visitados de la Comunidad Valenciana, en uno de estos días en los que la naturaleza no sabe muy bien en qué época del año está viviendo.
Las fotografías están tomadas con mi IPhone, que sigue dándome unas prestaciones similares a las de mi cámara Canon.