Que el cocido es el plato más representativo de la cocina
madrileña no creo que haya nadie que lo discuta; que el que hacía nuestra
abuela era el mejor del mundo, tampoco tiene demasiada discusión; pero esto
último, en mi caso, es totalmente indiscutible. Mi abuela, María Nieto, era la
posadera de Chinchón, desde los años treinta del siglo pasado. Ella cocinaba
para los huéspedes que se alojaban en la posada; y la comida de todos los días
era el cocido. Desde muy de mañana, en el fogón de la cocina, empezaba a
cocerse en un gran puchero de barro. En el asa del puchero colocaba un
sobrecito de azafrán que después daría el aroma y el color a la sopa humeante
de fideos. En las brasas, junto al puchero solía echar un boniato que después
yo me comía para merendar. Al mediodía, los arrieros, los salchicheros de
Candelario, los mieleros de la Alcarria, los tratantes de ganado y los
sacamuelas, que eran los clientes habituales de la posada, sentados en una
banca de madera, alrededor de la mesa del comedor, degustaban ese cocido
espléndido que aún perdura en mi memoria.
Un cocido imposible de igualar, ni aún por el que hace mi mujer, que dicho sea de paso, puede ser mejor aún, pero al que sólo le falta un ingrediente que tenía el de mi abuela: la nostalgia de los días inolvidables de mi niñez.
El sábado pasado, estuvimos en el "Bodegón" del Parador de Chinchón, donde degustamos un buenísimo cocido completo de taba, que me hizo recordar aquel cocido de mi niñez.
Primero, de aperitivo te ofrecen unas pequeñas albondiguillas, con aceitunas, pepinillos, guindillas y unos torreznos al horno que están francamente buenos.
La sopa que te sirven bien caliente en un pequeño puchero, para que la pongas sobre los fideos, una rebanadas de pan tostado y unas hojitas de hierbabuena en un cuenco de barro.
En una fuente de barro, llega los garbanzos, con la carne y las verduras, que sirven con una salsa de tomate para añadir a tu gusto.
Además, te vas a encontrar unos cangrejos de río, como recuerdo a la gastronomía de Chinchón, cuando antaño, en los caces y caceras de la vega, y sobre todo en el río Tajuña, se podían encontrar, antes de que llegase la contaminación.
Para termina, unos pestiños y una empanadilla de cabello de ángel, sobre una base de natillas con canela.
Después, es recomendable tomar una infusión....
Y sobre todo, una copita del digestivo anís de Chinchón, que va a ser el incomparable complemento de esta comida que difícilmente olvidarás.
Fotografías: m.carrasco.m.