Os voy a contar un cuento.Con la aclaración que ha sido premiado con el primer premio en un concurso de relatos cortos al que me presenté. Espero que os guste.
UN ENCUENTRO INSÓLITO.
A ciertas edades aumenta la presión
arterial sistólica y hay que procurar no sobresaltarse con nada. Os voy a
contar lo que me pasó.
Cuando me levanté aquella mañana
hacía un día espléndido. Era primavera, los cielos se habían pintado con unas
irreales nubes esponjosas como si se estuviera preparando el telón de fondo
para un decorado naif, los árboles susurraban al compás de una brisa silenciosa
y las flores de los jardines parecían dibujadas por las manos caprichosas de un
pintor primitivista.
Dije a mi mujer que me apetecía dar
un paseo y sin saber cómo estaba en la línea uno del metro con dirección a Sol.
Puede ser que mi subconsciente me hubiese llevado allí por las noticias que
todas las cadenas de televisión estaban dando desde hacía unos días. La Puerta
del Sol de Madrid estaba ocupada por el movimiento 15M.
Salí frente a la calle Carretas, no
circulaban los taxis ni los autobuses. La calzada y parte de las aceras estaban
tomadas por una marabunta de personajes extraños y poco habituales por allí. No
estaban ni los paletos, ni los emigrantes, ni las busconas de siempre; en su
lugar, mucho melenudo, mucho hippy, varios jóvenes con megáfonos recomendando
orden y respeto y algún que otro “perroflauta” con la vigilancia distante de
las fuerzas de orden público. Circulando por el poco espacio que había libre en
las aceras, mucho curioso, algunos turistas haciendo fotos y los reporteros de
las televisiones preparando alguna entrevista.
Cuando llegué al monumento del oso y
el madroño, me llamó pero, al principio, no le conocí.
-¡Eh, Benito! ¿No me conoces? ¡Soy
Sigerico… sí, el del instituto!
Sinceramente no me acordaba de su cara,
pero lo de Sigerico me hizo recordar.
Habíamos coincidido en los dos
últimos cursos, y después le perdí el rastro. Luego, creo que coincidimos en
una reunión de antiguos alumnos.
-Pero, coño, Sigerico. ¡Cuánto tiempo
sin verte!
- Sí, es que me morí hace tres años.
- Chico, pues no sabes lo que lo
siento. No me había enterado…
- No tiene importancia. Es que como
me morí en verano, mi familia no quiso avisar a nadie para no fastidiar las
vacaciones, y aunque salí en el obituario del País, no se enteró casi nadie.
Yo, la verdad, no tenía mucha
experiencia en eso de encontrarme con amigos muertos, por lo que me quedé un
poco parado. Él, que debía estar acostumbrado a esta clase de encuentros, no se
ofendió. Yo para salir del paso, le dije que estaba ligeramente pálido, y que
había notado algo raro en su aspecto.
- Sí, claro, es que este cuerpo no es
de carne; es de una mezcla de látex y poliéster… mira, ¡toca, toca…!
A mí me daba un poco de reparo
tocarle, pero para no importunarle, le toqué en el brazo, y efectivamente, el
tacto era como cuando se toca una pierna ortopédica, aunque un poco más blanda,
se veía que era un poliéster de buena calidad.
- Hay que tener cuidado, porque es
muy inflamable, pero se va a gusto en él.
- Yo, Sigerico, le confesé, no había
coincidido con nadie que hubiese muerto, y ahora que te tengo a ti, me gustaría
hacerte algunas preguntas…
- No te cortes, Benito, para eso
estamos…
- ¿Y qué tal te va
por…"allí"…?
- ¿Pues qué quieres que te diga…? Un
poco decepcionado. (Hizo una pausa, como para darse importancia, y continuó) Yo
había oído, como me figuro que tú, lo del cielo y lo del infierno… Pues nada.
Todo, mentira. Aquello es mucho más prosaico y más aburrido. Es como una
especie de campo de fútbol inmenso, con techo, en el que las almas planeamos a
nuestro antojo. Como no hay cuerpos, allí hay espacio suficiente para todos.
Sólo hay que procurar no tropezar con los despistados, porque hay algunos que
van como locos, y luego pasa lo que pasa. Lo del techo es para que nadie se
escape sin permiso, y es que lo de las salidas, allí está muy serio.
- ¿Y este cuerpo?
- No, este cuerpo es sólo para salir.
Tardan unos dos años en hacértelo y entonces, una vez al mes puedes volver al
mundo, a darte una vuelta. A donde quieras. Yo ya he estado en Estambul, en El
Cairo, en Nueva York, el mes pasado estuve en Tokio, y el mes que viene tengo
pensado darme una vuelta por Benidorm, que con el buen tiempo ya estará muy
animado. Hoy he venido a Madrid porque esto del 15 M no veas lo que está dando
que hablar por allí.
- ¿Y puedes ir donde quieras? Le
corté yo.
- Donde quiera, donde quiera, no. No
puedo visitar a mis familiares y amigos íntimos por aquello de que podría
darles un susto de muerte. A los conocidos como tú, sí; aunque te aconsejo que
no se lo digas a nadie, más que nada, para que no piensen que estás loco…
- ¿Y qué haces durante el resto del
tiempo?
-
Pues allí se vive mucho de los recuerdos. Cuando llegas te dan una
especie de “iPad” en el que está grabada tu vida, con todo lujo de detalles.
Puedes ver a tus padres, la primera comunión, el colegio, el instituto… Por eso
te he reconocido enseguida, es que el otro día estuvo repasando esos
años…También suelo ver con frecuencia cuando empecé con mi primera novia… en
fin, todo. Pero si te soy sincero, es un poco aburrido…
-
¿Y de la actualidad, estáis al
corriente?
- Sí, por supuesto. Podemos ver todos
los canales del televisión del mundo; cuando te mueres ya entiendes todos los
idiomas, eso sinceramente, es una ventaja. Además tenemos un canal privado en
el que podemos ver a nuestra familia…
- ¿Eso sí que es una buena cosa, no?
- ¿Pues qué quieres que te diga? En
principio, sí. He conocido a mis dos nietos que son una preciosidad, pero… ¿Tu
conociste a mi Mari Pili? Sí, mi mujer… Pues un putón. No pasaron ni dos meses
y ya estaba liada con el vecino… Que me digo yo, si tardó tan poco en acostarse
con él, a lo mejor ya estaban liados cuando yo vivía… Pero eso aún no lo he
logrado averiguar, a pesar de haber revisado detenidamente en el video todos
los encuentros que tuvimos con él antes de morirme… ¡La muy guarra le mete en
mi propia cama y tiene la desfachatez de asegurar que él lo hace mejor que yo!
-Lo que tienes que hacer, le dije yo,
es olvidarte de ella de una vez, que por lo que me dices, no te merece… ¿Y allí
no tienes ningún ligue?
- Hombre, lo que nosotros entendíamos
por ligue, no. Allí es distinto; como no hay cuerpos, eso de los sexos tiene
menos importancia. Tú sabes que yo siempre fui muy machote y algo mujeriego,
pues ahora estoy colado por el alma de un chico de Lugo que es simpatiquísimo y
cuenta unos dichos de su tierra que te partes de risa. En cambio para salir, me
suele acompañar una jovencita de Burdeos que tiene un cuerpo de infarto, aunque
sea de poliéster, claro. Hoy no ha venido porque ha ido a darse una vuelta por
París porque siente añoranza. A ver si la próxima vez coincidimos y te la
presento.
- Oye, dije yo, y hay muchos como tú
por aquí.
- Muchísimos… aquel del sombrero de
cuadros que está saludando a la señora gorda con el vestido de flores, es de
allí. Yo le conozco porque solemos coincidir cuando me doy una vuelta por
Madrid… Y la señorita que se está tomando una coca cola en aquel bar… y el
señor con bigote y gafas negras… en fin, muchos… Y eso que sólo podemos salir
una vez al mes, que si no, esto se pondría imposible…
Yo me sentía un poco nervioso
hablando con Sigerico, porque uno es muy mirado y pensaba que si me veía algún
conocido, cómo le iba a explicar que mi amigo del instituto realmente estaba
muerto.
- No te preocupes, me dijo Sigerico,
que como ya sólo era espíritu podía leer el pensamiento; si esto de hablar con
los muertos es muy corriente. No te digo más que hasta hay clubs privados en
los que se reúnen para contar los contactos que consiguen. Porque, si tienes un
poco de experiencia, es muy fácil reconocernos. Fíjate bien, el pelo es
sintético, la dentadura es demasiado perfecta, el color de la piel no está
totalmente conseguido, y si además nos tocas, ya no hay ninguna duda. Yo
procuro no montar en metro, porque en alguna ocasión he sentido que me palpaban
y estoy seguro que era alguno que quería comprobar si era de los muertos.
Me tuve que despedir porque había
prometido a mi mujer que volvería pronto, y como no está acostumbrada a mis
salidas, se preocupa mucho si me retraso.
Nos despedimos. Yo no sabía si darle
un abrazo o estrecharle la mano. Él se adelantó y me abrazó efusivamente.
-No veas lo que me he alegrado de
charlar un rato contigo; ha sido muy agradable recordar los tiempos juveniles…
A ver si volvemos a coincidir…
- Adiós, Sigerico, yo también me he
alegrado mucho de verte.
No se lo había contado a nadie, hasta
hoy.