Me contaron que hace unas semanas en el programa “La Noria” invitaron al presidente de Cantabria señor Revilla para hablar de la corrupción en Valencia con una periodista rubia cuyo nombre ni recuerdo ni tengo ningún interés en recordar, quien no ateniendose al tema propuesto, se limitó a resaltar el pasado falangista de su interlocutor.
Muchas veces se despotrica de la memoria histórica y a la vez recurrimos a esta memoria si encontramos algún argumento para atacar a nuestros adversarios. Ya hablaré en otra ocasión de lo de la memoria, pero ahora quiero recordar que en mis tiempos infantiles yo también fui falangista.
Eran los años cincuenta y me afilié a la Organización Juvenil Española, también llamado Frente de juventudes, porque, entre otras cosas, era el único sitio donde se podía jugar al ping-pong y hacer teatro guiñol, aunque a cambio tenías que soportar las arengas políticas de Loren, el jefe de Centuria, que nos recordaba lo de la “unidad de destino en lo universal” y lo de “la reserva espiritual de Occidente” después de cantar en posición de firmes lo de “prietas las filas/ recias, marciales/ nuestras escudras, van”.
Luego les salió competencia con la Acción Católica, que se “llevó” a muchos alevines de patriotas, porque formó un equipo de fútbol con equipamiento de camisetas de color verde y pantalón blanco, y organizó un campeonato con los pueblos de los alrededores.
A mí, que siempre me gustó poner por escrito mis “batallitas” me da una cierta vergüenza cuando encuentro lo que yo escribía por entonces. Recuerdo una emotiva crónica de la visita a Chinchón de la esposa del Caudillo y un furibundo artículo en el que arremetía contra los ateos que no querían reconocer que para hacer el bien era necesario recurrir a Dios.
Lo escrito, escrito está, como dijo Poncio Pilatos; y como además existen las hemerotecas, no puedes mirar para otro lado y hacer como si eso no lo hubieses escrito tú.
Dice un amigo mío que la evolución lógica es pasar de una juventud contestataria, e incluso revolucionaria, a una madurez más conservadora. Yo no estoy de acuerdo. En la juventud somos fácilmente manipulables y nuestros posicionamientos están influenciados por el ámbito social en el que nos movemos. Es después, cuando tenemos una situación más estable cuando podemos optar por nuestras propias convicciones, aunque hay que hacer una salvedad; cuando te dedicas a trabajar tienes que tener mucho cuidado en mostrar tus “ideas” porque puden no ser “políticamente correctas” y te podían perjudicar en tu trayectoria profesional.
Por eso, es cuando te jubilas, cuando puedes mostrar realmente tu pensamiento y tu sentir, y poco te importa sin alguien te recuerda que siendo un niño cantaste el “Cara al sol”.